El primero en aparecer —lo que no deja de ser sintomático— fue el ministro de Economía, el alabado por todos Meirelles, mimado por los mercados pero también presidente del Banco Central de Brasil en la era Lula. El nuevo timonel de la maltrecha economía brasileña (hay proyecciones que auguran un sombrío retroceso del 4% del PIB para este año) aseguró, terminante, que hay que cambiar “de rumbo” para salir de la crisis. Insistió mucho en que aún carece de datos, que aún es pronto para hacer predicciones con un poco de seriedad, pero añadió que es imprescindible una reforma de las pensiones: “Más allá de lo que uno quiera cobrar en su jubilación, lo que quiere saber seguro es que el sistema va a seguir funcionando”. También anticipó una más que probable subida de impuestos: “Los brasileños pagan muchos impuestos. Y nuestra intención es bajarlos, sobre todo para que el país vuelva a crecer, pero nuestra absoluta prioridad es el equilibrio fiscal. Y si para ello es necesario subir los impuestos, lo haremos”.
Con respecto a los programas sociales bandera de los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff (subvenciones a familias pobres con niños en edad escolar, subvenciones para alcanzar una vivienda propia…) Meirelles insistió, como había asegurado el presiente Temer un día antes, que no se eliminarán, que seguirán existiendo. Pero matizó: “Eso no excluye que no se examinen para ver si existe mal uso de dinero público”. A la pregunta de si teme que a la implantación de recortes le siga una ola de protesta social respondió: “Creo que la sociedad brasileña es lo suficientemente Madura para decirle la verdad, actuar en consecuencia y hacer lo que sea necesario”.
Terminó Meireles y salieron a la palestra mediática el ministro de Salud, el de Planeamiento y el de la Casa Civil. Éste, Eliseu Padilha, anunció que la intención del Gobierno es recortar 4.000 puestos de contratados en la función pública. Y añadió que el momento es alarmante, que Brasil atraviesa “la peor crisis económica de su historia”.
Etiquetas: