La preocupación dominó por unos días en el seno del Real Madrid cuando Thomas Meunier rompió a Hazard en noviembre. La estrella había encontrado su puesta a punto y era letal. Creaba todo el fútbol ofensivo. Su partido en Éibar fue soberbio, el mejor desde que fichó por el conjunto blanco. En el Real Madrid las preocupaciones duran poco tiempo, porque se toman soluciones rápidamente. No se admiten las plañideras. Hay que reaccionar. Y Zidane dio un paso adelante gracias a un cambio estratégico centrado en el dominio del juego con cuatro o cinco centrocampistas y un sistema defensivo muy sólido. Era un equipo distinto al tradicional de la historia del club, con menos profundidad y más disciplina táctica. Faltaban los goles y el entrenador encontró una evolución en ataque con Vinicius y Lucas por las bandas. El brasileño era la alegría del madridismo con sus escapadas por la izquierda y sus regates. Siete hacía de promedio. Y generaba claras ocasiones de marcar. Pero no era suficiente.
Se echaba de menos la creatividad de Hazard. Su talento transformó al líder desde el primer minuto de la reaparición. Fue el mejor futbolista del Real Madrid en su primer partido del año. Realizó siete regates en los 72 minutos que disputó y provocó un penalti. Devolvió la profundidad perdida al proyecto de Zidane. Jugó por la izquierda y por el centro, para combinar paredes con Benzema, Marcelo y Kroos. El técnico estaba feliz al comprobar el estado de forma de la figura contratada en julio por 105 millones, rápido en la arrancada de cinco metros y confiado para driblar sin problemas a todo rival que se pusiera delante. Ahora le pide que ejerza ese regate siempre, fuera del área y especialmente dentro de ella, porque el número siete aporta la magia en ataque que le falta al líder de la Liga española.
Faltaba profundidad
Zidane le daba vueltas a la cabeza para solucionar esa carencia de verticalidad mientras Hazard se encontraba de baja. Hubo partidos que acabaron sin goles, cosa extraña en el Real Madrid. Otros, como en Getafe y en Valladolid, se solventaron con juego aéreo de Varane y de Nacho. Casemiro y Ramos también sacaron puntos de cabeza. Y el entrenador exigía a sus centrocampistas que dispararan desde fuera del área. Modric, Kroos y Valverde han certificado triunfos con sus tiros. No obstante, faltaba chispa, «dribling». No había incursiones en el área con el balón controlado, salvo las que realizaba Carvajal. Vinicius y Lucas generaban el peligro cuando jugaban.
Las estadísticas no son opinión, son datos. Si Vinicius creaba siete fintas por partido, Lucas hacía cuatro y Marcelo, cuando salía, tres. Modric generaba otras tres de promedio, aunque lejos del área. Había que recuperar el regate en la zona decisiva del gol. Zidane respira. Ha recuperado a Hazard, que es el regate hecho hombre.
El belga realiza un promedio de ocho «driblings» por encuentro y lo mejor es que la mitad los hace dentro del área enemiga. Es la razón por la que ha generado tres penaltis para su equipo. Si Rubén le derribó en la última jornada, Soriano le zancadilleó ante el Leganés (5-0) y De Blasis en Ipurúa (0-4). Es el futbolista que ha forzado más penas máximas a favor del Real Madrid, aunque solo ha jugado 680 minutos en el campeonato nacional, repartidos en nueve jornadas. En total ha disputado 1.005 minutos, divididos en 14 encuentros.
Benzema, el beneficiado
La trascendencia de Hazard no solo se acusa en el regate. Le hacen cuatro faltas por partido, la mayoría al borde del área para detener sus incursiones. Y ejecuta una media de siete paredes, su otra especialidad. Benzema es el compañero que mejor combina con él, pues realiza cinco de promedio junto al belga. El delantero francés suma 18 goles en total, 13 en Liga y no ha marcado en el torneo español desde la visita a Mestalla, 1-1, antes de Navidad. Un gol en Copa al Zaragoza es su balance 2020. Hazard fue su mejor aliado para marcar. Acusó su ausencia. El belga genera la variedad ofensiva que necesita el líder en este momento decisivo.
abc
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