La brutal represalia contra el niño que casi asesina a Mussolini

  04 Julio 2020    Leído: 3121
La brutal represalia contra el niño que casi asesina a Mussolini

En octubre de 1929, Anteo Zamboni consiguió acercarse a pocos metros del dictador italiano y dispararle. Salvó la vida de milagro. De haberlo conseguido, la historia del siglo XX habría sido distinta.

ABC, 3 de noviembre de 1926: «El joven parecía un muchacho en extremo tímido y de una cultura inferior a la media. Tenía, sin embargo, un temperamento extraño, pero en ninguna ocasión había manifestado sentimientos hostiles al fascismo». Quince años tenía el protagonista de esta noticia. Tan solo 15, pero de haber acertado en sus disparos contra Mussolini, habría cambiado la historia de Italia y, muy probablemente, la del mundo entero en el siglo más mortífero de la Humanidad.

Y a punto estuvo de conseguirlo Anteo Zamboni, pues se encontraba a escasos metros de su objetivo en el momento que perpetró su intento de asesinato. Hacía solo cuatro años que Mussolini había forzado su nombramiento como presidente del país, en esa especie de golpe de Estado maquillado que fue la famosa marcha violenta sobre la capital, anunciada en Nápoles con toda la pomposidad propia de aquel fascismo recién nacido: «Os digo con toda solemnidad: o se nos entrega el Gobierno o lo tomaremos marchando sobre Roma», aseguró ante 40.000 camisas negras, que respondieron a grito de: «¡A Roma, a Roma!».

Recién llegado Mussolini al poder en octubre de 1922, nadie podía imaginarse aún que la instauración de su régimen, con una ideología completamente nueva, terminaría por convertirse en un episodio trascendental para el siglo XX. Un hecho clave para entender el surgimiento de muchas de las dictaduras posteriores (España, Bulgaria, Turquía, Portugal, Alemania) y causa indirecta de la muerte de más de 60 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial por su influencia que tuvo sobre Hitler. Él mismo lo reconoció años después: «Los camisas marrones probablemente no hubieran existido sin los camisas negras. La marcha de 1922 sobre Roma fue uno de los hitos de la historia y nos llenó de ánimo. Si a Mussolini le hubiese vencido en velocidad el fascismo, no sé si nosotros hubiésemos podido resistir. El nacionalsocialismo era en esta época una planta muy débil».

«Nada puede sucederme»
A pesar del éxito, el líder de los fascistas italianos contaba con muchos enemigos en italia a causa de los episodios violentos protagonizados que los camisas negras contra sus adversarios políticos. Sobre todo, contra los socialistas y comunistas, llegando, incluso, hasta el secuestro y asesinato. Ese fue el caso del diputado socialista Giacomo Matteotti, que es considerado el punto de partida del régimen dictatorial fascista. Tal es así que el intento de asesinato del joven Zamboni era el cuarto que sufría Mussolini desde su llegada al poder y el tercero de 1926. Lo sorprendente es que este no fue perpetrado por un enemigo feroz, un terrorista peligroso o un miembro poderoso de la oposición, sino por un chaval de 15 años que acabó convirtiéndose en un símbolo de la lucha antifascista.

«Nada puede sucederme antes de que mi obra sea terminada», le dijo Mussolini muy seguro de sí mismo al jefe del partido fascista boloñés, pocos días después. Y como muestra de su «inmortalidad», le hizo entrega de la banda de San Mauricio que llevaba el día del atentado, agujereada por la bala que a punto estuvo de costarle la vida el 31 de octubre de 1926. El dictador italiano había acudido a Bolonia para inaugurar el nuevo estadio «il Littoriale», en el contexto de la conmemoración de la marcha sobre Roma. Tras el solemne acto, que llevaba semanas preparándose, este subió a su coche oficial descapotable y se dirigió a la estación «entre ovaciones delirantes».

Fue ese instante que aprovechó Anteo Zamboni para intentar llevar a cabo su magnicidio. «El “Duce” respondía sonriendo a las aclamaciones del público, que, en medio de las flores arrojadas, de los gritos de alegría y del flamear de las banderas, parecía invadido por un delirio que aumentaba mientras avanzaba su coche. Cuando este disminuyó la velocidad para coger una curva, oímos un golpe seco a nuestra derecha y a muy poca distancia. Entonces vimos a un individuo más bien pequeño, de pie entre los cordones de las tropas y el automóvil, a muy poca distancia de Mussolini, con la mano levantada y en actitud de disparar. El “Duce” se dio cuenta inmediatamente del atentado, pero, en lugar de encogerse o apartarse a un lado, permaneció derecho, ordenando, por el contrario. A la pregunta llena de ansiedad de si se sentía herido, respondió: «Nada, no es nada». Y después, en un tono seco y autoritario, añadió: “Ahora calma y que nadie pierda la cabeza”», contaba el diario católico «El Siglo Futuro», que relataba cómo este había salvado la vida casi por milagro: «El disparo partió la banda de San Marino y un pedazo del uniforme a la altura del pecho, atravesando luego la manga del chaqué al alcalde de Bolonia».

Catorce puñaladas
A Zamboni no le dio tiempo a hacer ni un disparo más, pues inmediatamente después una horda de fascistas indignados se echó encima para lincharle. Cuando se retiraron, su cuerpo, que fue exhibido ante la multitud, presentaba nada menos que 14 puñaladas, un balazo y signos de estrangulamiento. «En todas las ciudades de Italia ha habido manifestaciones de regocijo. A Roma han llegado millares de telegramas de felicitación dirigidos a Mussolini. El señor Augusto Turati, secretario general del Partido Nacional Fascista, ha lanzado una proclama que termina con la siguiente frase: “El asesino ha sido linchado en el acto. Se ha cumplido la primera parto de la justicia. Ahora vamos contra los cómplices”», apuntaba « La Correspondencia Militar».

ABC daba algunos detalles más que constataban la rápida y brutal reacción del cortejo de Mussolini a la hora de vengar el intento de asesinato: «En el instante mismo de producirse el atentado, un cabo de los Carabinieri y un grupo de fascistas se arrojaron sobre el criminal, el cual, atenazado por ellos, no pudo hacer ningún disparo más como, evidentemente, era su intención. El proyectil fue hallado en el coche del «Duce». El criminal murió a manos de la muchedumbre indignada. Su cadáver fue llevado a la Dirección de Policía. En la ropa no llevaba ningún documento ni objeto con el que pudiera identificársele. En el cuerpo se apreciaron señales de estrangulamiento y 14 heridas de puñal muy profundas. Se calcula que, entre el momento de cometerse el atentado y la muerte del criminal, no transcurrió más de un minuto y medio».

La prensa del mundo entero pronto se hizo eco del intento de aquel «niño de quince años de familia honrada», según le describió la prensa, que pudo haber cambiado la historia y al que, años después, incluso le dedicaron una calle en Bolonia. Aunque tradicionalmente se consideró a Zamboni como un anarquista prematuro y convencido, lo cierto es que este hecho jamás fue probado. Tampoco fueron esclarecidas las motivaciones que le llevaron a intentar aquel magnicidio, llenándose los periódicos de las más diversas teorías. «La Policía ha encontrado un cuaderno que perteneció a Zamboni, en el cual el autor del atentado contra Mussolini había escrito varios párrafos de obras de marcada tendencia revolucionaria y notas de una carta dirigida a un amigo suyo anunciándole su proyecto de “hacer justicia”», contaba este periódico varios días después.

Posteriormente aparecieron nuevas versiones sobre el suceso. Se dijo que Zamboni no era el autor o que los vínculos entre la familia del chico y el político fascista Leandro Arpinati fueron el móvil. Zamboni no pudo aclararlo, no le dieron tiempo. Sus padres tampoco, porque, acusados de «anarquistas militantes», fueron condenados a 30 años de prisión por instigadores.


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