Los continentes de la Tierra han estado moviéndose y cambiando su aspecto desde que el planeta cumplió unos 1.000 millones de años. El causante es la tectónica de placas, un proceso por el que grandes y sólidos pedazos de litosfera, la corteza externa, se mueven y se deslizan sobre el manto, una capa inferior. Todos estos movimientos originan los terremotos, la actividad volcánica y las montañas. Y, además, van cambiando la cara del planeta: la Tierra atraviesa ciclos en los que los continentes pequeños se unen en un supercontinente, para luego presenciar cómo éste vuelve a fragmentarse en pequeñas piezas. El último de los grandes supercontinentes fue Pangea, pero hubo otros antes.
En la actualidad existen 15 grandes placas tectónicas y decenas de bloques más pequeños que determinan que existan seis continentes emergiendo de las olas. Sin embargo, en 2017 un equipo internacional de científicos presentó evidencias que apoyan la existencia de un séptimo continente. Se trata de Zealandia, una masa de tierra casi totalmente hundida en el Pacífico y situada al este de Australia. La semana pasada, estos mismos investigadores han explicado el complejo origen de toda esta formación en un artículo que se ha publicado en « Geology».
Situación de Zealandia, al este de Australia. Tiene todas las características de un continente: está elevado sobre el área circundante, tiene una geología característica, un área bien definida, la corteza es mucho más gruesa que el suelo oceánico y tiene un área de más de un millón de kilómetros cuadrados, sin estar conectado con otros continentes - GNS Science
«Zelandia es un continente que se encuentra sumergido bajo el Océano Pacífico y del que únicamente afloran sus montañas más altas, que son las islas de Nueva Zelanda y Nueva Caledonia», explica Laia Alegret, paleontóloga de la Universidad de Zaragoza y coautora de la investigación. «Reconocido como el séptimo continente, tiene una geografía muy poco usual porque se encuentra mayormente sumergido a más de un kilómetro de profundidad, mientras que los otros seis continentes tienen extensas áreas de tierra que afloran en superficie».
Zealandia, el continente sumergido
Zealandia, también conocido como Tasmantis, es una masa con una extensión de casi cinco millones de kilómetros cuadrados (más de la mitad de Australia), que se encuentra al este de Oceanía. Hoy en día, la mayoría de las alturas de Zealandia están ocultas por el océano y apenas se elevan unos 1.000 o 1.500 metros sobre el fondo marino. Pero un 7% de este continente está emergido y da lugar a multitud de islas. Entre estas están Nueva Zelanda, las islas Antípodas, Auckland, Bounty, Campbell o Chatham, así como partes de Nueva Caledonia. En total, hoy en día viven sobre Zealandia unos cinco millones de personas, lo que le convierten en el segundo continente menos poblado de la Tierra, solo por detrás de la Antártida.
La existencia de este continente se comenzó a barajar en los ochenta, pero no fue hasta 2017 cuando un equipo de 32 científicos concluyó que Zealandia cumple los requisitos para ser considerado como continente. Gracias a mediciones hechas a bordo del buque «JOIDES Resolution», como parte del « International Ocean Discovery Program» (IODP), los investigadores confirmaron que está elevada en comparación con los alrededores, que tiene una geología característica, un área bien definida y una corteza más gruesa que la presente en el suelo oceánico.
El violento nacimiento de Zealandia
El estudio publicado más recientemente, elaborado gracias a los datos recogidos por la «Expedición 371», revela que Zealandia surgió de dos eventos tectónicos.
Hace de 60 a 85 millones de años esta masa de tierra fue arrancada del antiguo supercontinente de Gondwana, originando los gérmenes de las actuales Australia y la Antártida y el Mar de Tasmania. Tiempo después, hace unos 35 a 50 millones de años, la región entera subsidió, es decir, se hundió, más o menos un kilómetro, hasta alcanzar la profundidad actual. Al mismo tiempo, estas tensiones combaron multitud de capas de rocas (estratos) y se formaron volcanes submarinos por todo el Pacífico occidental.
El origen de estos fenómenos está en las poderosas fuerzas del Anillo de Fuego del Pacífico, un costurón de 40.000 kilómetros de largo que recorre las costas occidentales de América del Norte y del Sur, Alaska, Japón, el Pacífico occidental y Nueva Zelanda. En este cinturón existen 425 volcanes, el 75% de los que hay en el planeta, y ocurren el 90% de los terremotos.
Extensión del Anillo de Fuego del Pacífico
«El Anillo de Fuego del Pacífico es una zona (...) resultante del proceso geológico de la subducción, que es aquel en el que una placa tectónica se hunde bajo la tierra», explica Alegret.
Un «evento de ruptura de la subducción»
Tal como prosigue, la formación de este anillo, hace unos 50 millones de años, «es un misterio». Pero Zealandia tiene interesante información que aportar: «El artículo publicado en la revista "Geology" propone que un evento de ruptura de la subducción se propagó a lo largo de todo el Pacífico Oeste en aquella época. El proceso sería similar a un terremoto masivo súper lento que resucitó antiguas fallas de subducción que habían permanecido latentes durante millones de años, pero que comenzaron a moverse de nuevo». Todo un renacer de movimientos tectónicos dormidos.
Aunque no hay ningún otro escenario donde se pueda observar un proceso así, Alegret subraya que está claro que «estos eventos pueden alterar dramáticamente la geografía de los continentes». En el caso del proceso que dio origen a Zealandia, un solo evento «creó recursos naturales, afectó al clima global y cambió la dirección y velocidad de movimiento de casi todas las placas tectónicas del planeta. Realmente fue un evento de significación global».
Testigos de las profundidades
La expedición 371 recogió testigos de sedimentos a hasta 864 metros de profundidad, bajo el lecho marino, en seis puntos diferentes mar adentro. «En el sitio más profundo, el agua tenía una altura de cinco kilómetros y nuestro taladro pesaba 300 toneladas», han explicado Rupert Sutherland, investigador en la Universidad de Victoria en Wellington (Nueva Zelanda) y Gerald Dickens, investigador en la Universidad Rice (EEUU), directores de la investigación, en « The Conversation». Además, «usamos fósiles de tres de los sitios para mostrar que el norte de Zealandia se hizo mucho más somero, y que probablemente tuvo regiones emergidas hace de 35 a 50 millones de años». Esta ha sido precisamente la tarea de Laia Alegret, quien ha contribuido al estudio analizando miles de microfósiles.
Lo más relevante de esta investigación no es que haya cambiado la lista «oficial» de continentes, sino lo que implica haber descubierto las transformaciones que originaron esta masa de tierra. «Nuestras pruebas, obtenidas de Zealandia, muestran que estos eventos pueden alterar dramáticamente la geografía de los continentes», escriben Sutherland y Dickens.
Terremoto masivo y lento
Según sus conclusiones, un «evento de ruptura de la subducción», similar a un terremoto masivo y lento, se extendió por todo el Pacífico occidental, causando temblores y volcanes, pero también resucitando antiguas fallas. En estas, se produjo una «resurrección de la subducción», lo que quiere decir que placas detenidas, volvieron a introducirse bajo la corteza.
«Este concepto de la "resurrección de la subducción" es una nueva idea que puede ayudar a explicar muchas observaciones geológicas», proponen Sutherland y Dickens en su artículo. Sin embargo, tal como han escrito, es posible que la Tierra haya experimentado menos de 100 de estos fenómenos en toda su historia.
«¿Cuáles fueron las consecuencias de estos cambios geográficos para las plantas, los animales o el clima», se han preguntado. «¿Podemos trazar modelos de ordenador para describir los procesos geológicos que ocurrieron en las profundidades? Todavía estamos trabajando en ello».
Lo que sí se sabe, de momento, es que este cataclismo cambió la dirección y la velocidad de la mayoría de las placas tectónicas de la Tierra. El monstruoso fenómeno que creó y hundió a Zealandia tuvo un alcance global. Ahora los investigadores están convencidos de poder estudiar qué ocurrió y por qué.
abc
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