En medio de la pandemia del coronavirus, la visita está más que justificada porque Taiwán es uno de los países que mejor ha luchado contra la enfermedad Covid-19. A pesar de su cercanía con China, solo ha registrado 480 contagiados, la mayoría importados, y siete fallecidos. Justo en el extremo opuesto se sitúa EE.UU., con cinco millones de infectados y 160.000 muertos, un cuarto del total mundial.
Para aprender de la eficacia taiwanesa, Azar visitará su Centro de Control y Prevención de Enfermedades y firmará un memorándum de cooperación con el Gobierno en materia de sanidad. Una relación directa entra ambas Administraciones que, junto a la reunión prevista con la presidenta Tsai Ing-wen, enfurecerá a Pekín, que intenta aislar internacionalmente a su Ejecutivo por su discurso soberanista. «El asunto del Estrecho de Taiwán es el más sensible al que se enfrentan las relaciones entre EE.UU. y China. Esperamos que EE.UU. detenga los intercambios oficiales entre los dos lados para evitar dañar las relaciones con China y mantener la estabilidad», advirtió la semana pasada en Pekín el portavoz de Exteriores, Wang Wenbin.
Aunque la Casa Blanca se guardará de reconocer a Taiwán como un Estado soberano y de restablecer la relaciones diplomáticas, mantenidas ahora con oficinas de representación económica y cultural, Trump seguirá jugando esta baza en su Nueva Guerra Fría contra China. El coronavirus ha agravado las disputas comerciales, políticas y tecnológicas entre ambas superpotencias y, de aquí a las elecciones estadounidenses de noviembre, se espera que Trump siga atizándole a Xi Jinping cada vez que pueda, entre otras cosas para desviar la atención sobre su nefasta gestión de la pandemia en casa.
Por eso, y aunque no haya lazos diplomáticos, es probable que otros altos cargos del Gobierno estadounidense empiecen a recalar en Taiwán a partir de ahora. De hecho, la visita de Azar es la primera desde que, en 2018, Trump firmara el Acta de Viajes a Taiwán, que fomentaba las relaciones directas entre ambas partes. Desde entonces, el Congreso ha aprobado otras cuatro mociones, como el Acta sobre la Participación Internacional de Taiwán, para abogar por la admisión de la isla en organismos internacionales donde ahora está vetada por la presión de China. Uno de ellos es la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde se ha vuelto a abrir el debate sobre su inclusión tras su éxito a la hora de frenar el coronavirus.
«Aterrizados en Taipéi. Nuestra delegación del Departamento de Salud y Servicios Humanos lleva mascarillas y ha dado negativo en las pruebas de Covid-19. Honrados de estar aquí para transmitir nuestro apoyo a Taiwán y su liderazgo global en salud», escribió Alex Azar en Twitter al llegar a la isla. En contraposición a las críticas que Trump dedica a China por intentar ocultar la epidemia y supuestamente falsear los datos, su secretario de Salud alabó la semana pasada a Taiwán «como un modelo de transparencia y cooperación en salud global». Frente a las acusaciones contra el autoritario régimen del Partido Comunista, Azar aseguró que «las sociedades libres y democráticas son el mejor modelo para proteger y promover la salud».
El frente taiwanés se suma así al deterioro de las relaciones entre EE.UU. y China, que viven su peor momento y últimamente están chocando prácticamente en todo. Pero la carta de Taiwán no es nueva para Trump porque, tras ganar las elecciones en 2016, recibió la llamada de Tsai Ing-wen para felicitarle, primera vez que los presidentes de ambos países hablaban oficialmente desde 1979. Ese año, Washington cortó sus lazos diplomáticos con Taipéi para establecerlos con la pujante China, pero se comprometió a seguir proporcionándole la defensa que necesite en un lucrativo negocio de venta de armas que ha continuado hasta ahora.
abc
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