AK-47 vs M16: ¿cuál fue el fusil de asalto más letal de la guerra de Vietnam?

  15 Abril 2020    Leído: 1036
  AK-47 vs M16:   ¿cuál fue el fusil de asalto más letal de la guerra de Vietnam?

Ambos se han convertido en un icono de la contienda. Sin embargo, el norteamericano no gozó de gran popularidad por culpa de su escasa fiabilidad y sus problemas de diseño.

El cine, espejo del pensamiento y (para bien o para mal) altavoz de los mitos de la historia, ha dedicado muchos minutos de celuloide para narrar las bondades del AK-47; el fusil de asalto que, en la actualidad, se ha convertido en el símbolo del terrorismo internacional. Desde el oficial interpretado por Clint Eastwood en «El sargento de hierro», hasta el traficante de armas al que dio vida Nicolas Cage en «El señor de la guerra». Y lo merece, vaya que sí. De hecho, demostró ser tal fiable que, durante la Guerra de Vietnam, los Estados Unidos tuvieron serios problemas para forjar un arma que estuviera su par.

La alternativa estadounidense para combatir en la espesura de las selvas vietnamitas fue el M16. Un portento tecnológico de la época, no cabe duda, pero delicado en exceso para resistir las duras condiciones a las que los infantes norteamericanos le sometían a diario. Su escasa fiabilidad y sus múltiples problemas provocaron una crisis de confianza tal en el ejército de los Estados Unidos que, durante varios meses, el gobierno inició una campaña para esconder las deficiencias de su flamante fusil de asalto. Aquel despropósito generó una caza de brujas contra los oficiales que se quejaban de su mal funcionamiento y un encubrimiento institucional que se extendió hasta la optimización del arma.

En busca de la perfección
Los orígenes de estos fusiles de asalto distan casi dos décadas entre sí. Según explica Max Hastings en «La Guerra de Vietnam», el primero en ser alumbrado fue el soviético. El AK-47 (el número se corresponde con el año en el que se obtuvo el primer prototipo) fue esbozado por el equipo de Mijaíl Kaláshnikov, un veterano del Ejército Rojo que había combatido como carrista en la Segunda Guerra Mundial y que, tras el enfrentamiento, se propuso crear un arma que mejorara las prestaciones de la eficiente STG-44 del Tercer Reich. De ella copió los materiales, el diseño y su característico cargador curvo.

Kaláshnikov
Kaláshnikov se inspiró además en el sistema de disparo del fusil M-1 Garand estadounidense, una de las armas que, según confesó el general Dwight D. Eisenhower, había resultado clave para la victoria estadounidense en la Segunda Guerra Mundial por su gran cadencia de fuego.

El resultado fue el nacimiento del AK-47 (Avtomat Kaláshnikova) apenas dos años después, en pleno conflicto entre Oriente y Occidente, como bien confirma Juan José Primo Jurado en «Eso no estaba en mi libro de la Guerra Fría». «Las primeras unidades de la nueva arma llegaron con el máximo secreto en 1949 y en 1951 el Ejército Rojo lo adoptó como arma principal de infantería, sustituyendo al fusil PPSH.-41, aunque no fue hasta 1954 cuando entró en servicio a gran escala», desvela en doctor en Historia español en su obra. Poco a poco, el fusil fue adoptado por los países del Pacto de Varsovia y, en los años posteriores, también por las regiones alineadas con la URSS en África, Asia y América.

Idóneo para la selva
En Vietnam, el AK-47 no tardó en hacer su aparición gracias a la afinidad del régimen de la URSS con el gobierno del norte y las guerrillas comunistas del Viet Cong. A su vez, a partir de 1965 arribó hasta la región una versión de Corea del Norte (el Tipo 58). Sus características eran idóneas para el combate en la zona, como bien explica Hastings en su obra. Para empezar, el arma de Kaláshnikov era el paradigma de la fiabilidad y rara vez se atascaba o se encasquillaba debido a las malas condiciones climatológicas. «Era tan fiable porque solo disponía de ocho grandes piezas móviles, ajustadas con tanto margen que el polvo no les afectaba», explica el experto.

Desde entonces, las pruebas que se han hecho para dirimir la resistencia del AK-47 han sido una infinidad. En 2013, por ejemplo, el canal Discovery Channel sometió este arma a un test de resistencia difícil de superar. En una serie de pruebas extremas, los expertos llenaron el fusil de barro, lo sumergieron en agua y hasta hicieron que un coche pasara por encima suyo varias veces. El resultado: tras sufrir todo tipo de penurias, el Kaláshnikov siguió disparando. Una resistencia idónea para una región de temperaturas cambiantes y en la que la probabilidad de lluvia supera el 70% entre octubre y noviembre.

La sencillez de los materiales (acero y madera) hacían además que fuese fácil de fabricar. En la actualidad, de hecho, se puede llegar a construir en un taller mecánico con la paciencia adecuada. «El revestimiento cromado del cañón, la cámara de gas y el pistón aumentaron su durabilidad», añade experto. A todo ello se sumaba que era extremadamente fácil de disparar. «La virtud suprema del AK comunista era que permitía que un campesino de escasa formación militar lanzara disparos automáticos después de haber pasado, él y el arma, por arena, barro o agua, y a pesar de un mantenimiento insuficiente», desvela el historiador anglosajón.

Otra de las bondades que supieron aprovechar los vietnamitas del AK-47 es la ligereza del arma, apenas 3,8 kilogramos vacío y sin cargador. Un peso similar al del actual fusil de asalto G-36 europeo y que, en la época, redujo en casi dos kilos el de su hermana mayor (la STG-44). Para terminar con sus bondades, permitía a las guerrillas disparar hasta 600 balas del calibre 7,62x39 mm (de tamaño medio) por minuto tanto en modo automático como de ráfagas.

Buenas primeras impresiones
Aunque los soviéticos no se detuvieron en lo que a desarrollo armamentístico se refiere, los Estados Unidos sí se quedaron atrás. Y no solo eso, sino que el país se negó a dotar a su ejército con una variante del AK-47 allá por 1953. En principio optaron por el M14, una evolución natural del Garand que tantas alegrías les había ofrecido en la Segunda Guerra Mundial, pero que tenía un peso de 5,5 kilos y medía nada menos que 1,1 metros de largo. Es decir: de dimensiones excesivas para combatir en la selva. Algo que confirmó el secretario de defensa nortemaericano Robert McNamara en una misiva enviada a su homólogo en el ejército allá por 1962, cinco después del comienzo de la Guerra de Vietnam:

«He visto algunas pruebas que parecen indicar que estamos equipando a nuestras fuerzas con un arma inferior, en potencia de tiro y eficacia, al fusil de asalto con el que los soviéticos han equipado a sus propias fuerzas, y a sus satélites en todo el mundo, desde 1950».

Estados Unidos, que carecía en sus almacenes de un arma capaz de hacer frente a los norvietnamitas, se dirigió entonces a la empresa Colt, que promocionaba su nuevo diseño de fusil de asalto: el AR-15 (o ArmaLite). «Las primeras pruebas en Vietnam generaron entusiasmo, en especial por su precisión y ligereza», desvela Hastigns. En 1963, tras hacer varias pruebas, el gobierno informó de que su nueva arma era muy superior al temido AK-47 y el Pentágono decidió adquirir un total de 104.000 bajo la designación de M16. A la empresa armamentística, hasta entonces escasa de liquidez, le salvó la vida.

Lo cierto es que, al menos sobre el papel (y en el campo de tiro) el M16 contaba con unas características mejores que el AK-47. Para empezar, el escaso peso de su cartucho (de un calibre menor, 5,56x45 mm) hacía que el proyectil permaneciese más tiempo en el aire antes de caer. Algo que, en la práctica, le otorgaba un mayor alcance (unos 550 metros efectivos por solo 300 de su enemigo soviético). Así lo afirma, al menos, el oficial de inteligencia Anthony Tucker-Jones en su obra «Kalashnikov in Combat». Por descontado, el tamaño de las balas permitía a los soldados llevar más munición encima para el combate.

Y esta no era su única ventaja. Mientras que el AK-47 era impreciso y, en palabras de Hastings, tenía tendencia a «disparar ligeramente a la izquierda», el nuevo M16 contaba con una exactitud de relojero debido, una vez más, al reducido peso de su cartucho. Y es que, el fusil soviético necesitaba una mayor cantidad de pólvora para conseguir lanzar su proyectil (más pesado) contra el enemigo. Algo en apariencia sin importancia, pero que provocaba un retroceso considerable en cada disparo y la pérdida de unos segundos maravillosos a la hora de volver a apuntar. La culata también estaba alineada con el cañón, lo que favorecía, una vez más, la precisión.

El M16 era también más ligero que el AK-47. Mientras que el fusil de asalto soviético pesaba los ya mencionados 3,8 kilogramos sin cargador, el nuevo ingenio de Colt no superaba los 2,88 kilogramos en las mismas condiciones. Y todo ello gracias, entre otras cosas, a que el fabricante sustituyó el acero y la madera por el plástico y la fibra de vidrio. Aunque esa ventaja, no obstante, complicaba de forma considerable su construcción.

Los fallos de mayor importancia que se detectaron ya entonces fueron dos. Por un lado, los soldados necesitaban de un adiestramiento previo para exprimir al máximo el M16, un arma compleja de utilizar. Mientras, el AK-47 podía ser empuñado por cualquier recluta recién salido de la academia de forma efectiva. En segundo lugar, tenía cierta tendencia a encasquillarse (el doble que su enemigo) y era bastante sensible a las malas condiciones de Vietnam. De hecho, era necesario limpiarlo con regularidad y poner especial atención a la hora de desplazarse para evitar que se llenase de agua y barro. Con todo, los Estados Unidos llegaron a la conclusión de que estos problemas podrían solucionarse a lo largo de los meses siguientes.

Terribles fallos
El gobierno de los Estados Unidos no pudo cometer un error mayor. En un breve periodo de tiempo se demostró que las malas condiciones de Vietnam eran letales para el M16. Al final, y en palabras de Hastigns, los defectos de diseño condenaron al nuevo (y caro) fusil de asalto. «A lo largo de 1966, los soldados que combatían en Vietnam sufrieron problemas constantes con las nuevas armas que, en condiciones tropicales, se corroían con rapidez. Era habitual que, después de disparar una bala, el cartucho vacío se encasquillara en la cámara. El soldado debía extraerlo insertando una vara por el cañón -si tenía suerte de tenerla-», añade el experto.

En la práctica fue un despropósito. Durante los primeros meses de la guerra, los soldados carecían de los kits de limpieza necesarios y se vieron obligados a recurrir a cables telefónicos o cuerdas de nilón para evitar los encasquillamientos. Semanas después, el desastre quedó cristalino cuando, después de probar 2.000 M16, los armeros del Ejército detectaron problemas en una séptima parte de ellos. ¿Qué hicieron los Estados Unidos? Su decisión fue esconder los problemas paras evitar el bochorno. Así, culparon a los combatientes por no limpiar las armas y evitaron hacer referencia a ellos en el Congreso.

«El coronel Richard Hallok, de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del ejército, encabezó una campaña para ocultar las deficiencias. La Agencia redactó un memorándum sobre el fusil de asalto que, y Hallok le estampó el sello de “Secreto, no divulgar”», añade el experto. A nivel oficial se mantuvo la versión de que los hombres estaban satisfechos «al cien por cien» con el M16 y se persiguió a todo aquel que lo criticó de forma oficial. Con todo, no fueron pocos los Marines (cuerpo que lo recibió en 1967) que filtró declaraciones a la prensa desvelando sus grandes fallos. La más cruda fue la del capitán Gerry Turley:

«El cambio de armamento fue un desastre. Nos dijeron solo: “Poned los M-14 en ese montón, coged los M-16 de ese otro. Las armas fallaban un 75% o más. Nos quejamos y se limitaron a encogerse de hombros. “Limpiadlas mejor”».

En los meses siguientes Colt hizo un esfuerzo por solventar los problemas iniciales. Y en parte lo logró. Sin embargo, por más parches que puso, el M16 no estaba pensado para el combate en un territorio como Vietnam, sino para las extensas llanuras y el clima de Estados Unidos y la mayor parte de Europa. Su fusil de asalto, un portento tecnológico de su era, tuvo que pasar por una prueba de fuego demasiado exigente para un recién nacido.

abc


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