Imágenes de soldados sonrientes haciendo el signo de la victoria inundaron el pasado domingo las cuentas en las redes sociales de los partidarios del presidente sirio, Bachar el Asad, para celebrar la “liberación” de la periferia occidental de Alepo, la segunda ciudad del país. Esta victoria es ante todo una inyección de moral en las tropas regulares sirias, que tras más de ocho años de lucha han logrado asegurar el perímetro que rodea el que fuera el corazón económico del país. Y ello, tras hacerse la semana pasada con la totalidad de la autovía internacional —se extiende desde la frontera turca a la jordana— M5, objetivo codiciado por el Gobierno sirio, que le permite simultáneamente restablecer el comercio entre lo que se llama la Siria útil y leal —las principales ciudades sirias entre sí en la mitad occidental del país— y cortar las rutas de avituallamiento de las milicias insurgentes hacia Turquía. La "autopista de la victoria", como la han bautizado los leales a Damasco, está plagada de historias de muerte, destrucción y desplazamientos masivos de ambos lados del asfalto.
“Hemos liberado todos los tramos entre Alepo y Damasco, entre Tel Rifat y Alepo y ahora avanzamos hacia el oeste en dirección a la frontera turca ”, cuenta desde ese frente el soldado regular Rami, de 27 años. Tenía 19 años cuando milicianos rebeldes asediaron Nubel, su poblado natal, cuyo cerco se alargó desde 2012 a finales de 2016. Fueron las fuerzas de élite sirias, conocidas entonces como Los Tigre, y bajo el mando del General Suheil al Hasan, los que en 2014 lograron abrir un corredor a través de la localidad de Janaser —al sur de Alepo—, para dinamitar el cerco rebelde y abastecer a los civiles de la mitad oriental de la ciudad. Con ello invirtieron el asedio sobre la otra mitad insurrecta.
Entonces, el trayecto por carretera desde Damasco se prolongaba durante más de 12 horas con tramos disputados por grupos armados salafistas, obligando a desvíos a través del desierto. Hoy, los taxistas y camioneros confían en que el recorrido de esos 355 kilómetros se pueda realizar en cuatro horas y media. Los avances en tierra también han permitido restablecer la ruta aérea: el primer avión comercial aterrizó este miércoles en el aeropuerto de Alepo, cerrado desde 2012 por los combates. A bordo de la aeronave, un puñado de periodistas acompañaron al ministro de Transporte sirio, Alí Hammoud, durante los 40 minutos de vuelo desde Damasco. "El aeropuerto de Alepo solía recibir a 2,5 millones de pasajeros anualmente, lo que demuestra la actividad económica", dijo Hammoud en declaraciones recogidas por EFE tras apuntar que se prevén en los próximos días vuelos desde El Cairo.
Decenas de miles de civiles que en 2012 fueron desplazados por las fuerzas insurrectas podrán retornar a sus hogares sin temer el fuego de morteros insurrectos. Al otro lado de la carretera, la doble ofensiva, aérea y terrestre, del Ejército regular sirio —con el amparo de los cazas rusos— para hacerse con la M5 ha provocado cerca de un millón de desplazados en las últimas 10 semanas, según el balance de la ONU. Se hacinan en campos levantados a lo largo de una frontera turca que ha quedado sellada al paso de civiles.
En diciembre de 2016, las fuerzas progubernamentales retomaron el control de Alepo capital tras un largo asedio, y expulsaron de la mitad oriental de la urbe a los milicianos rebeldes, muchos de ellos salafistas, pertrechados durante cuatro años en un frente que se había estancado entre ruinas milenarias y monumentos que son patrimonio de la humanidad. La contienda vació de habitantes a la que llegó a ser la ciudad más poblada de Siria. Con cerca de tres millones de personas en tiempos de preguerra, perdió casi dos tercios durante los más de cuatro años de feroces combates y bombardeos. Las mujeres, junto a los niños, siguieron a los hombres en la huida a tierras de la comarca de Idlib, la última provincia que sigue mayoritariamente controlada por insurgentes. Allí fue a parar Abu Oday junto a su familia. Oday, cuenta desde Idlib ciudad, capital de la provincia homónima, desde donde habla, que que el recrudecimiento de la ofensiva en la periferia de Alepo ha supuesto esta semana una pausa en los bombardeos sobre Idlib.
En el forzado trasiego demográfico no quedaron manos para recoger los pistachos ni el algodón en los fértiles campos de Alepo, ni obreros en su vivero industrial que sumaba el 35% de la producción nacional siria. La victoria de Damasco ha devuelto esperanza también a los más de 2.000 empresarios que como Ahmed Jabour, invirtieron millones de euros en la ciudad industrial de Sheij Nayar, unos 15 kilómetros al norte de Alepo. Motor de la economía alepina, daba cuenta del 45% de la producción textil. Entre combates, los hangares fueron calcinados y la maquinaria pasto del pillaje, provocando otro éxodo de 42.000 trabajadores y sus familias. Unos huyeron hacia el norte de la autovía, convirtiéndose en mano de obra barata y cualificada para las empresas textiles turcas. Cerca de un millón, hacia Latakia, leal a El Asad y en la costa del país, donde empresarios alepinos levantaron nuevas fábricas.
Los expertos militares pronosticaron aquellas navidades de 2016 la victoria de El Asad en la guerra interna que enfrenta a fuerzas rebeldes y leales. El Gobierno afianzó su objetivo: el control sobre esa Siria útil que constituyen las dos principales urbes del país y las arterias que las conectan entre sí. Sin embargo, han transcurrido otros tres años de guerra hasta que las tropas sirias junto con milicias aliadas han recuperado la estratégica M5. En tiempos de preguerra, el tránsito de mercancías por esta ruta se valoraba en 23 millones de euros diarios, según expertos citados por la agencia AP.
Con la mitad de las infraestructuras del país diezmadas por una contienda a punto de entrar en su décimo año. La comunidad internacional ha condicionado toda ayuda a la transición política. Los comerciantes y el Gobierno sirio confían en que la M5 logre revitalizar la marchita economía y dar un paso en la reconstrucción.
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