El periodista y aventurero Miguel de la Quadra-Salcedo ha fallecido esta madrugada en Madrid, según ha confirmado su hijo Íñigo en conversación telefónica con este periódico. Había cumplido 84 años el pasado 30 de abril. De la Quadra arrastraba problemas de salud desde hacía años, pero mantenía su actividad como director de su última gran iniciativa, la Ruta Quetzal (ahora Ruta BBVA), un proyecto de aventura en el que participan cada año cientos de jóvenes de España y de todos los países de América.
El azar ha querido que su fallecimiento se produzca exactamente 510 años después que el de uno de sus personajes históricos más admirados, Cristóbal Colón. “Ayer hablé con él. Me dijo que se encontraba muy mal y que no tenía fuerzas”, ha comentado su hijo menor. Una frase que no reflejaba la pasión y el entusiasmo que siempre le acompañaron y que le aferraron a la vida en los últimos años.
De la Quadra había nacido en Madrid, aunque siempre aludía a sus orígenes vasco-navarros (era sobrino del gran tenor del Roncal Julián Gayarre). De joven fue deportista de élite. Es célebre la anécdota de que llegó a batir el récord mundial de lanzamiento de jabalina, pero se modificó el reglamento para no tener que homologar su marca, conseguida gracias a una técnica imitada de los lanzadores de barra vasca.
En 1963 fichó por televisión española como periodista y fue testigo algunos de los acontecimientos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Estuvo en la guerra del Vietnam, en la de Eritrea, en la de Mozambique, en Congo (donde fue condenado a muerte), cubrió el golpe de Estado de Pinochet y la muerte del Che Guevara. Con su porte atlético y sus enormes bigotes se convirtió en una de las figuras más reconocibles y queridas durante décadas en los televisores españoles.
De la Quadra, que se definía como un hombre de papel y lápiz, recordaría siempre con mucha nostalgia aquella etapa en la televisión y evocándola, años después, diría que la tecnología “había matado el misterio”. Su trabajo, a caballo entre el periodismo y la aventura, despertó la vocación de varias generaciones de reporteros y fueron muchos los que entraron en el oficio para ser como él.
Perito agrícola de formación pero hombre del renacimiento de vocación, De la Quadra tenía una enorme cultura. Hablar con él era como abrir una encicopledia por cualquier capítulo: literatura, arte, historia, botánica. Viajó por todo el mundo guiado por una curiosidad insaciable y desempeñando todo tipo de oficios. Incluso llegó a ser domador en el circo de Ángel Cristo, a cuya caravana ambulante se unió durante algunos meses con toda su familia.
Gran admirador de Emilio Salgari y de Julio Verne, una novela de este último, La Jangada, le sirvió de inspiración para una de las grandes aventuras de su vida: descender en una balsa desde Iquitos (Perú) el río Amazonas y el Napo junto a su mujer, Marisol, y su hijo mayor, Rodrigo. Enamorado del continente americano, repetía siempre la frase de que no se puede ser español sin conocer América. De ese amor, y de una sugerencia del Rey Juan Carlos cuando se acercaba el quinto centenario del descubrimiento, surgió el proyecto Aventura 92, luego rebautizado como Ruta Quetzal, un viaje iniciático de aventuras para jóvenes de todos los países de habla hispana en el que han participado 8.000 en sus más de 30 ediciones.
Esa aventura le mantuvo activo en los últimos años de su vida. Aunque ya estaba ingresado, en la última edición de la Ruta se quitó el suero y se escapó del hospital para participar en la recepción que los reyes ofreciron a los jóvenes. “Ponce de León no pudo encontrar la fuente de la eterna juventud, pero yo la he encontrado en estos muchachos”, repetía siempre. Miguel de la Quadra estaba casado con Marisol Asumendi y deja tres hijos, Rodrigo, Sol e Íñigo, que trabaja junto a él en la organización de la Ruta.
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