La crisis del coronavirus compromete el frágil apoyo ciudadano en América Latina al libre comercio

  11 Marzo 2020    Leído: 868
La crisis del coronavirus compromete el frágil apoyo ciudadano en América Latina al libre comercio

La disrupción comercial y el auge del proteccionismo en el mundo podrían arrastrar a la región a una vuelta al ensimismamiento económico.

El 73% de los ciudadanos latinoamericanos apoya un aumento del comercio internacional de sus países, pero ese apoyo es «frágil» y puede reducirse rápidamente si el discurso público, alimentado por el populismo y el nuevo nacionalismo que se está imponiendo en distintos lugares del mundo, subraya los aspectos negativos de la globalización. La crisis del coronavirus –que en Latinoamérica está teniendo una afectación más generalizada en el terreno económico que, de momento, en el de la salud– ha acelerado esa disrupción comercial, empujando a los países a dinámicas mentales de autarquía.

El riesgo de una involución en la gran apertura comercial llevada a cabo por Latinoamérica a partir de la década de 1980 es apuntado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su reciente informe «De promesas a resultados en el comercio internacional». El informe, publicado el pasado mes de noviembre, antes de que surgiera la emergencia epidémica por Covid-19, no era alarmista sobre una eventual involución comercial, que no presentaba como amenaza sino como posibilidad según evolucionara tanto el contexto internacional como el nacional.

Oportunidades perdidas
La liberalización comercial ha tenido en las últimas décadas consecuencias positivas para el desarrollo latinoamericano. Sin ella, el ingreso per cápita en la región habría amentado en promedio entre un 30% y un 40% menos, de acuerdo con el citado informe del BID. Durante este tiempo, la liberalización ha acelerado el crecimiento anual del PIB per cápita de Latinoamérica entre 0,6 y 0,7 puntos porcentuales de promedio.

Hay que recordar que la región estuvo en gran medida cerrada al libre comercio desde antes de la Segunda Guerra Mundial hasta la llamada crisis de la deuda que estalló a comienzos de la década de 1980. La práctica económica dominante fue lo que se conoció como «industrialización por sustitución de importaciones»: para desarrollar una industria propia y escapar de la dependencia «colonial» de los países avanzados, los latinoamericanos debían dejar de importar manufacturas, que eran gravadas con altos aranceles, para fomentar la producción nacional.

Si bien esto pudo tener su sentido mientras el mundo se reactivaba tras el colapso de la Segunda Guerra Mundial, la insistencia en mantener esas políticas supuso un retraso para Latinoamérica. Otros países que partían de peores condiciones, en cambio, conocieron un mayor y rápido desarrollo a través de la apertura comercial: fue el caso emblemático de los «tigres asiáticos»: Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Cuando los países latinoamericanos, ya entrada la década de 1990, comenzaron a abrir sus fronteras poco pudieron competir internacionalmente con sus bajos sueldos, pues entonces China se convertía en la «factoría» del mundo por sus salarios aún más bajos.

Solo faltaría que ahora, cuando el aumento del nivel de vida en China está desviando las inversiones industriales hacia lugares con mano de obra más rentable, la oportunidad volviera esquivar los lugares más necesitados de Latinoamérica por un inoportuno cuarteamiento del comercio internacional o una vuelta a formas de autarquía.

Menos apoyo en Argentina y más en Venezuela
Argentina, que junto a Brasil han sido los dos países históricamente más proteccionistas, es donde menos apoyo hay para el libre comercio: solo lo hace el 59% de los ciudadanos (frente a la media latinoamericana del 73%), cuando en Venezuela, que vive de la exportación de su petróleo, el apoyo alcanza un máximo del 87%, según cifras de Latinobarómetro 2018 citadas en el informe del BID.

Los latinoamericanos que defienden la apertura comercial lo hacen principalmente porque eso puede aumentar los puestos de trabajo, una opinión más extendida en los países emergentes que en los desarrollados, como apunta un estudio de 2018 de Pew Research Center.

Así, el 58% cree que incrementar los contactos comerciales con otros países supondrá un incremento del empleo, frente al 11% que considera que acarreará una pérdida de empleos; por su parte, el 37% piensa que supondrá unos salarios más altos, y el 9% que los afectará a la baja. Colombia es el único país latinoamericano en el que se cree que el libre comercio destruye más empleos que los que crea, opinión también muy extendida en Argentina y México, aunque no llega a mayoritaria.

abc


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