El primer ministro Boris Johnson lanzó esta semana un plan para hacer de las islas una “Gran Bretaña global”. Un plan de 10 años de su gobierno para impulsar el comercio internacional y desplegar el “poder blando” en todo el mundo. Pero como había revelado un día antes The Guardian, el anuncio tuvo una segunda parte no tan blanda. Dijo que también aumentaría el arsenal de ojivas nucleares, “no sólo para disuadir las amenazas tradicionales, sino también para hacer frente a los ataques biológicos, químicos y quizás incluso cibernéticos”. De esta manera pone fin a 30 años de desarme gradual desde la caída de la Unión Soviética. Una andanada de críticas cayó sobre 10 Downing Street, la sede del gobierno. Vinieron de las otras potencias nucleares, de Irán, de los partidos minoritarios encabezados por los verdes y el movimiento antinuclear que fue tan poderoso en los años 90 como para obligar al ejecutivo de entonces a cerrar varias bases militares.
Todo quedó sellado en un documento de 110 páginas titulado “Una Gran Bretaña global en una era competitiva” en el que se asegura que el Reino Unido aumentaría el número de cabezas nucleares a bordo de los submarinos Trident de la Marina Real, de 180 a 260, un incremento de más del 40%. También se especifica que la marina mantendrá en alerta permanente una flota de cuatro submarinos con armamento nuclear, para tener siempre uno en el mar, listo para responder a cualquier agresión. Se estima que, para llegar a construir ese arsenal, Londres necesitará unos 10.000 millones de libras esterlinas, algo así como 13.900 millones de dólares.
El canciller británico, Dominic Raab, aclaró que el país no buscaba una nueva carrera armamentista, sino que “simplemente quería mantener una disuasión mínima creíble”. ¿Por qué? “Porque es la última garantía, la última póliza de seguro contra la peor amenaza de estados hostiles”, respondió Raab.
La diputada del Partido Verde, Caroline Lucas, calificó la medida como “un uso provocador, ilegal y moralmente obsceno de los recursos”. El Partido Nacional Escocés tuiteó: “Una suma vergonzosa de dinero que podría utilizarse en cambio para abordar la pobreza infantil”. El líder del Partido Laborista, Keir Starmer, dijo que su partido sigue comprometido con el programa de submarinos Trident y el mantenimiento de una disuasión creíble, pero enfatizó en la Cámara de los Comunes que el plan de Johnson de aumentar el arsenal “rompe el objetivo de los sucesivos primeros ministros y de los esfuerzos de todos los partidos para reducir nuestro arsenal nuclear. No explica ni cuándo, ni por qué, ni con qué propósito estratégico”. Y Kate Hudson, secretaria general de la Campaña para el Desarme Nuclear, escribió en un comunicado: “No es el momento de iniciar una nueva carrera armamentística. Mientras el mundo lucha contra la pandemia y el caos climático, resulta increíble que nuestro gobierno opte por aumentar el arsenal nuclear”.
Durante décadas, Gran Bretaña presumió de tener “un mínimo arsenal nuclear para uso disuasivo”. De las cinco potencias nucleares reconocidas por el Tratado de No Proliferación Nuclear (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña), el arsenal británico es el más pequeño y el único con un único medio de lanzamiento: los submarinos. Los sucesivos gobiernos británicos redujeron las fuerzas nucleares a más de la mitad entre las décadas de 1980 y la del 2000.
En el momento álgido de la Guerra Fría, Gran Bretaña tenía más de 500 cabezas nucleares, que podían ser lanzadas por bombarderos y submarinos. Tras el colapso de la Unión Soviética, Gran Bretaña se deshizo de los bombarderos nucleares y redujo drásticamente su arsenal. Una revisión de la defensa en 1998 dispuso que Gran Bretaña llevara el número de ojivas operativas disponibles a menos de 200. Otra revisión en 2006 redujo esa cifra a menos de 160. Y en 2010, el gobierno anunció que el arsenal global -que incluye las ojivas disponibles operacionalmente y las de reserva- se reduciría de 225 a menos de 180 para mediados de la década de 2020, una decisión reiterada por el gobierno liderado por los conservadores en 2015. La Royal Navy creía que eso era suficiente para infligir un daño considerable a Rusia, el principal adversario.
El anuncio de esta semana indica que ya no se considera un arsenal suficiente ante las nuevas amenazas. “Algunos estados están ahora aumentando y diversificando significativamente sus arsenales nucleares”, dice el documento presentado por Johnson, en referencia a Rusia, China y “posiblemente” Corea del Norte. “Están invirtiendo en nuevas tecnologías nucleares y desarrollando nuevos sistemas nucleares de combate”, es decir, “armas diseñadas para obtener ventajas militares en el campo de batalla y no para la disuasión”. En respuesta, Gran Bretaña “elevará el límite de su arsenal global a 260 ojivas”. También dejará de publicar las cifras del número de misiles y ojivas que lleva cada submarino, con el objetivo de “complicar los cálculos de los posibles agresores”.
De acuerdo a los expertos en armamento de la revista especializada Jane´s “en teoría, más ojivas chinas o mejores ojivas rusas no deberían cambiar las necesidades nucleares de Gran Bretaña en un sentido u otro”. Gran Bretaña mantiene un submarino en operaciones en todo momento, en una práctica conocida como disuasión continua en el mar, o CASD. La ventaja de tener las armas nucleares propias escondidas en el océano, en lugar de en tierra, es que corren poco riesgo de ser eliminadas por las armas enemigas, por muy numerosas o sofisticadas que sean. De esta manera, los misiles de los submarinos británicos podrían alcanzar fácilmente ciudades como Moscú o Beijing.
Entonces, ¿para qué necesita, realmente, Gran Bretaña más ojivas nucleares? Una posibilidad es que Gran Bretaña esté preocupada por las futuras mejoras en las defensas de misiles rusas o chinas, que requerirían un mayor volumen de ataque para infligir el mismo nivel de daño. Otra razón es que necesitaría más de un submarino en el mar cargado con misiles nucleares para cubrirse del riesgo de un avance en la tecnología para la guerra antisubmarina.
Heather Williams, del King’s College de Londres, explicó en un artículo en la revista The Economist que “Rusia está desarrollando armas de doble capacidad -misiles que pueden llevar ojivas convencionales o nucleares- y reduciendo su umbral nuclear, lo que significa que, en caso de un conflicto, podría utilizar armas nucleares antes que cualquier enemigo. Si Rusia utilizara armas de bajo rendimiento de este modo, sería desproporcionado tomar represalias destruyendo Moscú. Pero si Gran Bretaña quisiera responder de la misma manera -el rendimiento de sus propias ojivas W76 puede reducirse, hasta cierto punto- necesitaría estar segura de tener suficientes ojivas restantes para un posterior y mayor intercambio nuclear”.
También hay un componente muy “Borista”, el de mostrarse más fuerte de lo que realmente es. Y el documento en el que se basó el anuncio de Johnson tiene mucho de eso. Dice también que las Fuerzas Armadas “disuadirán y desafiarán las incursiones en las aguas territoriales británicas de Gibraltar” y “mantendrán una presencia permanente en las Islas Malvinas, la Isla de Ascensión y el Territorio Británico del Océano Índico”. Una fuente del gobierno dijo a The Telegraph: “El Reino Unido está lejos de abandonar sus compromisos transatlánticos. Se están reforzando y se mantienen en alta consideración”. Una provocación sin mayor sentido que tuvo inmediata respuesta desde Argentina. Para el ministro de Defensa, Agustín Rossi, la ratificación de mantener su “presencia militar permanente” en las Malvinas, representa la “reafirmación de la pretensión colonialista” que tiene Londres sobre las islas. En tanto, el secretario para los asuntos de Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Daniel Filmus, consideró que “la mirada que ha planteado Johnson es claramente colonial” y evaluó que “es grave el aumento del armamentismo” proclamado por el país europeo.
La salida de la Unión Europea llevó a Boris Johnson a tener que ratificar por diferentes vías que Gran Bretaña no sólo sigue siendo una potencia, sino que está dispuesta a “competir” de igual a igual con los otros grandes poderes globales. Pero los analistas en temas de Defensa creen que por ahora, todo es retórica. Seguramente habrá réplicas por debajo de la mesa desde Washington, Moscú y Beijing. También desde Bruselas. Y, por supuesto, de los contribuyentes británicos que no están dispuestos a aceptar semejante gasto sin una larga lucha.
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