El presidente Obama ha demostrado una autoridad moral indiscutible. Le han bastado dos días para arrancar el compromiso del crítico outsider Bernie Sanders de cerrar filas con la candidata Hillary Clinton, parte del plan diseñado para unir el Partido Demócrata frente a Donald Trump. Ayer, en cuestión de minutos, coincidían los dos hechos que propinaron el giro hacia la unidad de una formación necesitada, tras meses de encontronazo entre sus dos candidatos. Mientras el senador por Vermont entregaba la cuchara poniéndose a disposición de Clinton, el equipo de campaña de la candidata difundía un vídeo en la plataforma de YouTube en el que Obama no podía hacer más explícito su endorsement (apoyo oficial a un candidato en Estados Unidos): «Estoy con ella. No creo que haya habido nunca alguien tan cualificado para ejercer este cargo».

No por esperado, el respaldo presidencial deja de adquirir relevancia, y más con un añadido especialmente comprometido: «Estoy como loco, y no puedo esperar para salir a hacer campaña con Hillary». Ocho años después, cambian las tornas, y el inopinado joven candidato que sorprendió a la veterana política hasta derrotarla en las primarias, paso previo a sus ocho años de mandato, se pone ahora a su lado para contribuir a situar en la Casa Blanca a la primera presidenta de la historia. La mejor candidata para preservar su legado, según había reconocido en anteriores ocasiones.

Sin embargo, aunque menos efectista, el momento relevante, el que garantiza la buscada unidad demócrata, tenía lugar minutos antes en la Casa Blanca. Después de casi una hora de reunión con el presidente Obama, el amenazante «la lucha continúa» que lanzó el senador la amarga noche electoral de su derrota en California, se diluía como un azucarillo. Puede que el veterano político haya arrancado algún compromiso de renovación interna del partido, e incluso la incorporación de alguna de sus propuestas al programa y a las medidas de la futura Administración Clinton, pero la sensación ayer era de que Sanders ha cedido a la presión con un compromiso expreso para sumarse al frente electoral para derrotar a Donald Trump. Que Clinton afronte la convención demócrata en Filadelfia (25-28 de julio) con la tranquilidad de un partido unido, supone la mejor noticia en los prolegómenos de la que se espera como una de las campañas presidenciales más duras que se recuerdan.

El senador por Vermont mantuvo ayer su retórica de cambiar la sociedad norteamericana, frente al «poder de los millonarios y de Wall Street», y de «mejorar las condiciones de millones de necesitados». Sanders también exhibió músculo cuando se refirió a los millones de votantes (serán finalmente 11, en números redondos, cuando finalice el proceso el martes) que han respaldado sus propuestas, «la gran mayoría jóvenes». Pero guardó para la segunda parte su expreso apoyo a la candidata, a la que primero felicitó, para a continuación ponerse a su disposición para el objetivo común de derrotar a Donald Trump: «Cuando terminen las primarias de Washington DC, el próximo martes, me pondré en contacto con ella para estudiar la forma en que puedo ayudarle». Sanders puso el foco en el magnate cuando aseguró que «Estados Unidos no puede permitirse tener a un presidente intolerante».

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