Solar Orbiter: Despega la nave espacial que verá por primera vez los polos del Sol

  10 Febrero 2020    Leído: 828
  Solar Orbiter:   Despega la nave espacial que verá por primera vez los polos del Sol

El lanzamiento ha seguido los horarios establecidos y la nave ya ha comenzado un viaje que le llevará a 300 millones de kilómetros desde la Tierra.

Acaban de pasar dos minutos sobre las 5 de la madrugada en Darmstad (Alemania). En los cuarteles generales de la Agencia Espacial Europea (ESA) reina el silencio: queda un minuto para el lanzamiento de Solar Orbiter, la misión europea ideada a finales de los noventa para estudiar todos los secretos que aún guarda el Sol (y que no son pocos) que ahora, más de dos décadas después, por fin se hace realidad. A pesar de que el lanzamiento se lleva a cabo en el Centro Espacial Kennedy de la NASA, en Cabo Cañaveral, el medio centenar de personas que contemplan a través de las tres enormes pantallas en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) se sienten como si estuvieran al pie del cohete Atlas V: nervios y emoción. Cuando el humo rodea al vehículo, una densa y tensa calma se palpa al elevarse en la estructura, y se aumenta aún más según el cohete se convierte en una verdadera bola de fuego al alcanzar la atmósfera. Luego, un punto brillante se hace cada vez más pequeño allá, en el cielo. Y, entonces, todo depende de los equipos electrónicos a bordo, que darán señales de vida, si todo va según lo esperado, en una hora.

«Ahora no están de brazos cruzados, aunque es verdad que no pueden hacer mucho hasta que reciban la señal. En esa sala hay una calma tensa», afirma desde Alemania Mark McCaughrean, asesor sénior de Ciencia y Exploración para la ESA. Las imágenes en las pantallas muestran rápidas conversaciones y ojos clavados en los ordenadores, si bien se vislumbran sonrisas y algunos abrazos. La operación se demora unos agónicos segundos más de lo previsto hasta que llega la señal al ESOC. Ahora se escuchan gritos de alegría y aplausos, en Florida y en Alemania. «Hemos recibido la señal. Eso es una fenomenal noticia», confirman desde control. Alrededor de media hora, otro momento crítico: el despliegue de los instrumentos. Otra vez aplausos. «¡Tenemos misión!», grita el director de Ciencia de la ESA Günter Hassinger desde Cabo Cañaveral. Las caras se manifiestan mucho más relajadas que hace una hora.

Un viaje de dos años y más
A partir de aquí le espera un viaje de 300 millones de kilómetros de casa que se espera se alargue, al menos, hasta julio de 2029, si bien misiones como Soho llevan orbitando e informando sobre nuestra estrella desde hace más de dos décadas. Pero primero Solar Orbiter tendrá que salir del plano del Sistema Solar (la eclíptica, la línea imaginaria en la que se alinean todos los cuerpos de nuestro vecindario cósmico) y «auparse» un poco. Aprovechando la gravedad de la Tierra y, sobre todo, la de Venus, Solar Orbiter conseguirá inclinar su trayectoria en las sucesivas vueltas que dé sobre el Sol. El próximo mes de diciembre comenzará la primera de las ocho maniobras previstas para utilizar como una suerte de palanca al planeta vecino e ir poco a poco elevándose hasta alcanzar a ver los polos solares.

De momento, se han señalado cuatro fechas alrededor de las cuales Solar Orbiter estaría en condiciones de poder abrir sus escotillas para echar un vistazo en esta región aún no vista por el hombre. La primera será en torno a marzo de 2025, cuando la sonda se encontrará a 17 grados de latitud sobre el plano. Después se sucederán la ventana de enero de 2027 (24 grados), abril de 2028 (30 grados) y julio de 2029 (33 grados). En total está previsto que Solar Orbiter tome instantáneas durante 30 días, un periodo que se podría alargar si los sistemas continúan funcionando más allá de la fecha prevista, calculada para 2029.

Más cerca que Mercurio
En cuanto a lo cerca que tomará las imágenes y los datos, si bien la sonda de la NASA Parker Solar Probe se encontrará más próxima a nuestra estrella que Solar Orbiter, la nave de la ESA tendrá un primer acercamiento en febrero del próximo año a 0,5 unidades astronómicas (a unos 70 millones de kilómetros) y un segundo en octubre de 2022 a 0,3 unidades astronómicas (unos 40 millones de kilómetros), lo que la coloca como la segunda que más se ha acercado y dentro de la órbita interior de Mercurio. Pero no se trata de rivalidad, ya que ambas naves tienen diferentes instrumentos con el objetivo de que se complementen entre ellas y con los telescopios terrestres, lo que podrá ofrecer una completa radiografía de lo que pasa en aquella inmensa bola de fuego.

¿Y cómo aguantará las altas temperaturas de una bola de fuego cuya atmósfera está a millones de grados? Solar Orbiter está preparada para soportar hasta 520 grados centígrados gracias a un escudo térmico fabricado con decenas de capas de distintos materiales, desde mantas térmicas adaptadas a titanio y un recubrimiento de carbono-calcio carbonizado hecho a partir de huesos de animales triturados. Además, la sonda cuenta con un espacio vacío entre el escudo y los instrumentos, lo que propiciará que todo el calor se irradie fuera de la sonda. Aún así, el más mínimo fallo en la trayectoria de la nave podría provocar que alguno de los sensores o telescopios quedase «achicharrado», con lo que las operaciones desde Tierra son cruciales. «Si en algún momento la nave se desvía de su rumbo, tenemos muy poco tiempo para rectificar, ya que las temperaturas pueden ser fatales», explican desde el ESOC.

Este centro será el encargado poner en la órbita correcta a Solar Orbiter, momento en el que pasará a manos del ESAC, el centro de la ESA en Villanueva de la Cañada (Madrid), donde se recibirá toda la información enviada por los diez instrumentos a bordo, que tienen un total de 27 sensores diferentes de los cuales 9 son telescopios. Entre todos medirán, por una parte, las partículas y los eventos que se produzcan en las inmediaciones de la nave, incluidas partículas cargadas y campos magnéticos del viento solar, ondas magnéticas y de radio del viento solar, y partículas cargadas de energía. Y, por otra, observarán la superficie y la atmósfera del Sol, tomando imágenes de altísima resolución de las erupciones solares, por ejemplo.

El objetivo de Solar Orbiter es contestar a estas cuatro preguntas: ¿Qué ocurre en las regiones polares cuando el campo magnético cambia?; ¿cómo se genera este campo magnético dentro del Sol y por qué se propaga más allá de la corona al espacio?; ¿Qué mecanismo es el que acelera de forma endiablada y más allá de nuestras predicciones al viento solar?; y, por último, ¿cómo son de habituales las llamaradas solares y las eyecciones de masa coronal que pueden potencialmente dañar a los planetas y cómo se producen las erupciones extremas que afectan al tiempo espacial? Unas cuestiones que llevarían a la física solar a cotas nunca vistas. Solar Orbiter ya está en camino.

abc


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