Ben Rhodes, uno de los hombres más próximos a Barack Obama, se encuentra cuestionado tras la publicación de un artículo en el que se le acusa de manipular a la prensa para lograr una cobertura favorable sobre el acuerdo con Irán. Ahora, el hombre que le escribe los discursos al presidente de Estados Unidos, pero que también perfila buena parte de su política foránea, ha salido a defenderse y, sobre todo, a defender uno de los legados clave en política exterior del gobierno del demócrata.
Ben Rhodes todavía se reía incrédulo al rememorar, durante una reciente charla en Washington, cómo Barack Obama y Raúl Castro habían conversado animadamente durante el partido de béisbol con que terminó la histórica visita del presidente estadounidense a la capital cubana en marzo. Y eso que él fue uno de los principales artífices de ese momento culminante no solo de la primera visita de un presidente estadounidense en casi un siglo, sino de todo el proceso de deshielo. Porque bajo el anodino título de viceasesor de Seguridad Nacional para Comunicaciones Estratégicas y Redacción de Discursos, este neoyorquino de 38 años y aspirante a escritor de ficción hasta que se topó con Obama durante su campaña, ostenta una gran influencia como el hombre que escribe la política exterior de Obama, con quien tiene una gran afinidad. Su otro título, asesor presidencial, deja quizás más clara su gran proximidad, no solo física, al Despacho Oval.
Rhodes es el arquetipo del funcionario del Washington de Obama. Un tipo educado en buenas universidades y aún joven que es capaz de fundirse entre las legiones de hombres y mujeres que, trajeados y BlackBerry en mano, pueblan las oficinas de congresistas, senadores, lobbies y think tanks de Washington, igual que la Casa Blanca. Muchos, como él, bajan cada día en transporte público hasta su oficina. Pero no todos, como Rhodes, tienen su cubículo en el Ala Oeste de la Casa Blanca ni tienen el acceso, e influencia en la toma de decisiones, que tiene él con el presidente demócrata.
Algo que en los últimos días le ha puesto en la picota informativa. En un perfil publicado este fin de semana por The New York Times, Rhodes parece arrogante e irrespetuoso con los periodistas con los que se comunica casi a diario, y a los que, según el autor, ha sabido manipular para que se traguen la narrativa de la Casa Blanca respecto a las negociaciones con Irán. Rhodes también arremete con el establishment de la política exterior de Obama, desde el secretario de Estado John Kerry a su predecesora y aspirante presidencial, Hillary Clinton, pasando por varios secretarios de Defensa. Los llama el “blob”, o “la masa amorfa”, a la que achaca errores históricos como la guerra de Irak.
Todo ello por parte de una persona que, al fin y al cabo, salvo su trabajo dentro de la Comisión del 11-S, tampoco tenía experiencia sobre el terreno en política exterior hasta que llegó a la Casa Blanca con Obama, donde ha ido escalando puestos hasta convertirse en la “extensión mental” del presidente.
El polémico artículo ha obligado a Rhodes a salir a defender la política de Obama en Irán, uno de los legados más cuestionados de los ocho años de mandato. Y, de paso, para hacer una loa al “heroico trabajo realizado por el equipo de diplomáticos y expertos que diseñaron y negociaron el acuerdo (iraní) durante años”, empezando por Kerry y, también, Clinton, quien en el futuro podría ser su jefa. “Mi trabajo fue apoyarlos”, subraya Rhodes en un artículo publicado en la plataforma Medium. Una modestia que tampoco refleja su gran poder. La normalización de relaciones con Cuba fue posible tras 18 meses de intensas negociaciones secretas. Y estas estuvieron a cargo, por orden directa de Obama, de dos funcionarios poco conocidos hasta entonces fuera de Washington: Rhodes y Ricardo Zúñiga, el entonces asesor presidencial en temas latinoamericanos. Zúñiga se alejó poco después de los focos y ahora es cónsul general en Sao Paulo, Brasil. Rhodes sigue trabajando cada día, codo con codo, con Obama.
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