Fujimori mordía sin freno. Buscaba los puntos débiles de su rival, le golpeaba con dureza sin descanso. Tenía todo preparado: ataques y defensas cuando salía el nombre de su padre: “Es un hombre de avanzada edad”, “no miremos al pasado”, “está usted debatiendo conmigo, no con mi padre”. Incluso un golpe muy duro: “Como has cambiado, pelona, en 2011 no tuvo problema en respaldar mi candidatura y ahora viene a sacar temas del pasado”. Kuczyznski, un liberal de centro-derecha, apoyó a Fujimori en 2011 frente a Ollanta Humala, que entonces representaba a la izquierda.
PPK solo tuvo un momento en el que lució con algo que parecía mínimamente preparado: “Veo entre el auditorio a muchos colaboradores de su padre”, le espetó. Y es cierto, la candidata nunca ha roto con su padre encarcelado, aunque ha prometido que nunca hará un autogolpe. “Con el dinero que robó su padre se podrían construir 2.000 colegios”, le dijo en otro momento, al final, cuando sus asesores ya debían avisarle de que necesitaba subir el tono, mostrar que quiere ganar.
Fujimori leía de principio a fin cada una de las intervenciones. Muchos en las redes sociales se escandalizaban. Kuczynski no tuvo reflejos ni siquiera para afearle eso. Pero lo que muchos critican es precisamente la gran fortaleza de Fujimori. Después de una derrota inesperada en 2011, cuando las encuestas, como ahora, la colocaban en cabeza, ella y sus asesores, que tienen todo el dinero necesario –ha tenido que apartarse el secretario general por un escándalo de presunto dinero negro en la campaña con intervención incluso de la DEA, la agencia antidroga de EEUU- dedicaron los últimos cinco años a crear un producto de laboratorio: ella y su partido, Fuerza Popular, que se ha instalado en todo el territorio.
Mientras, el antifujimorismo anduvo disperso, el presidente Humala se desplomó en las encuestas y su grupo no ha podido ni presentar un candidato. La única política con capacidad de hacer frente a Fujimori en un debate, Verónika Mendoza, representa a una izquierda en este momento minoritaria en Perú y no llegó por muy poco a la segunda vuelta. Así que quedó Kuczynski. El antifujimorismo se movilizó en la primera vuelta, e incluso organizó una marcha masiva el 5 de abril, aniversario del autogolpe. Pero para ganar en segunda vuelta a Keiko, que lleva cinco años preparando este momento, haría falta mucho más. A Kuczynski aún le queda un segundo debate el domingo. Si realmente quiere ganar, tendrá que mostrar al menos las mismas ganas que la heredera del hombre que incluso desde la cárcel sigue marcando la política peruana casi 30 años después de derrotar a Mario Vargas Llosa con técnicas muy similares a las que usa ahora su hija contra Kuczynski.
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