Pese a que las encuestas previas a la cita electoral y el sondeo realizado a pie de urna ya predecían que el que fuera el brazo político del IRA (Ejército Republicano Irlandés) iba a poner en peligro el dominio que durante un siglo han mantenido el Fianna Fail y el Fine Gael dentro de la política del país, pasando el poder del uno al otro, la revelación del recueno final supone un hecho histórico.
Aunque el Fianna Fáil, dirigido por Micheál Martin, que hasta ahora ha ejercido el papel de líder de la oposición, ha ganado oficialmente las legislativas si se toma en cuenta el número de escaños, el Sinn Fein fue en realidad el más votado, con un 24,5% de los votos como primera opción, frente al 22,2% del FF y el 20,9% del FG. Entre los minoritarios, el Partido Verde obtuvo el 7,1% y el Laborista el 4,4%. La diferencia entre el número de sufragios y los escaños que finalmente obtiene cada partido, se debe al complejo sistema electoral irlandés de voto transferible de representación proporcional. De hecho, es probable que de haber presentado más candidatos, el Sinn Fein hubiese obtenido más escaños, pero se quedó corto en sus expectativas y prefirió apostar por lo seguro. Lo que está claro es que su irrupción dentro del panorama político tendrá importantes consecuencias, sobre todo ante la falta de una mayoría absoluta.
Ahora, el gran desafío es la formación de gobierno en un Parlamento fragmentado. Tanto el FF como el FG señalaron en diversas ocasiones durante la campaña que no están dispuestos a una coalición con el partido republicano liderado por Mary Lou McDonald, pero ella ha sido clara al señalar que las dos grandes formaciones no pueden hacer oídos sordos al «mandato de las urnas» y ha revelado que ya ha empezado las conversaciones con otros partidos, como los laboristas y los verdes, para evaluar la posibilidad de formar gobierno. «Esta campaña ha girado en torno al cambio. La gente ha votado al Sinn Fein para que forme parte del Gobierno, para que marque la diferencia», dijo McDonald en una entrevista con la cadena pública RTE.
«Decepción Varadka»
Este triunfo es además muy simbólico: mientras una gran parte de las personas mayores aún recuerdan la violencia del IRA y los más de 3.500 muertos que dejó el que es uno de los conflictos más sangrientos del siglo XX en Europa –y por tanto se negaron a votar al SF–, los más jóvenes han sucumbido a las promesas de una vida mejor, con la sanidad y la vivienda como ejes principales. Mientras unos hablan de reconciliación, otros hablan simplemente de necesidad, en un país que pese a tener una economía fuerte, ve como sus habitantes sufren por políticas domésticas deficientes en áreas fundamentales.
El gran perdedor de estas elecciones ha sido el primer ministro Leo Varadkar, que desde que llegó al poder en el 2017 ha gobernado en minoría con un grupo de diputados independientes, gracias al compromiso del Fianna Fail de abstenerse en votaciones importantes. Si su llegada al poder supuso un soplo de aire fresco a una política rancia por su edad -38 años al ser elegido-, su sangre irlandesa e india y su homosexualidad, durante su gobierno fue incapaz de conectar con los ciudadanos. Ahora más que nunca, es posible que su mandato haya llegado a su fin.
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