Por: Federico Cornali
A sus 70 años, Paulo Roberto Nunes Guedes, ministro de Economía de Brasil, con máster y doctorado en la Universidad de Chicago, parece sentirse atrapado. Desdibujado, lejos de la figura de “gurú del dinero” que atrajo votos, sobre todo de la élite brasileña, para el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones de 2018, ha perdido peso en el Gobierno federal y credibilidad entre la población.
Tras la renuncia de Sergio Moro al ministerio de Justicia por desavenencias con Bolsonaro en el manejo de la Policía Federal y después del despido de Henrique Mandetta como ministro de Salud, también por desencuentros con el presidente -especialmente en la batalla contra el coronavirus-, Guedes se convirtió en el único sobreviviente entre los llamados “súper ministros” de la actual gestión. Sin embargo, parece haber perdido los poderes y su kriptonita es, ni más ni menos, que el derrumbe de la economía brasileña.
Catalogado como uno de los ministros que integran el ala de “perfil técnico” del gabinete bolsonarista -separada del ala ideológica, que son los más radicales y fieles al presidente-, el economista intentó mostrarse antes de las elecciones como una especie de “moderador” del líder de extrema derecha. Aunque a esta altura parece haber fallado en la misión y, contrario a lo que se esperaba, se resguarda, tal vez por sobrevivencia, detrás de la figura del primer mandatario, apoyando casi en un 100% sus acciones y sus discursos, por más descabellados que estos sean.
Por poner algunos ejemplos, Guedes decidió mantenerse en el Gobierno aun a pesar de la propuesta de Bolsonaro de dejar atrás todo el sistema democrático si la Corte Suprema seguía perjudicándolo en su mandato, en una especie de “autogolpe de Estado”. Y al igual que el presidente, el ministro de Economía subestimó la pandemia de COVID-19. “Con cuatro o cinco mil millones de reales le ganamos a este virus”, se aventuró a decir, casi en consonancia con el jefe de Estado, que llamó al coronavirus una “gripecita”.
Por todo eso, tal vez haya perdido su última oportunidad de saltar del barco cuando Moro dejó el Gobierno, en abril de este año. Mucho se especuló sobre esa posibilidad, pero Guedes continuó, incluso bajo el riesgo de seguir comprometiendo su imagen.
A pesar de que Bolsonaro se apresuró a decir que la pandemia llegó para “arruinar la economía de Brasil justo cuando mejor estaba”, lo cierto es que el crecimiento del PBI en 2019 fue de apenas 1,1% y, según el Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getulio Vargas (FGV), el país entró en recesión ya en el primer trimestre de 2020 (con una caída del 1,5% en relación a los tres meses anteriores), antes de la explosión del virus en la nación, que hoy tiene más de 1,8 millones de casos confirmados y casi 73 mil fallecidos.
Tampoco fue Guedes el responsable de aprobar las reformas más trascendentes de los últimos tiempos, que se definieron este año. La polémica reforma pensional que pretende equilibrar las deficitarias cuentas públicas de la principal economía latinoamericana, estableciendo, por ejemplo, edades mínimas para jubilarse, fue llevada adelante por Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados de Brasil y uno de los principales rivales en el camino político de Bolsonaro.
Ni siquiera puede adjudicarse al ministro de Economía la reforma sanitaria, que pretende universalizar la sanidad básica en el país hasta 2033, ya que actualmente hay 100 millones de brasileños que no tienen derecho a servicios de alcantarillado y 34 millones están sin agua potable.
“La sanidad básica traerá millones de reales en inversiones, por eso debemos acelerarlas”, había dicho Guedes en diciembre de 2019, pero en pocos meses perdió casi todo tipo de injerencia en el proceso. En este caso, el responsable de su aprobación fue Tasso Ribeiro Jereissati, miembro del Senado Federal y representante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Durante la pandemia, el Congreso aprobó una ayuda de emergencia de 600 reales (unos 115 dólares al cambio de hoy) para quienes están desempleados. Ese monto es tres veces superior al que habían propuesto para el mismo fin Guedes, Bolsonaro y compañía, desde el gobierno federal.
Es esa ayuda, que ya confirmó su tercera entrega, la que mantiene al país en pie, aunque tambaleante. Y, paradójicamente, también se convirtió en la bandera del Gobierno en su intento por mantenerse con vida de cara a las elecciones de 2022. Según Bolsonaro, la extensión del beneficio (en principio sería una sola entrega), se debió a un pedido de Guedes, quien “se sensibilizó con la situación que viven millones de brasileños”.
En medio de estas medidas populistas, el ministro de Economía anunció a comienzos de julio que creará el programa social Renta Brasil, que “además del público actual del programa Bolsa Familia, incluye a los trabajadores que ejercen actividades informales”, según explicó el propio Guedes.
En las últimas horas, además de hacerse un test que dio negativo por coronavirus tras el positivo de Bolsonaro, con quien estuvo cuando ya presentaba síntomas, Guedes se dedicó, sobre todo, a hacer declaraciones televisivas. En una de sus apariciones, en CNN Brasil, criticó al Plan Real, un proyecto de estabilización económica ideado por el gobierno de Itamar Franco y desarrollado por el ministerio de Economía durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso, presidente electo en 1994 y cofundador del PSDB.
“Si el plan real hubiese sido tan exitoso como dicen, el PSDB no habría perdido cuatro elecciones consecutivas”, dijo Guedes frente a las cámaras. Poco después, llegó la respuesta del tradicional partido. “Hasta ahora, Paulo Guedes es un ministro de puro: ‘la semana que viene vamos a hacer tal cosa’, y esa semana nunca llega”, escribió en una carta abierta Bruno Araújo, presidente del PSDB.
“Esas declaraciones contra el plan real parecen venir de un resentido, de alguien que no consiguió ser relevante ni una sola vez en la historia de nuestro país”, agregó, refiriéndose al ministro de Economía
Por otra parte, Guedes se animó con la posibilidad de privatizar cuatro grandes empresas estatales dentro de los próximos 90 días. “La idea es hacer cuatro grandes privatizaciones en 30, 60 o 90 días”, dijo el economista carioca. Las empresas que están en la mira del Gobierno son la estatal Correos, Eletrobras (órgano brasileño responsable por la energía eléctrica) y el Banco do Brasil, institución financiera fundada en 1808.
“La conversión de Bolsonaro a las privatizaciones fue auténtica y él, que se decía un estadista, entendió la cuestión y, de hecho, se convirtió en un convencido defensor de privatizar debido a las clases que Guedes le suele dar sobre la materia”, dice Thais Oyama, autora del libro “Tormenta”, que cuenta el detrás de escena del primer año del Gobierno de Jair Bolsonaro.
En síntesis, poco más de un año y medio después del comienzo turbulento, donde se esperaba una posición más conciliadora de Guedes hacia Bolsonaro, la enorme cantidad de desempleados (casi 13 millones de brasileños, según el último informe del Instituto de Geografía y Estadística), el dólar escalando por encima de los cinco reales y la creciente desigualdad, no existen pistas que lleven a un posible quiebre entre el presidente y su ministro de Economía. De hecho, la relación entre ambos se muestra más firme que nunca.
En febrero de este año, un discurso de Guedes pareció mimetizarse con la dialéctica presidencial, tildando a los servidores públicos de “parásitos”. Tal vez este sea el ejemplo más claro de su acercamiento a Bolsonaro. “El Gobierno está quebrado porque gasta el 90% de lo que recauda en salarios públicos, y encima se ve obligado a dar aumentos. Estos empleados públicos tienen jubilación, vacaciones, estabilidad, se convirtieron en parásitos”, dijo el ministro de Economía.
Y luego, en el mismo discurso, al defender el aumento del dólar, fue un poco más allá. “Cuando el dólar estaba a 1,80 reales las exportaciones caían, pero todo el mundo viajaba a Disney; hasta las empleadas domésticas viajaban a Disney. Esa fiesta tenía que parar”, dijo.
Tras la lluvia de críticas, Guedes pidió disculpas. Enseguida, Bolsonaro salió en su defensa. “Si Guedes tiene problemas, como todos tenemos, es más por su competencia que por cualquier otra cosa. También me equivoco mucho cuando hablo”, sostuvo el presidente.
“Hay muchas menos diferencias entre Guedes y Bolsonaro de lo que siempre se creyó. Desde la campaña electoral, Guedes construye una imagen de ‘profesor’ de Bolsonaro y el presidente, a su vez, lo trata de ‘Paulo’, por su nombre, como no lo hace con otros ministros”, explica Fernando Cassio, Doctor en Ciencias Políticas.
“Con el paso de los meses, Guedes se distanció más de esa figura de moderador y hoy es más bien alguien dispuesto a todo por agradar al presidente, sin confrontar jamás esos valores y principios que el actual Gobierno dice tener”, agrega Cassio, quien también ejerce como profesor de la Universidad Federal de ABC, en Sao Paulo.
anadolu
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