La moción de censura presentada la semana pasada por el partido socialista que, según los motivos expuestos, se basaba en la incapacidad del gobierno de combatir la corrupción, no prosperó con una holgada mayoría de votos en contra. Fue la crónica de un fracaso anunciado.
Los diputados de GERB, el partido conservador del primer ministro Boiko Borisov, argumentaron su voto en contra por considerar que se trata de un intento de rebelión contra el gobierno legítimamente elegido. Spas Garnevski, del grupo de GERB, declaró desde la tribuna parlamentaria que los argumentos de los socialistas son «la mentira, la estulticia y el odio». Garnevski también atacó al presidente Rumen Radev a quien calificó de un simple sargento aunque su grado como militar es de general. Esta declaración provocó la ira del grupo socialista, que abandonó el hemiciclo coreando «dimisión». Minutos antes, uno de sus diputados exigió que «se desinfectara la tribuna parlamentaria» por considerarla afectada por el virus de GERB. El grupo socialista exigió también que Garnevski sea sancionado por ofensa al jefe de estado, que fue señalado como instigador de las protestas.
Según el antropólogo social y analista Jaralán Alexandrov, en las protestas hay dos grupos: uno exige cambios y el otro, el poder. Algunos comentaristas opinan que una huelga general –una de las reivindicaciones de los que protestan– significaría el caos, considerando la grave situación económica que espera al país en los próximos meses, y la situación de emergencia sanitaria por la crisis del coronavirus, que ha vuelto a tener rebrotes en Bulgaria.
Kalin Sarmenov, director de uno de los teatros de la capital y figura de gran relevancia pública, señalaba en una entrevista publicada ayer: «El presidente Radev azuza a la gente unos contra los otros, exhortándolos a protestar en un momento en que Bulgaria necesita únicamente tranquilidad y avanzar dando pasos sensatos. Los que lideran las protestas desean que el barco en que navegamos tome rumbo a la URSS, pero el barco no viaja en esa dirección y eso los irrita».
Mientras se producía todo este ajetreo, el primer ministro Borisov había logrado un importante éxito en Bruselas al lograr que la UE concediera a Bulgaria €29 mil millones, entre dinero entregado a fondo perdido, subvenciones y préstamos con muy bajo interés. Una vez logrado su propósito Borisov afirmó: «Para aquellos que piden mi dimisión, les digo que les dejo €29 mil millones para los próximos años».
Según los analistas, existen tres posibilidades: dimisión del gobierno y elecciones anticipadas, que el gobierno se mantenga en el poder hasta las parlamentarias de marzo próximo o una amplia remodelación del ejecutivo, variante considerada la más probable.
Pese a las buenas noticias de Bruselas, en las últimas horas de la tarde de ayer volvieron a congregarse varios centenares de personas, cortando el tráfico en una de las principales calles de la capital, con las mismas exigencias del primer día de protestas.
abc
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