La reubicación que pretende acometer España en el tablero europeo mantiene expectante a Francia y a Alemania. El eje franco-alemán, el motor tradicional de la UE, confía en conservar al Gobierno español como firme aliado a pesar de la voluntad que ha expresado la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, de diversificar los lazos en el seno del club comunitario. Para procurar los primeros contactos, el Gobierno alemán ha invitado a la ministra a Berlín y una alta representante del Ministerio de Exteriores francés visita el martes Madrid.
En apenas unos meses, España ha pasado de abrazar una especie de G-3 con Francia y Alemania a considerar nuevos encajes, algunos tan rompedores como cooperar con Polonia y Hungría en la lucha por el mantenimiento de los fondos de cohesión en el bloque comunitario. Aunque ya en la última etapa de Josep Borrell como ministro se apreciaron intentos de abrir el abanico de las alianzas, los primeros pasos de González Laya como jefa de la diplomacia han marcado la diferencia.
El movimiento ha causado cierta inquietud en las sedes diplomáticas de París y Berlín. Aun así, las fuentes consultadas prefieren restar importancia a los comentarios concretos y valorar el europeísmo que exhibe España como clave para estrechar la colaboración en la UE post-Brexit. “Es normal que cada país busque sus socios en función de sus intereses en un tema; no es una gran sorpresa y también se percibía con Borrell. Lo importante, y de esto no cabe ninguna duda, es que siempre se reme en la misma dirección: por una Europa fuerte y solidaria”, señalan fuentes diplomáticas alemanas, que abogan por “hacer avanzar el proyecto europeo común más allá de los intereses particulares”.
La Francia de Emmanuel Macron, uno de los líderes europeos que más sintonía mostraron con Pedro Sánchez cuando llegó al poder, apela a la implicación directa de España en el núcleo de la UE como clave en el nuevo ciclo europeo. “No podemos construir una Europa soberana sin una gran implicación de España. Francia y la pareja francoalemana esperan mucho de sus principales socios, en particular de España, para responder a los desafíos europeos”, indica una fuente diplomática francesa.
Desde su adhesión a la UE, en 1986, España ha permanecido bastante apegada al eje franco-alemán. “La única vez que nos alejamos fue en 2001, con José María Aznar, y eso sí que fue un movimiento estratégico, motivado por la guerra de Irak”, recuerda Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano. Este experto es rotundo en el análisis: “No es posible alejarse del eje; lo puede hacer Orbán [primer ministro de Hungría] como lo pudo hacer Aznar, pero todo en la UE pasa por ese núcleo”.
Preguntada por este diario en la entrevista publicada el pasado 9 de febrero, González Laya declaró su voluntad de cooperar con el eje en algunas políticas. “Pero en otras cuestiones esa geometría será un poquito diferente”, añadió. A continuación, citó algunos países del Este, con los que España mantiene posiciones opuestas en asuntos como la migración o el Estado de derecho, como posibles aliados en capítulos como la política de cohesión europea.
La coreografía de los primeros días de la ministra ha sido simbólica: los primeros homólogos a los que ha recibido en la sede del ministerio han sido el italiano, Luigi di Maio, y el griego, Nikos Dendias. Se trata de una mirada más mediterránea hacia unos Estados, especialmente Italia, con los que España ha tenido tradicionalmente relaciones más complicadas.
Dos fuentes que piden anonimato aseguran que el giro no obedece a ninguna estrategia de Estado. No se ha debatido en el seno del ministerio ni se ha pactado con La Moncloa. Se trata más bien de una reflexión de la ministra sobre qué papel debe desempeñar España en una Europa que acaba de perder a la que representaba la segunda economía del club comunitario: el Reino Unido. Esa sacudida induce a otros grandes Estados —España es la cuarta potencia tras el Brexit— a repensar sus posiciones.
Encuentros bilaterales
Exteriores ha rehusado desgranar los argumentos que sustentan este rediseño de las alianzas europeas. La ministra comparecerá por primera vez este jueves en el Congreso para esbozar las líneas maestras de su mandato. Allí dará pistas sobre cómo pretende encarar la nueva etapa. Antes —este lunes, en el consejo de ministros de Exteriores que se celebra en Bruselas— discutirá con sus colegas europeos sobre Libia, un asunto en el que González Laya ha mostrado sintonía con las inquietudes italianas, y sobre las relaciones de Europa con África y con la India, entre otros asuntos.
Para tratar de estrechar lazos, el ministro alemán de Exteriores, el socialdemócrata Heiko Maas, ha invitado a González Laya a Berlín. Lo hizo en la carta de bienvenida que le envió tras su nombramiento, una felicitación protocolaria que no siempre lleva aparejada una invitación. De momento no hay fecha para el encuentro. Por el flanco francés, esta semana se celebrará la primera reunión bilateral, aunque en un nivel aún modesto. La secretaria de Estado de Asuntos Europeos, Amélie de Montchalin, se entrevista mañana en Madrid con su nuevo homólogo, Juan González-Barba. También celebrarán una reunión a tres con un representante portugués, con las interconexiones eléctricas entre los tres países como principal asunto.
Al igual que las fuentes consultadas en los dos grandes países comunitarios, el investigador de Elcano confía en que esas primeras manifestaciones de la ministra no se traduzcan en un alejamiento real del eje franco-alemán. “Tiene sentido complementar las alianzas también con otros Estados, pero no hay razón sustantiva que justifique un alejamiento del eje franco-alemán”, concluye Ignacio Molina.
elpais
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