Las autoridades sanitarias internacionales advirtieron que la desconcertante negativa del gobierno de Nicaragua de actuar para controlar la propagación del nuevo coronavirus aumenta el riesgo de una epidemia en América Central, incluso cuando los países vecinos han tomado medidas severas frente a esta crisis.
El régimen Daniel Ortega ha instado a los nicaragüenses a participar en marchas y carnavales, a que sigan asistiendo a eventos deportivos y festivales culturales y a que llenen las playas del país durante las vacaciones de Semana Santa. Se ha dicho a los médicos que no pueden usar mascarillas o gel desinfectante para “no alarmar” a los pacientes.
Antes de que las escuelas cerraran por vacaciones de dos semanas el pasado viernes, los directores habían amenazado con expulsar a los estudiantes que faltaran a clase, y el mes pasado se excluyó a un jugador de tercera base del béisbol profesional durante tres años porque pidió su baja por miedo al virus.
El régimen de Ortega no ha explicado las razones de su negativa a tomar medidas contra el coronavirus, como el cierre de fronteras o la cuarentena domiciliar, adoptados en otros países de Centroamérica, pero el secretario del Ministerio de Salud, Carlos Sáenz, ha hablado de “mantener el turismo y la economía”, gravemente afectados por dos años de protestas antigubernamentales.
Algunos analistas dicen que Ortega y su círculo pueden temer que las medidas antivirus debiliten su poder.
Un hombre ajusta una mascarilla protectora hecha a mano con la imagen de Jesucristo para su amigo en el mercado oriental de Managua, Nicaragua. REUTERS/Oswaldo Rivas
Un hombre ajusta una mascarilla protectora hecha a mano con la imagen de Jesucristo para su amigo en el mercado oriental de Managua, Nicaragua. REUTERS/Oswaldo Rivas
Mientras tanto, los nicaragüenses hacen lo que pueden para mantenerse voluntariamente alejados unos de otros. Sin embargo, la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, advirtió el martes que la falta de medidas oficiales en Nicaragua aumenta el riesgo de una epidemia.
“Nos preocupa la falta de distanciamiento social, la convocatoria de reuniones masivas; nos preocupan las pruebas, el rastreo de contactos, la notificación de casos”, afirmó Etienne, poniendo fin al silencio que el organismo había mantenido sobre la situación nicaragüense.
El presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, ha advertido que una epidemia fuera de control en la vecina Nicaragua tendría consecuencias para toda América Central. En su país residen más de 300.000 nicaragüenses, entre ellos miles de exiliados que mantienen relación con sus familias dentro de este país.
También hay especulaciones por la salud de Ortega. El ex guerrillero de 74 años no ha aparecido en público desde hace tres semanas. Aunque ha estado ausente durante largos períodos en el pasado, su desaparición en medio de una pandemia mundial alimenta rumores de que podría estar enfermo o personalmente aterrorizado por el coronavirus.
“Mientras el país enfrenta esta enorme crisis, la familia Ortega Murillo se encuentra escondida en un complejo turístico. Por eso Rosario Murillo sólo sale en llamadas telefónicas”, dijo la ex comandante guerrillera Dora María Téllez, una de las figuras de la disidencia sandinista.
“El mayor problema es que Nicaragua tiene una dictadura que no se toma en serio la pandemia. Es incapaz porque están distraídos en la propia salud de su presidente”, dijo Manuel Orozco, experto de Diálogo Interamericano sobre temas de Nicaragua.
La crisis económica del país -y la consiguiente falta de ingresos- también significa que la capacidad de acción del Estado es muy limitada, razonó.
Ortega ayudó a derrocar al dictador Anastasio Somoza en 1979 y formó parte de la junta sandinista que lo reemplazó tras el triunfo de la revolución. Fue elegido presidente por primera vez en 1984, perdió el poder en 1990 pero retornó en 2007, tras lo cual fue reelegido dos veces, al frente de un gobierno cada vez más autocrático. Su esposa, Rosario Murillo, ha sido la principal portavoz gubernamental y desde 2016 es la vicepresidenta de Nicaragua.
La violenta represión de policías y paramilitares contra manifestantes que protestaron contra Ortega a partir de abril de 2018 dejó más de 328 muertos. Cientos de opositores cayeron presos y unas 80.000 personas huyeron del país, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La crisis política dejó unos 2.000 millones de dólares en pérdidas a la economía y colapsó el otrora renaciente turismo.
El régimen de Nicaragua insiste en que el país sólo tiene tres casos confirmados de COVID-19, todos importados, a pesar de que sus fronteras permanecen abiertas y las infecciones aumentan en los países vecinos. El Ministerio de Salud de Cuba ha dicho que dos personas llegaron enfermas desde Nicaragua, y una tercera dio positivo esta semana después de regresar de Nicaragua.
Aunque el virus surgió inicialmente en China durante el invierno y hay algunos indicios de que podría no propagarse tan fácilmente cuando aumenten tanto la temperatura como la humedad, los científicos han dicho que no hay pruebas de que ese clima --común en América Central-- ayude significativamente a aplacar el brote por sí mismo.
Murillo dijo el martes que el gobierno está “protegiendo la salud” de los nicaragüenses, sin dar detalles, y que Corea del Sur donó un lote de kits de 26.000 pruebas rápidas el pasado martes.
Sin embargo, a los expertos les preocupa que el virus se esté propagando silenciosamente, ya que el gobierno promueve aglomeraciones callejeras y frena activamente las medidas de contención.
“Todas las medidas del gobierno van en contra de los protocolos de la Organización Mundial de la Salud”, afirmó el especialista en enfermedades infecciosas Carlos Quant. “El panorama es terrible”.
El obispo de Matagalpa, al norte del país, Rolando Álvarez, anunció el 5 de abril la apertura de dispensarios médicos y un centro de llamadas para proporcionar información sobre el coronavirus. Horas después, dijo que el Ministerio de Salud le había prohibido llevar a cabo esa labor.
Robbin Zeledón, de 21 años, uno de los mejores bateadores de la primera división, fue suspendido el 26 de marzo por “falta de disciplina” después de decir que no quería seguir jugando porque estaba preocupado por el virus.
La Liga de Béisbol siguió jugando en estadios casi vacíos antes detenerse por la Semana Santa, pero está previsto que se reanude después de las vacaciones. Murillo anunció que el 20 de abril los estudiantes deberán volver a clase y los empleados a sus puestos.
infobae
Etiquetas: