El Gobierno colombiano aún no ha ofrecido cifras oficiales sobre cultivo de coca relativas a 2019, pero el presidente Iván Duque asegura que ha logrado pararse el gran incremento que se venía produciendo en los últimos años, en una tendencia alcista que ya logró neutralizarse en gran medida en 2018. «En 2019 por primera vez frenamos el crecimiento exponencial de los cultivos», ha declarado Duque en este comienzo de año.
El presidente colombiano ha hecho este anuncio cuando su Gobierno se está preparando para reanudar la controvertida fumigación de los campos de coca con glifosato, actividad paralizada desde una sentencia contraria de la Corte Constitucional en 2015 por cuestiones de salud pública. Ese año se acabó produciendo un gran salto en la extensión de los cultivos, alimentado también por la perspectiva de los acuerdos de paz con las FARC, que iban a suponer ayudas a los agricultores que dejaran de producir la hoja de coca.
De acuerdo con el reciente informe anual de la DEA, la agencia antinarcóticos estadounidense, en 2018 había en Colombia 208.000 hectáreas de cultivo de coca, lo que dio lugar a una producción estimada de 900 toneladas de cocaína pura. Se trata de un volumen algo inferior a las 209.000 hectáreas y 1.040 toneladas estimadas de 2017. Las palabras de Duque, durante una visita en enero a Nariño, el departamento con mayores cultivos, sugieren que en 2019 se ha consolidado el freno a la tendencia alcista de los últimos años.
Reanudar las fumigaciones
El esfuerzo de erradicación de las plantas manualmente no ha sido suficiente para reducir sustancialmente las cifras, y ahora el Gobierno promete adoptar diversas precauciones para poder reiniciar la fumigación con glifosato, ajustándose a las protecciones exigidas por la Corte Constitucional.
Todavía en periodo de consultas, el borrador de decreto gubernamental establece que las fumigaciones seguirán estando a cago de la Policía, pero se existirá un mecanismo de seguimiento desde del Instituto Nacional de Salud y desde la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, que realizarán una evaluación permanente del riesgo. El Gobierno se compromete a llevar a cabo estudios sobre los efectos en la salud y el medio ambiente de cada operación.
Duque matizó que el esfuerzo del Gobierno no se basará en las fumigaciones, pero advirtió que no pueden dejarse de utilizar las «distintas herramientas», teniendo en cuenta que son complementarias. Así, se refirió a la dificultad de la erradicación de cultivos a mano en lugares donde existen minas o se producen ataques de grupos armados.
Durante su visita a Nariño el presidente colombiano estuvo acompañado de varias autoridades estadounidenses, que han prometido destinar 5.000 millones de dólares a la promoción socioeconómica de los lugares donde se sustituyan los cultivos de coca. Resultados tangibles, en caso necesario con el uso las fumigaciones –defendidas por Washington–, podrían ser la condición para llevar a cabo esos desembolsos.
Mayor pureza de la cocaína colombiana
De acuerdo con el último informe de la DEA, el 90% de la cocaína examinada por las autoridades en Estados Unidos en 2018 procedía de Colombia (el 6% de Perú), lo que supone una proporción similar a la de años anteriores. Lo que ha aumentado es el suministro y la pureza de la cocaína colombiana; la otra novedad es su menor precio, debido a la mayor cantidad que llega al mercado. Además, la DEA alerta de que por primera vez ha detectado la llegada de cocaína en forma de pastillas, y de su venta mezclada en ocasiones con fentanilo, un potente opiáceo.
La pureza es del 85,4%, lo que supone un incremento de pureza del 35,6% respecto al año anterior; se trata del mayor porcentaje de panelas de cocaína no cortada con adulterantes o diluyentes en lo que va de siglo. A final de 2017 el precio del gramo de cocaína pura bajó un 28,2% respecto a 2013 (de 213 a 153 dólares).
En comprimidos
En su informe, la DEA expresa sorpresa por la nueva forma de distribuir la cocaína en el mercado estadounidense, donde en ocasiones se ha vendido en píldoras o comprimidos, tal como han puesto de manifiesto diversas incautaciones. La DEA asegura desconocer si se trata simplemente de una modalidad para despistar a los agentes de aduanas y otras autoridades, introduciendo la droga como medicamentos falsificados, o constituye una incipiente moda que busca experimentar otras maneras de ofrecer y consumir el estupefaciente.
Un elemento que podría apuntar a que se trata de una nueva tendencia es que «la abundancia de la cocaína y su bajo precio puede hacerla un sustitutivo atractivo de los estimulantes que se sirven con receta, que son más caros y menos disponibles, para los traficantes que buscan expandir sus mercados de influencia o abaratar costes y para los consumidores de estimulantes que desean una solución más barata».
Mezcla con opiáceo
Por otra parte, la amplia disponibilidad tanto de cocaína como de fentanilo en Estados Unidos (este último, junto con la heroína y medicamentos de receta con sustancias opiáceas, se encuentra tras la ola de muertes por sobredosis sufrida en ese país) ha llevado a que en muchos casos las dos sustancias se presenten mezcladas, lo que constituye «una peligrosa tendencia» que supone una «significativa amenaza» para la sociedad estadounidense, como destaca la DEA.
Esta agencia considera que la mezcla se produce una vez ambos elementos están en EE.UU. y advierte que en muchas ocasiones los consumidores, e incluso los traficantes, desconocen que la cocaína se ha visto peligrosamente reforzada con fentanilo.
abc
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