A pesar de que los instrumentos de observación de los que se dispone en la actualidad no permiten ver el nuevo planeta, el astrofísico ha explicado que "Cuando un planeta orbita alrededor de una estrella le provoca una pequeña oscilación periódica, una influencia gravitatoria, en su movimiento alrededor del centro del sistema. Y ese movimiento lo podemos detectar. Eso sucede también en nuestro sistema. La existencia de la Tierra, por ejemplo, desplaza 10 centímetros por segundo el movimiento del Sol".
Según el investigador, la clave para determinar si Próxima b alberga vida será conocer si el planeta extrasolar tiene atmósfera o no, y para ello habrá que esperar unos diez años hasta que se construyan nuevos telescopios gigantes "con un espejo de 42 metros de diámetro". La idea de enviar una sonda al nuevo planeta parece que todavía tendrá que esperar, ya que con la tecnología actual, una nave espacial podría tardar "decenas de miles de años". Además, el continuo movimiento al que están sujetos los cuerpos estelares haría muy probable que "cuando hubiera llegado [la nave] ya no estuviera allí [Próxima b]". "Confió en que en 20 o 30 años las cosas cambien. Quizá con micronaves, como algunos proponen", añadió Anglada-Escudé.
El misterioso noveno Planeta X, responsable de inclinar el Sol Preguntado sobre la posibilidad de que exista vida en el Universo más allá de la Tierra, el astrofísico aseguró que "sería muy extraño que no hubiera vida en otros planetas. Me sorprendería mucho. Creo que puede ser un proceso universal. Mucha de la química que hizo posible la vida en la Tierra existe en el medio interestelar. Espero que pronto podamos responder a esa pregunta". Sin embargo, se ha mostrado poco optimista en cuanto a la posibilidad de que se trate de vida inteligente "Esa es una cuestión muy diferente. Habría que ver si esa vida ha prosperado, se ha convertido en una sociedad tecnológica y no se ha extinguido. Si hubiera muchas civilizaciones igual ya nos habrían encontrado", declaró.
Sputnik
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