"Habitantes como escudos humanos""El Daesh [acrónimo del Estado Islámico en árabe] no ha dejado de cometer atrocidades contra el pueblo de Mosul. Está usando a sus habitantes como escudos humanos mientras sigue extendido el terror por la ciudad", relata desde el enclave un miembro de "Kataib Mosul" (Las brigadas de Mosul, en árabe), los batallones que desde hace meses llevan a cabo operaciones contra militantes y caudillos de la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadi. "El éxito de los yihadistas depende tanto de la guerra intelectual y mediática como de su fuerza militar", agrega quien rehúsa proporcionar su nombre por miedo a represalias. Las acciones de esta célula clandestina, integrada por ex policías y soldados iraquíes, son la única demostración de resistencia en los confines de Mosul y su provincia, Nínive. Un amago de sublevación que firmó su última acometida el miércoles. "A las 3:30 de la madrugada hombres de las brigadas persiguieron y asesinaron a un miembro del Daesh, Gamal Mohamed Amr, más conocido como Abu Hind, en el distrito de Faisaleya. Era originario de Tikrit y trabajaba en la administración del zakat (limosna que deben pagar los musulmanes que viven por encima del nivel de subsistencia)".Los batallones que secuestran y liquidan a funcionarios del IS no representan, sin embargo, la principal amenaza de los "muyahidines" (guerreros santos, en árabe). La creciente carestía se ha convertido en su verdadero enemigo. "La economía se halla en un estado catastrófico. Hay personas que se han suicidado a causa del hambre. No es fácil conseguir comida", comenta Ismat Rajab, ex jefe del Partido Democrático del Kurdistán en Mosul, que aún mantiene contactos intramuros de una ciudad desconectada del mundo. La telefonía no funciona y el miedo a ser cazados por los centinelas del IS ha llevado a la mayoría de la población a interrumpir cualquier comunicación con el exterior. Los bombardeos de la coalición internacional que lidera Estados Unidos contra depósitos de dinero y explotaciones petroleras han hundido a la organización en una severa crisis económica, perceptible en las calles de Mosul pese a los intentos de la propaganda yihadista de ocultar sus estragos bajo fotogramas de estanterías abarrotadas de alimentos, bulliciosos bazares o el trajín de una heladería. "El salario de los combatientes se ha reducido drásticamente. Antes un soldado cobraba 800 dólares al mes, ahora unos 250. Los cabecillas recibían un sueldo de 1.500 dólares pero ahora apenas superan los 500", indica a este diario Hisham al Hashimi, reputado experto en el IS y asesor de seguridad del Gobierno iraquí. Para sobrellevar la depresión, los extremistas han adoptado medidas desesperadas como ordenar que los presos asuman sus gastos de comida y bebida o comerciar con el acero que recuperan de los bombardeos de la aviación estadounidense. "La gente se las ingenia para satisfacer sus necesidades y evitar la pobreza que se extiende por toda la ciudad a pesar del floreciente negocio de los mercaderes sirios", apunta el activista de Mosul Eye.Deserciones motivadas por la austeridad La repentina política de austeridad ha animado las deserciones. "La crisis financiera que atraviesa el Daesh está agravando los conflictos internos. Los ataques aéreos, además, están acabando con los líderes locales, que son reemplazados por militantes de segunda y tercera fila, con menos experiencia", apunta el miembro de "Kataib Mosul". Las embestidas han desatado el pánico al espionaje en las filas del IS. A principios de este mes los barbudos liquidaron a diez civiles de Mosul acusados de proporcionar información al ejército iraquí. "Está aumentando el número de combatientes que intentan escapar. Las cárceles están llenas de sus propios hombres", recalca Al Hashimi. En las últimas semanas los gendarmes de Mosul han extremado los controles en busca de los camaradas que huyeron de Faluya, el feudo yihadista que las tropas gubernamentales tratan de recuperar desde finales de mayo. Al menos ocho adláteres han sido fusilados por abandonar el campo de batalla. "El IS apuesta por una guerra cruenta y callejera. Está trasladando sus cuarteles al interior de barrios residenciales", apostilla el historiador.
Y, mientras las huestes de Al Bagdadi se preparan para una incierta campaña de liberación, las tropas iraquíes desembarcan desde hace semanas en Majmur, una ciudad del Kurdistán a unos 60 kilómetros al sur de Mosul. "El Daesh no es tan poderoso como lo fue en el pasado", presume el teniente Haidar desde una garita plantada en el frente. En el árido horizonte despuntan las aldeas que, en la ruta hacia la capital de Nínive, aún siguen bajo el yugo de los yihadistas. "Ahora dejan los cadáveres de sus colegas en el campo de batalla. Antes jamás lo habrían permitido. Es una señal de que cada vez están menos organizados". En la división 15 del ejército en la que está enrolado el uniformado, la ofensiva para arrebatar Mosul al IS resulta aún un rumor remoto. "Es imposible predecir cuándo será. Antes hay que limpiar muchas poblaciones en el camino. Todo depende de lo que tardemos en hacerlo. A veces recuperar el control de un pueblo nos lleva un mes entero", arguye el oficial. "Lo primero -prosigue- es expulsar a los militantes del Daesh de este lado del Tigris y luego continuar hacia la estratégica localidad de Qayyara [a unos 50 kilómetros al sur de Mosul]".Durante dos años, la riña entre suníes, chiíes y kurdos ha aplazado "sine die" la reconquista de la urbe. Los plazos anunciados, nunca cumplidos, han terminado imprimiendo signos de cautela en las declaraciones de autoridades como el suní Atheel al Nujaifi, ex gobernador de Nínive. "No puedo dar una fecha precisa pero será pronto. Hay un conflicto entre la alianza internacional e Irán porque las milicias chiíes de Hashid Shaabi quieren participar en la campaña", reconoce a este diario el político, que lidera su propia milicia suní en territorio kurdo. "Me preocupa el día después a la liberación. El futuro administrativo de Mosul debe ser muy distinto al que existía antes de la toma por el IS. Debe actuar como una autonomía en un Irak unido". Cansado de cuitas ajenas y atrapado en tierra hostil, el historiador balbucea: "No nos queda otra que esperar a nuestro destino. Morimos a diario, ya sea bajo los bombardeos de la coalición o en manos del IS. Tal vez nos arranquen la vida los ejércitos que vendrán. Cuanto más se retrasa la liberación, mayor es nuestra agonía y el balance de muertos".
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