Algunos han comparado esta cumbre con ocasiones históricas como la creación del euro. No les falta razón, puesto que el euro funciona desde hace ahora 20 años y el plan de recuperación económica va a gravitar en forma de deuda sobre la vida comunitaria en los próximos 30. Los líderes europeos pasaron ayer sábado de una situación de prácticamente punto muerto y mal ambiente el viernes, a una jornada de trabajo «tranquilo, denso e intenso» como la describió un diplomático europeo. Aunque tampoco llegaron a un acuerdo y terminaron con un gesto de enfado de la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron contra los denominados países «frugales» (Holanda, Austria, Dinamarca, Suecia y ahora también Finlandia), el presidente del Consejo Charles Michel decidió que seguirán intentándolo hoy.
Durante toda la jornada se multiplicaron los encuentros, a dos y a cinco, en pleno, con la Comisión, a solas con el presidente del Consejo, siempre con una serie de puntos invariables: la coordinación entre Francia y Alemania se ha mantenido en el máximo nivel para garantizar el montante final del fondo de recuperación, igual que la perseverancia de Holanda en exigir un control estricto de las condiciones impuestas a los países para recibir esas ayudas, junto a la resistencia encarnizada de España e Italia para asumirlo.
El primer ministro holandés Mark Rutte se había quedado claramente aislado en su intento de forzar la aplicación de la regla de la unanimidad a la hora de aprobar las transferencias de dinero hacia los países necesitados, como garantía de que estos cumplirían con sus compromisos concretos en materia de reformas estructurales. Sin embargo, a lo largo del día se abrió paso una fórmula que algunos han bautizado como «freno de emergencia» y que permitiría a un país que tiene reservas sobre el plan de reforma presentado por otro estado a abrir un debate de los 27 días, ya sea en el Consejo Europeo o en el Ecofin, la reunión de los ministros de economía europeos, para verificar que se cumplen correctamente los dictámenes aprobados por la Comisión.
España no se opondría a este mecanismo como sí ha rechazado frontalmente la posibilidad de que lo que hubiera fuese un filtro por unanimidad porque ello supondría un indisimulado derecho de veto de cualquier gobierno que quisiera impedir la llegada de los fondos a otro. En ese punto, fuentes diplomáticas españolas aseguran que el primer ministro holandés se ha quedado «completamente solo».
El caso es que el asunto de ese «freno de emergencia» estaba anoche siendo estudiado por los técnicos de la delegación española para ver si no puede acabar siendo una estratagema que en los hechos vuelva a acabar en el mismo principio de unanimidad. Este sin embargo no es el único asunto que ha estado sobre la mesa durante todo el día. El italiano Giuseppe Conte se quejaba a media tarde de que a pesar de todas las buenas intenciones las conversaciones volvían invariablemente a un punto muerto en el tema de las cantidades, que está siendo «más complicado de lo previsto».
La última propuesta del presidente del Consejo mantenía un fondo de recuperación de 750.000 millones de euros de los cuales 450.000 serían subvenciones a fondo perdido para los países más afectados por los efectos de la pandemia del Covid-19. Los fondos a devolver pueden ser usados con mayor discrecionalidad, pero este mecanismo asume que casi toda la cantidad que se repartirá en forma de subsidios, unos 325.000 millones, deberán ser invertidos en objetivos que cumplan los criterios de la Comisión Europea. Después de cenar se había previsto una reunión con los países más reticentes, Finlandia incluida, y al poco Merkel y Macron decidieron salir ostentosamente porque se empezaban a barajar cifras por debajo de los 400.000 millones en subvenciones.
Pese a todo, al terminar la sesión anoche, fuentes alemanas hicieron una lectura optimista: «Las deliberaciones están en un momento importante. No se puede saber aún si alcanzaremos un resultado el domingo, pero vale la pena seguir intentándolo porque existe una amplia voluntad de los países de llegar a un acuerdo».
El optimismo en el proceso de negociaciones en Europa es algo que se da por hecho. Si los presidentes estaban dispuestos a pasar una segunda noche en Bruselas y seguir negociando hoy es porque creen que pese a todo quieren que haya acuerdo.
abc
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