Con esta visita, Washington busca reabrir el diálogo con un país imprescindible en la región en momentos en que ésta busca cómo responder ante la crisis que vive otra nación clave, Venezuela. En el escueto comunicado en el que se anuncia el viaje de Aponte no se menciona la crisis venezolana, ni tampoco la propia situación complicada que vive Brasil tras la destitución temporal de la presidenta Dilma Rousseff. Pero ambas son cuestiones ineludibles en momentos en que todas las miradas regionales se centran en Caracas y Brasilia.
Estados Unidos ha rehuido posicionarse abiertamente ante el proceso de impeachment de Rousseff. Tanto desde la Casa Blanca como desde el Departamento de Estado, el mensaje cauto ha sido escudarse en que es un asunto interno —fórmula que usa cuando no quiere posicionarse demasiado— y asegurando su confianza en las instituciones democráticas del gigante sudamericano. El único que se pronunció de forma contundente fue el representante temporal norteamericano ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Michael Fitzpatrick, que la semana pasada rechazó que lo sucedido fuera un golpe de Estado, como afirmaron otros países de la región durante una sesión del organismo regional.
Aponte llegará a Brasil el 2 de junio, después de participar en Montevideo en el encuentro regional de la iniciativa Open Government Partnership (OGP) y de reunirse con las autoridades uruguayas. Una vez en Brasilia, Aponte hablará con miembros del Gobierno de Temer, incluido el nuevo canciller, José Serra, sobre “temas regionales y globales clave, incluidos los Juegos Olímpicos y los esfuerzos compartidos para combatir el virus del Zika”, se limita a informar la breve nota oficial.
Pero ni las escalas ni las fechas de la primera gira de Aponte desde que asumió de forma interina este mes el principal puesto diplomático para América Latina son, probablemente, casuales.
Mientras Aponte visita Uruguay y Brasil, en Washington se espera que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, dé a conocer el informe que ha preparado sobre la situación en Venezuela. Él mismo ha dado a entender que en el documento podría revelar si decide invocar la Carta Democrática Interamericana por la situación del país, tal como le ha solicitado el Parlamento venezolano, en manos de la oposición. El Gobierno de Nicolás Maduro, que mantiene un duro enfrentamiento personal con Almagro, rechaza categóricamente esta posibilidad y acusa al excanciller uruguayo de excederse en sus funciones.
No está claro todavía que Almagro tenga los apoyos suficientes para que pueda avanzar el proceso si decide aplicar Carta Democrática a Venezuela. Aunque la preocupación es creciente y pública —Argentina, Chile y Uruguay emitieron un comunicado conjunto hace una semana llamando a preservar la democracia—, hasta ahora solo Estados Unidos ha criticado abiertamente la actuación de Caracas en el foro interamericano. Y ahí el papel de Aponte podría ser clave para recabar apoyos regionales para, cuanto menos, incrementar la presión sobre Venezuela, sobre todo ante la cita que tienen todos los cancilleres a mediados de junio en Santo Domingo, sede de la Asamblea General anual de la OEA.
Almagro y Aponte se reunieron el 17 de mayo para discutir los “temas clave de la agenda hemisférica”. Un día más tarde, el secretario general de la OEA emitió una durísima carta contra Maduro en la que negaba sus acusaciones de trabajar para la CIA y acusaba al presidente venezolano de haber “traicionado” y mentido a su pueblo.
A la par que el anuncio del viaje de Aponte, el Departamento de Estado reveló también este viernes que su jefe, John Kerry, llamó la víspera al expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero para “saludar los esfuerzos que lidera para facilitar el diálogo” en Venezuela junto con los expresidentes Martín Torrijos de Panamá y Leonel Fernández de República Dominicana.
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