Los líderes de los partidos ultraconservadores de Europa, encabezados por la jefa de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, Marion Maréchal, verso suelto del clan Le Pen y actual aliada de Vox en España para la construcción de un centro de estudios, y el propio Santiago Abascal, se reunieron el martes en Roma. Una puesta en escena solemne, en un hotel de lujo junto a la plaza de España, en la que también participó el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, y que titularon Dios, honor y nación. La noticia, sin embargo, fue la de una ausencia destacada. El líder de la Liga, Matteo Salvini, anunció el día antes que cancelaba su asistencia, programada desde hacía semanas, alegando “motivos de agenda”. El problema, apuntan las fuentes consultadas, tiene un carácter más complejo y define la nueva encrucijada ideológica y estratégica de su partido. También la creciente rivalidad con una aliada convertida en amenaza.
La derrota en Emilia-Romaña, donde Salvini desempolvó su lado más ultra, ha levantado ampollas en algunos sectores del partido menos dados a la sobreactuación populista. La sensación es que el líder de la Liga ha tocado techo y que las escenas que protagonizó en campaña, como llamar al interfono de la casa de un inmigrante delante de las cámaras de televisión acusándolo sin pruebas de ser un traficante, han pasado factura electoralmente e incomodado a una parte del sector más moderado de sus votantes. La remodelación de la estrategia, que estaría avalada por hombres fuertes de la formación como Giancarlo Giorgetti, pasaría ahora por acercarse a posturas centristas del Partido Popular Europeo, lejos de radicalismos como el de Maréchal-Le Pen, que ayer arremetió contra el socialismo y el “neofeminismo”, defendió la Iglesia católica y alertó sobre la supuesta islamización de Francia.
Un cambio de ruta de este tipo agradaría a los empresarios del norte de Italia vinculados a la Liga y a amplios sectores de la Iglesia italiana, con una notable influencia todavía en cierto electorado. Pero también lo piden explícitamente personajes como el fundador del partido, Umberto Bossi, que concedió una rara entrevista al periódico La Repubblica —enemigo mediático número uno de Salvini— donde se quejaba de la deriva nacionalista de su heredero. “Si vas con la ultraderecha, terminas aislado”, le lanzó este antiguo mentor para su disgusto.
La situación es difícil. El problema, es que ese espacio tan escorado lo está ocupando ya de forma natural la líder de Hermanos de Italia, que hasta ahora había ejercido de comparsa en la coalición y había elegido el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (GCRE) donde también se encuentra Vox. “Salvini ha tenido la fortuna de actuar en ausencia de un movimiento que representase a la derecha italiana. Está en dificultad porque todo el mundo sabe ahora que la derecha italiana somos nosotros: valores, solidaridad, el humanismo del trabajo, la participación de los obreros en la vida de la empresa… son nuestros caballos de batalla, no los de la Liga Norte. Y hasta ahora a Salvini le ha ido bien porque no existía ese espacio”, apunta a este periódico el cofundador de Hermanos de Italia y vicepresidente de la Cámara de Diputados, Fabio Ramponi.
La creciente amenaza de Meloni es “el motivo real” que el politólogo Piero Ignazi considera que ha llevado a Salvini a ausentarse de un acto en el que ella ejercía de anfitriona. “Él no podía ser la estrella esta vez. Y ambos están en plena competición”, apunta. Hermanos de Italia, de hecho, se encuentra ya alrededor del 12% de estimación de voto en los sondeos y aspira a captar todo el apoyo conservador que recibe hoy Salvini y que un día fue de Alianza Nacional. De hecho, en las últimas elecciones a las que se presentó el desaparecido partido de Gianfranco Fini obtuvo ese mismo 12%.
Las órbitas de la ultraderecha y los movimientos nacional populistas en Europa son cada vez más difíciles de delimitar. Las contradicciones que expresan partidos que forman parte del mismo grupo o que sostienen discursos identitarios similares se ponen de manifiesto en temas cruciales como la inmigración. Salvini, por ejemplo, tiene dificultades para encajar en Bruselas su discurso con el de su aliado y amigo —aunque formen parte de grupos distintos— Viktor Orbán. De hecho, el acercamiento del primer ministro húngaro a este grupo, apuntan fuentes de Hermanos de Italia, no es casual. “Está suspendido del PP europeo. Si dura la suspensión no se excluye que él se vaya autónomamente. Y entonces se unirá al grupo de los conservadores. Por eso es el huésped de honor de la conferencia”. Meloni lo confirmó ayer públicamente y le abrió las puertas de par en par porque es lo “sustancialmente natural”. Salvini, entre tanto, tendrá que definir su estrategia.
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