No han pasado ni cuatro días del Brexit, y Emmanuel Macron se ha puesto en marcha para recomponer la unidad europea después de la primera deserción en la historia del club. El presidente francés inició el lunes una visita de dos días a Polonia, país al que hasta hace poco adscribía, junto a Hungría, en el campo de las democracias iliberales que supuestamente amenazan la cohesión de la Unión Europea. Los tiempos cambian. Macron, cuyos ambiciosos planes sobre la UE y la OTAN topan con el escepticismo de Alemania, ensaya una nueva política hacia la Europa central y oriental.
“Deseo que esta visita, que nuestras conversaciones marquen un auténtico giro en el papel que juntos podemos jugar en la Europa de mañana para estar a la altura del desafío climático y ayudar a Polonia, que afronta un desafío que no subestimo”, dijo Macron, aludiendo a su dependencia del carbón, en una comparecencia, sin preguntas de la prensa, junto al presidente polaco, Andrzej Duda.
Después de la salida efectiva de Reino Unido, en la medianoche del 31 de enero al 1 de febrero, ha nacido una nueva UE y en ella “Francia es un país con más peso”, explicó Duda. Ambos subrayaron el simbolismo de que la primera visita del presidente francés tras el Brexit fuera a Polonia, país que había esquivado en anteriores desplazamientos y al que le oponen múltiples contenciosos desde que en 2017 llegó al Palacio del Elíseo.
La época de la divisoria entre la Europa liberal y la iliberal parece terminada. Pasadas las elecciones europeas del pasado mayo, consumada la salida de Reino Unido, y desalojado Matteo Salvini del poder en Italia, ya no es el momento de atizar la polarización entre europeístas y euroescépticos, entre progresistas-liberales y nacional-populistas. Esta polarización era un reflejo, en la esfera europea, del combate político interno en Francia entre Macron y el Reagrupamiento Nacional (ex-Frente Nacional) de Marine Le Pen. En octubre, Macron recibió en el Elíseo al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, cabeza visible de la Europa nacional-populista. Ahora es el turno de la Polonia gobernada desde 2015 por el partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS).
Con su visita a Varsovia, el lunes, y a Cracovia el martes, Macron quería “levantar las ambigüedades” en dos puntos específicos que han alimentado la desconfianza en Polonia hacia él. Primero, las declaraciones en noviembre decretando en "coma cerebral” de la OTAN, alianza militar que los polacos ven como una garantía irrenunciable para su supervivencia ante el coloso ruso. El segundo punto es, precisamente, el acercamiento del presidente francés a la Rusia de Vladímir Putin, un reset parecido al reinicio de las relaciones que Barack Obama, siendo presidente de Estados Unidos, intentó en 2009, y que fracasó.
Ante la primera ambigüedad —o “mala comprensión de la posición francesa”—, Macron aseguró que “la Alianza Atlántica es y seguirá siendo indispensable de [la] seguridad común” y que “la Europa de la defensa no es una alternativa a la OTAN sino el complemento indispensable y el refuerzo necesario”. Pero defendió que, “para ser creíble”, la Alianza debe aclarar sus prioridades estratégicas. Y, “para ser eficaz”, los países europeos deben “mejorar sus capacidades”, “reinvertir en [su] defensa”. El presidente francés definió así el objetivo de la Europa de la defensa: “Que los polacos y polacas puedan decirse: El día que me ataquen, Europa me protege. Ese día, el sentimiento europeo será indestructible”.
Ante la desconfianza en Polonia respecto a la aproximación de París a Moscú, Macron negó que Francia se hubiera vuelto prorrusa —“ni antirrusa”, precisó— y defendió a Polonia ante los “ataques inaceptables” a la memoria de la Segunda Guerra Mundial. Se refería a la acusación a Polonia, por parte de Putin, de ser en parte responsable del inicio del conflicto. Pero el presidente francés también pidió asumir que, guste o no, Rusia se encuentra en Europa, y que esta realidad geopolítica es insoslayable. “No soy ingenuo, pero sé que, en interés de la seguridad de Europa, tanto de Francia como de Polonia, debemos tener un diálogo político con Rusia”, dijo.
Los dirigentes polacos acumulan agravios contra Macron desde que este llegó al poder. En cuestiones como el cambio climático, la inmigración, la independencia de la justicia o la regulación de los trabajadores desplazados temporalmente a otros países, el presidente francés ha criticado a Polonia. Pero los receles vienen de mucho antes. Estos días han vuelto a recordarse las palabras del presidente Jacques Chirac cuando, en vísperas de la invasión de Irak, Polonia y otros países de Europa central y oriental se alinearon con Estados Unidos y en contra de Francia y Alemania. “Perdieron una ocasión para callarse”, dijo Chirac. La sospecha de clasismo y arrogancia acompaña desde entonces a todo presidente francés en su relación con Polonia. La misión de Macron era, también, disiparla.
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