Lionel Messi estaba en medio del Mundial de Brasil cuando se enteró de que Luis Suárez sería su nuevo compañero en el Barcelona. Se sorprendió. Nunca había disimulado que prefería que el Barça fichara a su amigo Kun Agüero, con quien por entonces llevó a la selección argentina a la final en Maracaná. Tras su estrepitoso adiós a Brasil —la FIFA lo sancionó por morder a Chiellini—, Suárez comenzó la temporada 2014-2015 sin poder jugar en el equipo de Luis Enrique. Vacío de fútbol y con la antipatía de Messi: mala forma para iniciar un viaje vestido de azulgrana. La experiencia de Suárez ya la había vivido Neymar —“deja de decir que soy tu ídolo y dedícate a jugar al fútbol”, le soltó el 10 al paulista—, y este verano le pasó algo similar a Griezmann.
La directiva del Barcelona tenía claro que Messi quería el regreso de Neymar al Camp Nou. Amagaron con ficharlo, cuando sabían que la operación era económicamente imposible. “Me hubiera gustado que volviera, no sé si el Barça hizo todo lo posible”, se quejó el 10 al Sport, tras el frustrado retorno del delantero del PSG. En cambio, el Barcelona se endeudó para fichar a Griezmann. “No sabemos de qué va a jugar”, se quejaban los pesos pesados del grupo. Aunque arropado por el grupo de franceses, a Griezmann le costó ganarse la confianza de sus compañeros de ataque. “¡No sé qué pasa!”, le confesaba el 17 a su entorno. Competitivo por naturaleza, acostumbrado a regatear adversidades, Griezmann no estaba dispuesto a rendirse. “No van a poder conmigo, no voy a bajar los brazos. ¡Están celosos de mí por ganar el Mundial! Mejor sonreír”, le dijo el francés a un allegado, según la revista France Football.
Y no bajó los brazos. Después de sus primeros meses en el Barcelona, en los que no encontraba su lugar en el campo ni en el vestuario, Griezmann se relajó. Como Neymar primero y Luis Suárez después, el francés también se ganó la simpatía del 10. “Leo es tímido, un poco desconfiado, pero cuando coge confianza es un tipo bueno y es generoso”, describe un empleado del Barcelona al rosarino. Más allá del personaje que imita las celebraciones de LeBron James, se pasa mucho tiempo delante del espejo y llega a la ciudad deportiva al volante de un Rolls Royce, Griezmann es un futbolista excepcional y Messi lo sabe. “Leo lo único que quiere es ganar. Y para eso sabe que necesita buenos jugadores a su alrededor. Antoine es uno de los mejores jugadores del mundo”, aseguran desde la secretaría técnica.
Messi pasó de ignorar a Griezmann a reírle las gracias en el vestuario y a cuidarlo en el campo. “Ahora se llevan muy bien y no hay ningún problema”, aseguran desde el grupo del Barcelona. En LaLiga, Messi ha buscado a Griezmann en 63 oportunidades por las 71 del francés. Y se han asistido en dos oportunidades cada uno. Ante el Eibar el rosarino intentó regalarle un gol. El 17 falló. Era para marcar el tercero ante el cuadro de Mendilibar. El problema es que, a juzgar por sus estadísticas, al francés le gusta más abrir los partidos. De las 14 dianas que ha marcado Griezmann en la temporada, 10 han servido para inaugurar el marcador. Nueve las firmó con Ernesto Valverde, cinco con Quique Setién.
La llegada del técnico cántabro, sumada a la lesión de Luis Suárez, fue una coyuntura que ha ayudado a Griezmann a afianzar su sociedad con Messi y su acierto de cara a portería. Con Setién ha creado 10 ocasiones en 10 partidos, por las 19 en 25 que había generado con Valverde. A Messi, en cambio, le da lo mismo quién esté sentado en el banquillo: 0,80 de promedio de gol con el Txingurri; 0,77 con Setién. “Todo se ha dado a favor de Antoine. Está muy bien, ha mejorado su fútbol y su lugar en el vestuario, pero todavía tiene que encontrar su rol en el equipo. Estamos tranquilos, siempre se ha adaptado en todos los sitios donde ha estado”, explican desde los despachos de la Ciudad Deportiva del Barcelona.
Necesita Griezmann un gran partido para empezar a terminar de sellar su lugar en el Barcelona. Ningún lugar mejor que Chamartín. El francés se ha enfrentado en 29 oportunidades al Real Madrid, ha marcado ocho goles (cuatro en la casa del Madrid) y ha repartido cuatro asistencias. A Messi no hay estadio que lo motive más que el Santiago Bernabéu. De los 26 goles (es el máximo anotador) que suma en el clásico, 15 los ha gritado en Chamartín.
El 10 ya no tiene a Neymar, pero mientras espera por Luis Suárez, se encuentra con Griezmann. Una sociedad tan tardía como segura para el Barcelona.
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