Desde que el Rey Salmán llegó al trono de Arabia Saudí en 2015, a su hijo Mohamed bin Salman (34 años)se le ha mencionado con tanta frecuencia en la prensa de todo el mundo que ya se le conoce por la abreviatura que le han dado los medios: MBS. Unas siglas extendidas por todo el planeta, pero que han adquirido un significado especial en su país, donde muchos se refieren al Príncipe heredero con sus iniciales porque temen hasta pronunciar su nombre. Todo lo que MBS tiene de rico y poderoso lo tiene también de despiadado.
Aquejado el Rey Salmán de alzéhimer desde hace algún tiempo, MBS es quien ejerce como jefe de facto del Gobierno en Arabia Saudí. Amante de las videoconsolas, controla su reino de la misma forma que maneja el joystick cuando está inmerso en el videojuego de estrategia «Age of Empires», su favorito. En su país, todos hablan de él como un joven reformista que tiene visión de futuro y que ha permitido que las mujeres puedan trabajar, conducir, sentarse con hombres en restaurantes e, incluso, ir al fútbol. Meros golpes de efecto que combina con sus apariciones en las páginas salmón por la gestión de su extensa fortuna.
De la frontera de Arabia Saudí hacia el exterior, nadie pasa por alto que el nombre de MBS aparezca asociado a conflictos y tensiones internacionales, como la guerra en Yemen o por el asesinato del periodista opositor Jamal Khashoggi en 2018 en Estambul. Aunque MBS siempre negó haber tenido algo que ver en este suceso, lo cierto es que ya es conocida su obsesión por abatir a sus enemigos.
Sobre todos estos detalles hablan los periodistas Bradley Hope y Justin Scheck en «Blood and Oil: Mohammed bin Salman’s Ruthless Quest for Global Power» («Sangre y petróleo, la lucha despiadada de Mohammed bin Salman por el poder global»). Publicado esta semana por el grupo editorial Hachette, este nuevo libro sobre la figura de MBS es fruto de una larga investigación en la que se desgrana todo tipo de detalles sobre la infancia y adolescencia del Príncipe heredero, como si se tratase de un perfil psicológico. También narra aspectos de la vida privada de MBS, que él ha pretendido ocultar. Tal es el caso de la fiesta que organizó en julio de 2015 con sus amigos para celebrar que su padre había llegado al Trono y, por tanto, él se convertía en Príncipe heredero. Por aquel entonces, MBS era un joven anónimo que, de cara a la galería, quería alejarse de la imagen frívola y excéntrica de otros príncipes que anteriormente habían ocupado su puesto. Nada más lejos de la realidad.
Pruebas médicas para ellas
Según cuentan Hope y Scheck, MBS alquiló la isla privada de Velaa, en Maldivas, uno de los destinos más lujosos, caros y exclusivos del mundo. Los festejos duraron casi un mes y comenzaron con la llegada en avión desde Rusia y Brasil de 150 mujeres, que serían la diversión durante aquellos días de «unas pocas docenas» de hombres. Nada más llegar, fueron trasladadas al centro médico que el Príncipe heredero había mandado instalar. Solo después de que dieran negativo en pruebas de enfermedades de transmisión sexual, Mohamed bin Salman y sus amigos desembarcaron en la isla.
Según los cálculos del libro, MBS se gastó 50 millones de dólares (42 millones de euros). Su obsesión por la privacidad fue tal, que prohibieron a los 300 empleados el uso de móviles inteligentes y, si normalmente cobraban 1.200 euros al mes, se les pagó cerca de 5.000, así como generosas propinas para comprar su silencio.
Lo único que trascendió sobre la fiesta fueron unas imágenes donde se podían ver a Pitbull, Jennifer Lopez y el rapero coreano Psy («Gangnam style») llegando a Maldivas. También, una foto de Shakira aterrizano en al Aeropuerto Internacional Ibrahim Nasir acompañada por Gerard Piqué. Todos ellos dieron un concierto privado en Velaa para MBS y sus invitados, que ocuparon las 43 villas de la isla; algunos de ellos, se llevaron a su mayordomo.
La mayor parte del día, el Príncipe heredero y sus amigos lo pasaban durmiendo y con el atardecer comenzaban las fiestas, en las que también contaron con DJ Afrojack. Y en cada amanecer, antes de recalar en sus respectivas villas, MBS y sus invitados bajaban hasta la playa, donde se divertían con un cañón de nieve artificial.
La fiesta terminó de forma apresurada cuando el portal «Maldives Finest» publicó algunos detalles de la celebración. Ante el temor de los saudíes a que residentes de otros países musulmanes les vieran bebiendo alcohol, abandonaron la isla. Las mujeres fueron las últimas en marcharse.
abc
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