Donald Trump acudió ayer a la «Pequeña Venezuela» a pedir personalmente el voto para poder ganar de nuevo el estado de Florida y, de ese modo, la presidencia. Reunido con votantes latinos, el presidente hizo una advertencia que suscitó aplausos extáticos de sus partidarios: «Nosotros podríamos convertirnos en Venezuela, mirad cómo estaba Venezuela hace 20 años, tenía un futuro tremendo, y entonces cambió de ideología y hoy por hoy tenemos que mandarles agua, comida y medicinas, porque no tienen, y eso que tienen crudo, pero han fracasado, el país es un desastre absoluto, y todo por la ideología, algo que podría pasar aquí, podríamos acabar siendo Venezuela pero con anabolizantes».
No es que Trump esté en campaña para ganar todo el voto latino. Le basta con movilizar a las personas de ascendencia cubana y venezolana en el sur de Florida, para reeditar una victoria como la de 2016, que fue ajustada pero suficiente. Entonces, el presidente logró en el estado 4.617.886 votos, frente a los 4.504.975 de la demócrata Hillary Clinton. Florida cuenta con 29 de los 538 votos del colegio electoral. Se necesitan al menos 270 para ganar.
Encuestas ajustadas
Las últimas encuestas llevan semanas vaticinando un empate en Florida, aunque una de las más recientes, de la cadena Abc y el diario The Washington Post sitúa a Trump cuatro puntos por encima de Biden, ya superando el margen de error. El presidente es consciente de la importancia del estado, y está convencido de que puede ganar en él, de ahí que haya estado allí doce veces en este año. Fuera de la capital y el estado vecino de Virginia, Florida es el lugar al que más ha viajado en 2020.
En su discurso de ayer, el presidente puso de relieve el contraste entre sus políticas y las del anterior gobierno, del que Biden era vicepresidente. Sobre todo, Trump sacó a colación un encuentro de 2015, breve, entre Biden y Nicolás Maduro durante una toma de posesión de Dilma Rousseff en Brasilia. «Cuando era vicepresidente se vio con el dictador venezolano Maduro y se deshizo en halagos hacia él», dijo el presidente ayer, provocando abucheos contra el demócrata entre el público. Biden ha dicho en varias ocasiones que en aquella breve conversación se enfrentó a Maduro, aunque las imágenes de entonces los muestran a ambos sonrientes en un ambiente cordial. Varios testigos han dicho después que Biden alabó la frondosa cabellera del dictador venezolano.
En vísperas de la visita de ayer, el equipo de Trump lanzó una campaña en redes sociales bajo el lema «Joe Biden es una marioneta de los castrochavistas que controlan su partido». La estrategia, que el presidente siguió con diligencia en su discurso de ayer, es presentar a Biden como un candidato a merced del ala izquierda de su partido, encarnada por el senador Bernie Sanders y la diputada Alexandria Ocasio-Cortez, a los que la campaña de Trump tildó ayer en un correo de «neomarxistas». «Biden se ha comprometido a ser uno de los presidentes más progresistas de la historia de EE.UU. Los hispanos saben exactamente lo que significa progresista, y no queremos esa ideología basura aquí en EE.UU.», dijo la campaña en un correo electrónico.
Uno de los mayores lastres para los demócratas en Florida es el acuerdo de Obama con la dictadura cubana, que llevó al restablecimiento de relaciones diplomáticas. El propio Biden llegó a visitar La Habana en 2015 para inaugurar la nueva embajada. Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump ha vuelto a imponer sanciones de la ley del embargo e incluso a autorizado que entre en vigor la parte de esa norma que permite denunciar en juzgados de EE.UU. a empresas extranjeras que se lucren explotando bienes confiscados durante la revolución comunista en la isla. Los republicanos se opusieron a aquel acuerdo, y hoy controlan tanto el gobierno del estado como los dos escaños de este en el Senado federal.
Candidato católico
El candidato demócrata, sabedor de ese handicap, ha tratado de cortejar el voto cubano y venezolano, aunque de momento no ha tenido ningún gran acto ese campaña en el sur de la Florida. Sí compartió Biden un mensaje el jueves en la red social Twitter más en la línea de los de Trump, con un guiño a los católicos, de los que él es parte: «En el Día de la Virgen de las Mercedes, acompaño en solidaridad a todos los defensores de derechos humanos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y rezo por la liberación de todos los presos políticos». Son Cuba, Nicaragua y Venezuela los tres regímenes que el propio Trump ha bautizado como «la troika de la tiranía». La mayoría de hispanos en EE.UU. son católicos.
El presidente se ha empadronado recientemente en Florida, en su residencia de Palm Beach. En 2016 votó en Nueva York, al tener su residencia oficial en su célebre torre de Manhattan. Tiene además un hotel con campo de golf en el mismo Doral, que se halla en el condado de Miami.
En la ronda de preguntas de ayer, una de las asistentes dijo abiertamente que Trump merece el Nobel de la Paz, al que ha sido propuesto por un diputado finlandés. La audiencia le dedicó entonces su aplauso más enardecido, con cánticos de «cuatro años más».
abc
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