Italia recupera las ventanas anti-contagio de la época de la peste con el motivo de coronavirus

  19 Agosto 2020    Leído: 476
Italia recupera las ventanas anti-contagio de la época de la peste con el motivo de coronavirus

Denominadas «buchette del vino», se trabajaban para vender vino sin contacto físico entre comprador y vendedor.

En Florencia, y en otras veintisiete ciudades de la región de Toscana, han renacido las «ventanillas del vino». Se trata de ventanucos, ventanas pequeñas y estrechas, que se usaron hace cuatrocientos años, cuando esas ciudades fueron azotadas por la peste. Ahora los bares y locales comerciales han comenzado a reutilizarlas para servir copas, cafés, aperitivos, cócteles, helados e incluso libros. En los tiempos del coronavirus, esos viejos ventanucos, que muchos italianos no sabían para qué servían, se han convertido en una necesidad y una moda. Con el paso de los siglos, muchas fueron eliminadas o tapadas. Pero aún se encuentran por decenas en los centros históricos de Toscana. Exactamente, quedan unas ciento ochenta en Florencia –de ellas, ciento cincuenta están en el centro histórico–, y hay al menos otro centenar en diversas ciudades de la región como Siena, Pisa, Pistoya, Cortona, Montepulciano o San Gimignano. Y otras siguen descubriéndose. En Italia son conocidas como «Buchette del vino» (Ventanas de vino). Estaban situadas cerca de las puertas de los antiguos palacios de los nobles, a media altura, para vender el vino evitando el riesgo de que el comprador y el vendedor se contagiaran con la pandemia de la peste bubónica que se difundió en Italia desde 1629 hasta 1633.

Se estima que en el norte de Italia, entre 1630 y 1631, murieron 1.100.000 personas a causa de la peste, de entre una población total de unos cuatro millones. Para evitar el contagio, se colocaba un frasco en las ventanillas, que eran de piedra o solían tener un marco de madera o de hierro. Los sirvientes y empleados de las familias ricas o aristocráticas lo llenaban de vino. El cliente entregaba el dinero en una paleta de cobre, que inmediatamente se esterilizaba en vinagre para evitar infecciones. El cliente podía comprar también vino enfrascado. Todas las ventanillas tienen unos 30 centímetros de altura porque era la medida ideal para colocar los frascos o jarras de vino que se usaban en esa época.

Para hacer conocer a estas reliquias del pasado y revalorizarlas, como testimonio de una época y de una costumbre muy particular que se olvidó con el tiempo, nació incluso en el año 2015 la asociación cultural « Buchette del vino», que ha elaborado un mapa con el censo completo de estas ventanillas en las que se vendía directamente el vino del productor al consumidor.

«Ventanillas anti-contagio». Así las llama ahora la citada asociación florentina. La historia de la «buchetta» (literalmente, pequeño agujero; la palabra italiana deriva de buca, agujero) aparece contada en el «Informe del contagio en Florencia entre 1630 y 1633», redactado por el académico florentino Francesco Rondinelli, y donde cuenta la terrible epidemia que azotó a toda Europa. Se trata de un documento de 1634 encontrado por Diletta Corsini, historiadora del Arte y vicepresidenta de la Asociación Buchette del Vino. Según Corsini, «en ese texto muy antiguo todavía no se menciona la «buchetta», sino que de forma genérica se habla de «sportello» («ventanilla»)».

Esta tradición pertenece únicamente a la Toscana; no se encuentra en ningún otro lugar de Italia o del mundo; se hizo más popular en los años de la peste, pero las ventanillas se habían creado un siglo antes. Cosme I de Médici (Florencia, 1519 – Florencia,1574) decretó que los nobles de Florencia y de Toscana podían vender en sus palacios el vino que producían, sin pagar impuestos ni a los intermediarios. Fue una decisión de Cosme I para ganarse a los nobles y tenerlos de su lado, pero la medida beneficiaba también a la gente corriente, porque podían comprar el vino más barato, sin pagar impuestos por él. Así, quienes deseaban beber un vino Antinori o Frescobaldi –famosas familias todavía hoy productoras de vinos conocidos– acudían a sus respectivos palacios.

Otro uso de estos «ventanucos» de los palacios nobles era el de la caridad. Era costumbre dejar comida o una jarra de vino para los más necesitados.

En tiempos difíciles, siempre se encontraron soluciones para resolver todo tipo de problemas. Hoy, en tiempos de la pandemia del Covid-19, una antigua tradición vuelve a renacer.

abc


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