En el momento en el que más unidad política necesita para hacer frente a la negociación con los talibanes, Afganistán tiene dos presidentes. Ashraf Ghani y Abdula Abdula escenificaron la división interna en el Gobierno de Kabul con dos ceremonias simultáneas de toma de posesión como presidentes del país. Se celebraron a la misma hora y a muy pocos metros de distancia y sufrieron un ataque lejano del grupo yihadista Estado Islámico (EI) que disparó varios proyectiles contra el centro de la capital, que esta vez no causaron víctimas. Un nuevo recuerdo a los dirigentes del país de que los talibanes no son la única amenaza, como ya demostraran el sábado con el atentado que dejó más de treinta muertos en una ceremonia de recuerdo a un líder de la minoría chií.
Ghani, vencedor de las elecciones de septiembre con un con un 50 por ciento de los votos, según el recuento oficial que Abdula Abdula no impugnó desde que se hizo público, celebró la investidura en el palacio presidencial arropado por el encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos, Ross Wilson, el jefe de las fuerzas militares de Estados Unidos y de la OTAN, el general Scott Miller, y los embajadores de la Unión Europea, Canadá, Dinamarca, Alemania y Noruega. Una muestra de que se trata del candidato elegido por la comunidad internacional, sobre todo por Estados Unidos que pese a la incertidumbre política en Kabul anunció que ya estaba en marcha la salida de los primeros 5.400 hombres del país.
Ghani, que ocupa la presidencia desde 2014 cuando cogió el relevo de Hamid Karzai tras unas elecciones que también impugnó Abdula por sospechas de fraude, hizo un llamamiento a su rival para formar un «gobierno fuerte» y confirmó que finalmente aceptará el intercambio de presos con los talibanes propuesto por el acuerdo de paz firmado en Doha por los insurgentes y Estados Unidos. Este anuncio supone que en las próximas horas saldrán a la calle 5.000 prisioneros talibanes a cambio de 1.000 prisioneros de las fuerzas de seguridad afganas. En palabras del presidente, «a cambio de la liberación de prisioneros, se producirá una reducción significativa de la violencia».
Talibanes, a la espera
En la ceremonia paralela, Abdula, actual primer ministro y que en las elecciones obtuvo el 39 por ciento de los votos, habló de la necesidad de fortalecer la «unidad de Afganistán» y se mostró «listo para las negociaciones» con los talibanes, que según lo acordado en Doha deberían arrancar hoy mismo. «Nada es más importante para esos esclavos que sus intereses personales», declaró el portavoz del grupo islamista, Zabihulá Muyahid, a la agencia AFP cuando le preguntaron por las dos ceremonias celebradas en Kabul.
«Se trata de un problema más que personal entre los dos políticos y deberían solucionarlo y llegar a un acuerdo como el de 2014. De lo contrario, si se mantiene la división, las negociaciones con los talibanes pueden comenzar, pero no tendrían la misma fuerza», considera Ali Adili, analista de Afghanistan Analysts Network (AAN), consultado por este medio.
abc
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