Tanto el Estado Islámico (ISIS) como el Frente al Nusra (Al Qaeda) combaten en la región del sureste de la capital siria, al igual que la milicia salafista Ejército del Islam, al régimen del presidente Bachar el Asad, apoyado por fuerzas de Rusia, Irán y Hezbolá. Ningún movimiento islamista suní ha reivindicado el ataque. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, que cuenta con un red de informadores sobre el terreno para registrar los combates, dice no tener constancia de que se hayan producido ataques en la zona del aeropuerto de Damasco en los últimos días.
Con la muerte de Badredin, de 55 años, Hezbolá ha sufrido su mayor revés desde que se implicó en el conflicto sirio hace tres años al desplegar a más de 5.000 combatientes, y de haber sufrido más de un millas de bajas mortales en sus filas. Fuentes de los servicios de seguridad sirios señalaron a France Presse que el ataque que le costó la vida se produjo la noche del jueves, en un punto situado a unos siete kilómetros del feudo rebelde de Guta Oriental. El fallecido jefe militar había estado al frente de de la ofensiva de Al Qusair, que en febrero de 2013 contribuyó a aliviar la presión sobre el régimen de El Asad al cortar las principales vías de suministro de las milicias de la oposición desde Líbano. “Proseguiremos la lucha contra los grupos criminales hasta que sean derrotados”, enfatizó el comunicado difundido por Hezbolá. “Es la misma batalla contra la trama sionista y norteamericana en la región”.
Miles de personas le despidieron en la tarde del viernes en un funeral organizado en el sur de Beirut, bastión de la comunidad chií libanesa. Badredin había asumido el mando de la milicia en Siria tras la muerte de su primo y cuñado Imad Mugniyé, en un atentado con bomba en Damasco registrado en 2008, en una acción que Hezbolá atribuyó a Israel, al igual que el ataque que causó la muerte del hijo de este último, Yihad Mugniyé, el año pasado.
Las autoridades israelíes mantuvieron silencio sobre las primeras informaciones que habían atribuido a su aviación el ataque en el la zona del aeropuerto de Damasco. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, reconoció el mes pasado, sin embargo, que sus Fuerzas Armadas han lanzado “decenas de incursiones en Siria” durante los cinco años de guerra contra arsenales o convoyes de transporte de armas de Hezbolá. El pasado mes de diciembre los dirigentes chiles libaneses acusaron directamente a un misil lanzado por la aviación israelí de la muerte de Samir Kantar, comandante de Hezbolá en la región del Golán.
Desde que se le vinculó con el atentado que causó 241 muertos en 1983 en el cuartel de los marines estadounidenses entonces desplegados en Beirut, Bradredin acumuló una largo historial de violencia. El Tribunal Especial para Líbano, creado en 2007 por decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, le había encausado en rebeldía junto con otros miembros de Hezbolá como autor intelectual y ejecutor del asesinato del ex primer ministro libanés suní Rafic Hariri, en un atentado con coche bomba en Beirut en 2005.
El comandante de Hezbolá ya había sido condenado a muerte por varios atentados con explosivos en 1983 en Kuwait, de donde huyó –mientras estaba encarcelado a la espera de que se ejecutase la sentencia– tras la invasión de 1990 por el régimen iraquí de Sadam Husein.
Estados Unidos consideraba que Badredin dirigía la operaciones militares de Hezbolá en Siria. El Departamento del Tesoro le había incluido desde 2012 en la lista de sanciones contra miembros de grupos terroristas. Para Washington, se trataba de un comandante clave, ya que llegó a acompañar al líder de la organización chií, Hasán Nasralá, en encuentros de alto nivel con el presidente el Asad.
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