El primer ministro británico, Boris Johnson, vuelve a estar en el centro de la polémica debido a su negativa de responder a las crisis del coronavirus con las drásticas medidas que se han tomando en otros países. Aunque en Inglaterra y Gales las recomendaciones son el auto aislamiento durante siete días para quienes tienen síntomas, lavarse las manos con frecuencia y que los mayores de 70 años eviten viajar en crucero, de momento los colegios siguen abiertos y las concentraciones de personas no están limitadas.
En la conferencia de prensa sobre el estado del coronavirus en el Reino Unido el «premier» advirtió que «muchas familias perderán a sus seres queridos antes de tiempo» debido al virus. Esa declaración contrastó con las suaves medidas anunciadas, respaldas por sus dos principales consejeros en la gestión de la crisis: el asesor médico Chris Whitty, y Patrick Vallance, asesor científico. Sin embargo, tanto la opinión de la comunidad científica como de la población está divida: mientras algunos aplauden las medidas, otros son muy críticos. Es el caso de Richard Horton, director de la revista médica The Lancet, quien considera que «lo que está pasando en Italia es muy real, y nuestro Gobierno no nos está preparando para eso. Necesitamos medidas firmes e inmediatas de aislamiento social y órdenes de cierre». El profesor John Ashton, exdirector regional de salud pública para el noroeste de Inglaterra, fue también duro: «Están tratando la crisis como un partido de cricket de cinco días con descansos para el té» y denunció que se le está dando prioridad a la economía sobre la salud. «El mercado de valores se derrumbó y necesitan ponerse en pie».
A favor se mostró Keith Neal, profesor emérito en epidemiología de enfermedades infecciosas de la Universidad de Nottingham, que apunta que «las medidas son razonables» y que cerrar escuelas tiene consecuencias, como el empeoramiento de la capacidad de manejar la epidemia debido al absentismo de muchos trabajadores sanitarios que tienen que cuidar a sus hijos y el elevado riesgo para los abuelos, que probablemente se harán cargo de muchos nietos.
Vallance defendió la postura del gobierno diciendo que «lo que no queremos es que todo el mundo termine contagiado en un corto período de tiempo, abrumando así los servicios del NHS (el sistema nacional de salud)».
Queda por ver si las consecuencias de lo que algunos consideran una manía del «premier» de dar la nota y llevar la contraria cumple su objetivo de retrasar el pico de la enfermedad y conseguir lo que sus asesores llaman «cierta inmunidad de grupo para que más gente sea resistente a la enfermedad y reduzcamos el número de contagios». No queda más remedio que darle el beneficio de la duda.
abc
Etiquetas: