Nagasaki manifesta a Japón que firme el acuerdo de la ONU prohibiendo las armas nucleares

  09 Agosto 2020    Leído: 575
Nagasaki manifesta a Japón que firme el acuerdo de la ONU prohibiendo las armas nucleares

En una pequeña ceremonia con solo quinientas personas para evitar contagios por el coronavirus, una décima parte que en ocasiones anteriores, la ciudad japonesa de Nagasaki ha conmemorado este domingo los 75 años de la segunda bomba atómica, lanzada por Estados Unidos tres días después de la de Hiroshima para forzar la rendición del país en la Segunda Guerra Mundial.

Además de recordar a los 70.000 muertos que dejó, el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, ha vuelto a pedir el fin de las más de 13.000 armas nucleares que quedan en el mundo, la mayoría en EE.UU. y Rusia. «Si, como con el nuevo coronavirus, que no temíamos hasta que empezó a propagarse a nuestro alrededor, la Humanidad no es consciente de la amenaza de las armas nucleares hasta que sean usadas de nuevo, nos encontraremos de nuevo en un apuro irrevocable», alertó Taue ante representantes de 70 países, según recoge la agencia Kyodo.

Aprovechando la presencia del primer ministro nipón, Shinzo Abe, le instó a que su Gobierno ratifique el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares aprobado por 122 Estados miembros de la ONU en julio de 2017. Con tres nuevas firmas esta semana, faltan siete para llegar a los 50 países que son necesarios para que entre en vigor. Pero las potencias nucleares no lo han ratificado y Japón tampoco porque está bajo la protección del paraguas atómico de Estados Unidos, su principal aliado desde el final de la guerra.

«Entre los Estados nucleares y los países bajo sus paraguas atómicos ha habido voces clamando que es demasiado pronto para tal tratado. Pero no es así. En realidad, la reducción de las armas está llegando muy tarde», advirtió el alcalde ante Abe. Pero este, repitiendo calcado su discurso de Hirohsima hace tres días, eludió la cuestión y se limitó a comprometerse con un «mundo libre de armas nucleares».

Como la mayoría de Estados, Japón sí ha suscrito el Tratado para la No Proliferación Nuclear y mantiene sus tres principios de no producir, poseer ni permitir armas atómicas en su territorio. Pero el demostrado militarismo del Gobierno Abe y las crecientes tensiones políticas en el mundo, exacerbadas por la pandemia del coronavirus, están acabando con el liderazgo pacifista que había abanderado Japón tras sufrir las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

Como hace hoy 75 años, esta importante ciudad portuaria del suroeste de Japón se ha parado a las once y dos de la mañana (cuatro y dos de la madrugada, hora peninsular española), el momento exacto en que cayó la bomba. Inicialmente, el objetivo de EE.UU. era Kokura, un polo industrial algo más al norte en la misma isla de Kyushu. Pero las nubes que cubrían la ciudad aquel 9 de agosto de 1945 obligaron al bombardero B-20 «Bockscar» a cambiar su rumbo tras dar varias vueltas en círculo esperando a que el cielo se despejara. Como Nagasaki era también un punto militar estratégico por albergar una fábrica de armas de Mitsubishi, su destino quedaba así sellado para la posteridad por una casualidad meteorológica.

A esa hora fatídica, las once y dos minutos de la mañana, un artefacto de 3,25 metros de largo, 1,5 de diámetro y 4,5 toneladas estallaba a una altura de 500 metros sobre el barrio de Matsuyama-machi, al norte de Nagasaki, y desataba un nuevo infierno en la Tierra. Hoy, un monolito negro señala el lugar donde cayó la bomba, apodada «Fat Man» («El Gordo») por su forma gruesa. Su explosión, equivalente a 21.000 toneladas de TNT, mató a 70.000 de los 240.000 habitantes de la ciudad y dejó más de 120.000 personas sin hogar, ya que destruyó un tercio de las casas de Nagasaki. Al igual que en Hiroshima, la nueva bomba liberaba una cantidad de energía tan descomunal que su onda expansiva arrasaba casi siete kilómetros cuadrados y, con unas temperaturas de miles de grados, abrasaba hasta volatilizar todo cuando encontraba a su paso.

Para honrar a las víctimas de esta tragedia, el novelista Kazuo Ishiguro, de nacionalidad británica pero nacido en Nagasaki nueve años después de la bomba, envió un mensaje pidiendo «no olvidar lo frágil que sigue siendo nuestra civilización» y recordando «el supremo valor de la vida humana».

Ausente también por el coronavirus, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, alertó con otro comunicado de que «los progresos históricos en desarme nuclear están en riesgo porque la red de instrumentos y acuerdos diseñados para reducir el peligro de las armas atómicas y lograr su eliminación se están derrumbando».

El aniversario de las bombas atómicas es especialmente emotivo para los «hibakusha», como se conoce en japonés a los 136.000 supervivientes que todavía quedan, ya que en el último año fallecieron 9.200 según los registros oficiales. Con una edad media de 83 años, saben que no les queda mucho tiempo y no quieren morirse sin ver el final de las armas nucleares. Pero luchan contra un enemigo mucho más peligroso que la radiactividad: el olvido.


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