El alto funcionario etíope, que visitó la oficina de la Agencia Anadolu en la capital Addis Abeba para una entrevista exclusiva, arrojó luz sobre los problemas actuales de gran alcance que enfrenta la nación del Cuerno de África de casi 110 millones.
Nigusu dijo que uno de los desafíos más difíciles de las reformas políticas, económicas y sociales de los últimos tres años fue la transformación del Gobierno etíope autoritario y excluyente que gobernó el país durante casi tres décadas.
Cambiar lo intocable
La administración está dirigida por el primer ministro ganador del Premio Nobel de Paz, Abiy Ahmed, quien asumió el cargo en 2018. Ahmed era parte del otrora partido gobernante, el Frente Democrático Revolucionario Popular Etíope (EPRDF), una coalición de cuatro partidos étnicos que derrocó a la junta militar encabezada por el coronel Mengistu Haile Mariam en 1991.
Como parte de la reforma política, el EPRDF se disolvió y en 2019 se formó una nueva coalición gobernante, el Partido de la Prosperidad (PP), compuesto por ocho partidos regionales. El Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), que era el más fuerte de la coalición disuelta del EPRDF, se negó a unirse al PP y se posicionó como oposición de la administración de Ahmed.
“El gobierno dominado por el TPLF se había transformado en un todopoderoso Estado autoritario corrupto que cometió delitos de gran alcance”, dijo Nigusu, y agregó que la detención ilegal y la tortura de miembros de los partidos de oposición y periodistas, así como la supresión de la libertad de expresión, fueron ampliamente practicados.
Según Nigusu, la audaz reforma introdujo las instituciones necesarias para realizar elecciones libres y justas, también creó un poder judicial independiente, entidades para la protección de los derechos humanos y la libertad de prensa.
“Además, hemos liberado a miles de prisioneros políticos y hemos permitido que muchos partidos armados de oposición regresen a casa, lo que marca el comienzo del pluralismo político”, señaló Nigusu.
Agregó que las reformas políticas, ampliamente aceptadas, y el respeto por los derechos humanos también cambiaron la imagen global de Etiopía, que en el pasado había sido calificado como “el peor abusador de derechos y carcelero de periodistas”.
Evaluaciones globales y preocupaciones
Según el Índice de Libertad de Prensa Mundial 2020 compilado por Reporteros sin Fronteras, una organización no gubernamental con sede en París, “Etiopía ha subido 11 puntos en el Índice de Libertad de Prensa Mundial 2020 y ahora ocupa el puesto 99 entre 180 países que más respetan la libertad de información”.
Sin embargo, a principios de mayo, Amnistía Internacional acusó a las fuerzas de seguridad etíopes de cometer graves violaciones de derechos humanos en los estados regionales de Oromia y Amhara entre enero de 2018 y diciembre de 2019.
Las acusaciones incluyen desalojos arbitrarios y asesinatos en la región de Oromia, donde las fuerzas de seguridad habían estado luchando contra el Ejército de Liberación de Oromo (OLA) al que se le permitió regresar a casa y reanudar su lucha armada contra la administración reformista.
El Gobierno etíope acusa a OLA de matar a funcionarios y crear inestabilidad en Oromia al conspirar con opositores a la reforma.
Sin embargo, a principios del mes pasado, el Fiscal General del país desestimó la mayoría de las acusaciones de Amnistía como “fundamentalmente defectuosas”, pero admitió que algunas de las acusaciones se consideraron “parcialmente ciertas y la mayoría de los casos han sido investigados”.
Según Nigusu, la transformación del comportamiento antidemocrático, profundamente arraigado, fue un proceso minucioso. “Se hará cumplir el estado de derecho y la rendición de cuentas”.
Partidos en guerra
Ha habido un consenso en todo el espectro político de que la falta de una “política democrática de consentimiento" y la persistencia de una "cultura de la captura violenta del poder del Estado" representa una "amenaza para la formación del sistema político pluralista”.
Abdulkadir Adem, un economista educado en Turquía y presidente del recién fundado Partido Libertad e Igualdad que lucha por “pluralismo e inclusión”, dijo a la Agencia Anadolu que el panorama político etíope se caracterizaba por “divisiones, odio y demonización”.
“La situación había creado desconfianza entre los partidos políticos, haciendo prácticamente imposible la política democrática de consentimiento”, dijo Adem. “Los partidos gobernantes y de oposición no habían logrado poner el interés público por encima de la política del partido”, añadió.
A pesar de la prometedora política de competencia democrática y pacífica, la cultura de tomar el poder a través de la insurrección armada sigue siendo una amenaza existencial para la paz y la democratización, señaló Nigusu.
Política de identidad
El Gobierno ha acusado al nacionalismo étnico, que resulta en violencia recurrente de origen étnico y religioso, así como al sabotaje por parte de algunos miembros del liderazgo del TPLF y a adversarios extranjeros de intentar acabar con la reforma.
“El federalismo étnico se había instituido para promover las identidades étnicas a expensas de nuestra identidad etíope colectiva”, señaló Nigusu, y agregó: “Esta fue la principal causa de ataques y expulsiones de base étnica”.
Según el funcionario, la reforma ha estado tratando promover las dos identidades, la ética y la etíope, como base de una sociedad multicultural vibrante.
Nigusu dijo: “A pesar de los desafíos, la reforma tendrá éxito y no volveremos al autoritarismo”.
Relaciones Etiopía-Turquía
En cuanto a las relaciones de Etiopía con Turquía, Nigusu dijo que Addis Abeba, capital del país africano, está decidida a mejorar aún más sus buenas relaciones con Ankara.
“El tiempo requiere que ambos gobiernos avancen las relaciones a un nivel superior para beneficiar a la gente de las dos naciones”, agregó. “Con este fin, estamos manteniendo continuas deliberaciones”, añadió.
“Estamos seguros de que Etiopía y Turquía forjarán vínculos confiables”, concluyó.
anadolu
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