Tras años de infructuosas llamadas a la puerta de la Unión Europea, Albania y Macedonia del Norte han sido finalmente invitadas a pasar. De momento, cruzan el umbral del edificio comunitario solo para sentarse alrededor de la mesa de negociación, no para quedarse. Pero el paso, dada la inflexible oposición durante meses de Francia y Holanda, supone una victoria histórica para ambos países en su batalla por lograr convertirse en miembros de un club comunitario menguante tras el Brexit.
La UE ha anunciado la noticia este martes, tras una reunión por videoconferencia de los ministros de Asuntos Europeos de los Veintisiete. “Esto envía un mensaje potente y claro a los Balcanes occidentales: vuestro futuro está en la UE”, ha celebrado el comisario de Vecindad y Ampliación, el húngaro Oliver Varhelyi.
El comienzo de las conversaciones de ingreso no tiene todavía fecha, aunque la intención es que empiecen lo antes posible. Lo primero será oficializarlo a través de procedimiento escrito en los próximos días. Tampoco hay un horizonte claro de cuándo podría consumarse su entrada, pero los precedentes de los países que siguen en la lista de espera, caso de Turquía (desde 2005), Montenegro (2012) y Serbia (2014), indican que pueden prolongarse indefinidamente sin que el paso del tiempo sea garantía de éxito. Tanto la Comisión Europea como la presidencia de turno de la UE, ostentada por Croacia, rehuyeron lanzarse a conjeturas que puedan ser desmentidas luego por la realidad. “Cuantas más reformas se realicen, más corto será el tiempo que tarden en acceder”, insistieron con cautela.
El movimiento fue recibido por los candidatos con justificado alborozo. “A pesar de todos los obstáculos, ¡nuestra resistencia y resolución prevaleció!”, festejó el ministro de Exteriores macedonio, Nikola Dimitrov, en su cuenta de Twitter. La adhesión, sin embargo, está lejos de ser un camino de rosas, y aparece sobre el papel repleta de trabas. Para que París diera su brazo a torcer, la UE ha aceptado incluir numerosas condiciones que permiten paralizar o suspender las negociaciones si se aprecia que las reformas no avanzan al ritmo adecuado o se revierten. Las exigencias de fondo pasan por que ambos demuestren el respeto a los valores fundamentales de la UE y la realización de reformas tangibles para garantizar un Estado de derecho fiable, una economía de mercado sostenible y un alineamiento con la política exterior del club comunitario.
En clave interna europea, cuando todavía no se han cumplido dos meses de la primera deserción de la historia de la UE con el Brexit, el anuncio es un triunfo de los partidarios de la ampliación frente a las voces favorables a replegarse sobre sí misma para avanzar en la integración. Y llega poco antes de que comience la conferencia en la que se repensará durante dos años el futuro de Europa.
Los Veintisiete han evitado trasladar una imagen de fragmentación en un momento de fuerte inquietud por la crisis sanitaria del coronavirus, el asunto que está copando gran parte de la agenda de las instituciones y los Estados miembros. Y demuestran así que son capaces de esquivar la parálisis y actuar en otros frentes incluso en momentos de máxima presión.
La decisión llega a tiempo de proporcionar cierto alivio a Macedonia del Norte y Albania tras unos meses problemáticos para ambos aspirantes. La euforia que siguió al complejo acuerdo labrado por Skopje y Atenas para que el país dejara atrás su denominación de Antigua República Yugoslava de Macedonia por la actual de Macedonia del Norte, fue seguida de una profunda decepción al comprobar que el gesto resultaba insuficiente para que la UE aceptara considerarla candidata a convertirse en uno de los suyos, hasta el punto de que la política interna giró mirando más lo que sucedía fuera que dentro. El veto de Francia en octubre supuso la dimisión del Gobierno macedonio y la convocatoria de elecciones, previstas para el 12 de abril y ahora pospuestas ante el avance de la pandemia en el continente. Por su parte, Albania añadió al doloroso rechazo francés un seísmo que asoló el país en noviembre dejando medio centenar de muertes.
El punto de partida es distinto. Skopje defiende que sus leyes están ya en un 50% acompasadas con las europeas, por lo que no necesita un ajuste tan duro. El comisario Varhelyi fue claro: está lejos de ser suficiente. Macedonia del Norte parte en posición privilegiada respecto a Albania, cuya preparación parece mucho más retrasada. Las dudas sobre Tirana incluso llevaron a España a tratar de separar ambas candidaturas, finalmente sin éxito. El hecho de que empiecen a la vez no significa que tengan las mismas posibilidades de formar parte del club: todo dependerá de su capacidad de hacer reformas para combatir la corrupción, fortalecer las instituciones, o contar con unas administraciones públicas plenamente operativas.
El comisario de Ampliación resaltó el trabajo que han realizado para poder estar en la línea de salida. “Han logrado resultados impresionantes y estoy seguro de que las reformas continuarán”. Ahora comienza lo más difícil. Una estrecha evaluación está por venir año a año. Y pese a las críticas hacia Emmanuel Macron por bloquear las negociaciones en su momento —el entonces presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, lo calificó de error histórico—, el temor de Francia a que la ampliación sume apoyos a los euroescépticos de Marine Le Pen puede llevar a París a escrutar cada detalle con especial dedicación.
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