Donald Trump acudió este sábado a Greenville (Carolina del Norte) para el primero de los mítines que el expresidente dará este verano de cara a las elecciones legislativas del año que viene y de las presidenciales de 2024, a las que amaga con presentarse. Siete meses después de su derrota electoral frente a Joe Biden, es poco habitual ver a un expresidente subido otra vez a la caravana electoral. Trump lo hizo con su uniforme habitual de campaña -traje oscuro, corbata roja brillante, pin con la bandera nacional- y repitió las alegaciones habituales -y no sustentadas por la realidad- sobre su derrota el pasado noviembre.
«Las pruebas son demasiado voluminosas como para incluso mencionarlas», dijo el expresidente que, efectivamente, no las ofreció. Se limitó a la letanía de acusaciones sin evidencias sobre fraude electoral y alabanzas a los intentos de demostrar el presunto roba -que ni los tribunales ni su propio Departamento de Justicia observaron- con auditorías lideradas por sus aliados en estados como Arizona.
Su discurso, el plato fuerte de la convención del partido republicano de Carolina del Norte, tuvo el contenido habitual de sus mítines de campaña: alabanzas a su gestión como presidente -«si no hubiéramos conseguido la vacuna, hubiera habido muertos como en la 'gripe española' de 1917»-, defensa de sus políticas -recordó con nostalgia sus mejores momentos en la Casa Blanca- y ataques feroces a las políticas del actual presidente, Joe Biden ,-asuntos exteriores, energía o inmigración-, a la prensa, a las grandes tecnológicas - Facebook acaba de anunciar que el veto a Trump durará al menos dos años- y a China. Exigió «indemnizaciones» de diez billones de dólares a China por su papel en la pandemia de Covid-19 -cuyos efectos en EE.UU. fueron clave en su derrota electoral- y vilipendió a Anthony Fauci, autoridad médica de EE.UU. en coronavirus, con el que tuvo desavenencias evidentes como presidente y que se ha convertido en objetivo de críticas de los medios afines a Trump.
Buena parte del contenido de su discurso podría haberse escuchado en cualquier mitin de campaña del año pasado. Lo que fue diferente fue la energía de Trump, alejado desde hace meses de los focos, apartado de forma forzosa de las redes sociales y sin capacidad de influir como antes en el debate político. Se vio a un expresidente más lánguido, sin la electricidad que se podía esperar para su regreso al ruedo electoral.
Pero el expresidente sí mostró cuál es su poder de aquí en adelante: escenificó su importancia como hombre fuerte del partido para las primarias previas a las elecciones legislativas del año que viene. En medio de su discurso, invitó a subir al escenario a su nuera, Lara Trump, que sonaba como posible candidata para el Senado por Carolina del Norte. «Digo que no por ahora», anunció la mujer de Eric, el segundo hijo del presidente, momentos antes de que cogiera el micrófono el candidato ungido por Trump, el diputado Ted Budd.
Trump, con un gran apoyo popular, tiene la capacidad de poner y quitar candidatos republicanos y todas las encuestas le colocan como el favorito entre el electorado para presentarse a las elecciones de 2024, en las que tendrá 78 años, la misma edad que tiene ahora Biden.
Una segunda aventura presidencial tras perder una reelección -algo que en todo la historia de EE.UU. solo logró Grover Cleveland en 1892- es algo con lo que Trump volvió a amagar en Carolina del Norte. «Tengo la mirada muy puesta en 2024», dijo a sus seguidores. «Vamos a hacer cosas que nunca en la vida habéis visto».
Pese a esas promesas, Trump pareció más un candidato del pasado, enquistado en el fraude electoral falso, en convencer -a él mismo y a sus seguidores- que no salió de la cita electoral de noviembre como un perdedor. Si alguien esperaba un mensaje diferente, más centrado en cómo conseguir que los republicanos recuperen las dos cámaras del Congreso -perdidas durante su presidencia-, ese todavía no ha llegado.
abc
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