Según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el comercio entre esta región y China llegó en 2018 a los USD 307.000 millones, con lo que el país asiático se convirtió en su segundo socio comercial. Mientras que, según el organismo, desde el 2015 China ya es el principal socio comercial de América del Sur.
Por su parte, EEUU sigue siendo el principal destino de las exportaciones latinoamericanas. Datos de la revista especializada en negocios Forbes indican que la nación de América del norte es el principal destino de las exportaciones latinoamericanas, con el 44,2%, mientras China es segunda, con el 10,3%.
Pese al aumento en las tensiones entre los dos países, para el profesor e investigador de la Universidad Externado de Colombia, David Castrillón, los efectos de la disputa no se sentirán mucho en la región, pues considera que las acciones generadas por la administración de Donald Trump son más mediáticas y tienen como fin atraer votos meses previos a las elecciones en EEUU.
“Más allá de noviembre, quede Trump o Joe Biden, lo que yo esperaría es más un regreso a las relaciones previas al coronavirus, relaciones más regulares, incluyendo en la región”, señaló.
Según el académico, pese a que Washington ha tratado de imponerle una falsa dicotomía a las naciones latinoamericanas entre tener que elegir a uno de los dos Estados, EEUU no ha sabido cómo ejercer esa presión en los países de la región y estos, por su parte, han optado por mantener relaciones con ambas naciones.
Así mismo, Castrillón señaló que la potencia norteamericana deberá acostumbrarse a vivir con otras potencias, a compartir el escenario y a dejar de ideologizar las competencias económicas. Según el investigador, las naciones latinoamericanas no tienen que elegir entre ser dictaduras comunistas chinas o ser democracias al estilo estadounidense.
“EEUU cree que China quiere convertir al mundo a su imagen, como él mismo lo hecho, pero lo que demuestra la política exterior china y sus principios es que China no tiene el interés de difundir sus modelos políticos económicos en el mundo (…) No estamos como en un escenario de Guerra Fría: el EEUU democrático, líder de la libertad, vs la Unión Soviética comunista represiva; ese no es ese escenario”, resaltó el experto.
Los choques entre las dos potencias se dan en medio de las cada vez más extensas ambiciones de Pekín de expandirse mundialmente. Los líderes chinos de hoy ya no citan la máxima de Deng Xiaoping sobre “esconder la fuerza y aguardar el momento”.
Tras la llegada de Xi Jinping a la presidencia china, en 2013, la nación ha reforzado su objetivo de proteger y promover sus intereses en el extranjero al mismo tiempo que ha aumentado su misión política de evitar que otros Estados se inmiscuyan en sus asuntos internos, en especial en temas sensibles como Hong Kong, Taiwán y la comunidad musulmana en la provincia china de Xinjiang.
En pocos años China pasó de ser económicamente intrascendente para América Latina a ser el principal socio económico de la región. Los prestamos chinos a esta zona superan los USD 133.000 millones, siendo Venezuela el principal receptor de estos dineros, con unos USD 67.200 millones.
Y han sido estos millonarios préstamos los que más han generado especulaciones, pues varios expertos, en especial estadounidenses, han señalado que Pekín los usa para tener cierto control sobre los Estados receptores, acusaciones que han sido negadas por el Gobierno chino, que asegura que solo buscar generar lazos comerciales.
No obstante, para el analista político y director de la consultora de riesgos políticos Colombia Risk Analysis, Sergio Guzmán, con sus préstamos China no busca injerencia en los Estados tanto como sí busca garantizar que los otros Estados no interfieran en los asuntos chinos.
“¿Qué país se ha quejado por la situación en Hong Kong? Probablemente ninguno, porque para todos ellos puede ser una prioridad mantener una buena relación con China, más que defender a Hong Kong (…) Pero China sí tiene acciones de retaliación contra Estados que siente pueden buscar injerir en los asuntos internos chinos. Y eso, creo, es un dilema con el que todos los países de América Latina van a tener que lidiar”, resaltó el experto.
Según Guzmán, el Estado chino juega con el “garrote y la recompensa”, pero no de la misma forma en la que América Latina ha estado acostumbrada a que lo haga Europa y EEUU.
“China donó 1.000 millones de dólares a América Latina en vacunas para la COVID-19. ¿Usted cree que China se va a poner a dar ese dinero a los países que se pongan a denunciar la crisis en Hong Kong o reconozcan a Taiwán? Probablemente no”, aseguró el experto.
Según datos recopilados por Aníbal García Fernández para el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), en su texto "Iniciativa América Crece: América Latina para EEUU", China se convirtió en el principal socio comercial de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, así como el segundo socio comercial de México y Colombia.
Según el experto, las inversiones de la nación asiática se centran en infraestructura, energía, manufactura, innovación tecnológica, agricultura y tecnología de la información.
Para contrarrestar la expansión de China no solo en la región sino en el mundo, el Gobierno estadounidense ha venido usando el argumento del respeto a la trasparencia y los derechos humanos, resaltando la situación en Hong Kong y Xinjiang.
Así mismo, Washington lanzó a finales del año pasado la iniciativa "Growth in the Americas" o "América Crece", cuyo objetivo es estimular la inversión del sector privado estadounidense en el desarrollo de infraestructuras en el continente, excepto en Venezuela, Cuba y Nicaragua, que están fuera por diferencias políticas.
Igualmente, Mauricio Claver-Carone, el principal asesor para las Américas del presidente Donald Trump, indicó que si los Gobiernos de la región pueden ofrecer el entorno adecuado, el sector privado estadounidense está en capacidad de financiar completamente una inversión anual de unos USD 100.000 y USD 150.000 millones.
En este punto Guzmán hace énfasis y señala que la inversión del sector privado estadounidense en la región latinoaméricana no ha sido muy relevante.
“Lo que veo es que EEUU no está ofreciendo nada a cambio. Dice: ‘No permitan inversión china’, bueno, pero, ¿EEUU está atrayendo inversión? No, pero ellos no quieren que los países reciban inversión china. ¿Cuántos oferentes a la licitación del metro de Bogotá fueron estadounidenses? Ninguno, pero sí se quejaron de que China la ganó. ¿Cuántos oferentes hubo para el proyecto del Regiotram (Tren de Cercanías de la Sabana de Bogotá) que fueran estadounidenses? Ninguno”, señaló.
El analista, sin embargo, considera que los países de América Latina no están mirando la relación con China estratégicamente, una relación que dentro de 20, 30 o 40 años va a ser fundamental y que puede definir mucho el atraso o progreso de la región.
“China jamás va a decir abiertamente: ustedes tienen que escoger entre EEUU y China, porque no le conviene, pero el Estado chino sí va a buscar tener una influencia cada vez más marcada en estas regiones”, resaltó el analista, quien considera los lazos económicos de la nación asiática con los países latinoamericanos como el principal factor coercitivo.
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