Y a medianoche, el BCE lanzó la bomba. En medio de una creciente preocupación por la respuesta de los mercados a la crisis del coronavirus que amenaza con reabrir heridas que parecían cerradas, con las primas de riesgo del sur hacia arriba, el organismo ha reaccionado a lo grande. Un consejo de gobierno de urgencia reunido en la noche del miércoles ha dado luz a un plan de compra de 750.000 millones de euros en activos públicos y privados. Importa por la cantidad y por una flexibilidad que abre la puerta a beneficiar a los países con más problemas. Los Gobiernos se aseguran así financiación para sus planes de estímulo.
Al igual que en los tiempos de la crisis del euro, el Banco Central Europeo (BCE) sale al rescate. Su presidenta, Christine Lagarde, cometió la semana pasada un error de novata. Pero ahora da marcha atrás y muestra que sus palabras —“No estamos aquí para reducir las primas de riesgo. No es la función del BCE”, dijo, despertando la furia de los mercados— fueron solo un paso en falso. Y no lo hace con meras declaraciones, sino con dinero fresco sobre la mesa.
Con este movimiento, Lagarde lanza su particular órdago para hacer lo que sea necesario para salvaguardar la unidad del euro. E incluso roba el leitmotiv de su antecesor, Mario Draghi. “El consejo de gobierno asegura que hará todo lo necesario dentro de su mandato y que está totalmente preparado para aumentar el tamaño de sus programas de compra de activos y ajustar su composición, tanto como sea necesario y durante el tiempo que sea necesario. Explorará todas las opciones y todas las contingencias para apoyar a la economía”, asegura en una nota. Y se compromete de forma explícita a apoyar “a todos los ciudadanos de la zona del euro en este momento extremadamente desafiante”. “El BCE se asegurará de que todos los sectores de la economía puedan beneficiarse de condiciones financieras favorables que les permitan absorber este shock. Esto se aplica igualmente a las familias, empresas, bancos y Gobiernos”, concluye.
El programa de emergencia para combatir la pandemia de coronavirus, que estará en vigor hasta finales de año, se basa en la adquisición de activos públicos y privados por valor de 750.000 millones de euros. Para dar una idea de la escala, equivale a casi tres cuartas partes del producto interior bruto de España.
Este programa de compras, como los anteriores diseñados por Mario Draghi, se hará de forma proporcional al tamaño de cada economía. Pero el BCE introduce aquí un factor importante. “Las compras bajo el nuevo programa se realizarán de manera flexible”, asegura. Esto supone que podría comprar más deuda de países como Italia o España si lo considerara necesario. “Esto permite fluctuaciones en la distribución de los flujos de compra a lo largo del tiempo, entre las clases de activos y entre las jurisdicciones”, concluye.
El movimiento es el paso siguiente a los planes gubernamentales de avalar todo el crédito posible para que no se caiga la actividad. Nadie dudaba de que Alemania tuviera el músculo financiero para llevarlo a buen puerto. Pero, ¿podrían hacer lo mismo los Tesoros de la periferia? Las primas de riesgo escalaban con fuerza en los últimos días dando a entender que no. Los inversores empezaban a apostar que las economías del sur no serían capaces de soportar con sus arcas públicas el esfuerzo de financiar la debacle económica provocada por la pandemia. Y eso se traducía en una sangría en las Bolsas que mermaba la confianza.
Para colmo de males, la reunión de ministros de Finanzas del euro acabó el lunes con el mensaje de que cada país hiciese cuanto pudiera para hacer frente a la Covid-19. Traducido: la estrategia era que cada uno aguantara su vela y rezara para que el BCE compre deuda para aguantar la de todos.
Las plegarias han sido escuchadas. El eurobanco ha dado el respaldo que los planes de avales precisaban. Después del patinazo de Lagarde, el BCE aprueba una nueva expansión que debería dar aire a las finanzas de los países ante los mercados.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ya explicó la semana pasada a EL PAÍS que el BCE podía temporalmente comprar más de un país que de otros para asegurar que no se abrían las primas de riesgo. Se trataba de contener la fuerte subida de la prima de Italia tras la desafortunada intervención de Lagarde. Ahora además se contará con más músculo para poder hacerlo. Queda por ver cómo reacciona el mercado ante la artillería del BCE. Parece que los bazucas contra la crisis del coronavirus tendrán por fin munición.
La estrategia cobra de repente sentido: primero ha sido la liquidez en abundancia inyectada a la banca. Segundo, los paquetes fiscales donde las garantías juegan un papel clave para mantener el ciclo del crédito. Y el último paso consiste en anclar el precio de la deuda pública con un plan incontestable del BCE.
Y dos elementos han sido decisivos para que el BCE haya podido poner en marcha semejante paquete: uno es que el coronavirus sea un shock generalizado. Esta vez no se trata de un pecado circunscrito a las cigarras del sur. Y el otro es el claro riesgo de deflación con la demanda cayendo. O lo que es lo mismo, en esta ocasión no preocupa que estas medidas vayan a generar un brote inflacionista en pleno parón de la economía. El eurobanco es consciente de que con casi toda seguridad habrá una recesión en forma de U. Y trata con todas sus fuerzas de evitar que acabe en L.
elpais
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