El viaje que el secretario de Estado de EE.UU. ha realizado a Centroeuropa se salda con un nuevo equilibrio de las relaciones trasatlánticas, en las que Polonia emerge como nuevo principal punto de anclaje y Austria pugna por sumar puntos. Esta nueva constelación solidifica en el acuerdo militar firmado por Mike Pompeo con el Gobierno de Varsovia para trasladar al memos mil soldados estadounidenses a territorio polaco, que servirán para «fortalecer la capacidad de disuasión de la OTAN, reforzar la seguridad europea y ayudar a asegurar la democracia, la libertad y la soberanía».
Estos mil soldados se sumarán a la fuerza rotatoria de 4.500 efectivos, instalados ya en el país y permitirán a partir de octubre el establecimiento en Polonia del cuartel del Comando Avanzado del Quinto Cuerpo, la dirección de mando centralizado de todas las tropas estadounidenses destacadas en el flanco oriental de la OTAN.
Es altamente probable que sean también destinados a Polonia al menos parte de los 12.000 soldados que Washington ha anunciado que sacará de Alemania, país en el que permanecen actualmente 36.000 efectivos estadounidenses, de los cuales 6.400 regresarán a casa y otros 5.600 serán redistribuidos en Europa. Se trata de fuerzas que llevaban estacionadas en bases alemanas desde el final de la II Guerra Mundial.
El acuerdo, que debilita la privilegiada relación con Washington que mantenía hasta ahora Alemania y que ignora a la Unión Europea como interlocutor, establece asimismo un marco legal para la «presencia permanente de tropas estadounidenses estacionadas en Polonia y posibilita cualquier futura potencial ampliación del personal militar americano en el país». Ha sido forjado, además, sobre la base de una considerablemente mayor hostilidad hacia Rusia que la línea de apaciguamiento que siguen las autoridades de Bruselas.
Tanto Pompeo como su homólogo polaco, Jacek Czaputowicz, mantuvieron en sus declaraciones tras la firma del acuerdo un tono duro con Moscú y abiertamente en contra del Gobierno de Bielorrusia. «Exigimos a los dirigentes de Bielorrusia que empiecen a respetar los derechos humanos fundamentales y se comprometan a dialogar con la sociedad para encontrar una fórmula de coexistencia conjunta», dijo el ministro de Exteriores polaco, que mencionó «un periodo de transición hasta unas elecciones».
«Nuestro objetivo común es ayudar al pueblo bielorruso a alcanzar su propia soberanía, su propia libertad», afirmó por su parte Pompeo, sin aclarar la naturaleza de la posible intervención. «Este acuerdo refuerza nuestra cooperación y aumenta la presencia militar de EE.UU. en Polonia para Bielorrusia».
Gastos compartidos
Políticamente, la visita de Pompeo supone un valioso respaldo para el Gobierno polaco, en manos del partido Ley y Justicia (PIS) desde 2015, que no solamente se enfrenta a acusaciones de fraude en las recientes elecciones presidenciales, sino que además acaba de ver su economía entrar en recesión por primera vez desde la caída del comunismo. De hecho, el Gobierno de Varsovia ha sido muy complaciente en la negociación del acuerdo, admitiendo una «cláusula de extraterritorialidad» que permitirá a las tropas estadounidenses en su territorio no someterse a la ley polaca. Además Polonia compartirá los gastos, incluidos los de alimentación y alojamiento de los soldados por un coste estimado al año de 500 millones de zloy, unos 115 millones de euros.
«Lo que es extremadamente importante es que no solo nosotros nos beneficiamos de esta cooperación, sino que también aporta seguridad a nuestra región», celebró el recién elegido presidente de Polonia, Andrzej Duda, que asintió a las declaraciones de Pompeo en las que señalaba que las elecciones del pasado domingo en Bielorrusia, en las que resultó elegido por sexta vez consecutiva Alexandr Lukashenko, no fueron «ni libres ni justas» y que el gesto de la liberación de los manifestantes «no es suficiente».
abc
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