El más importante será hoy la presentación por parte del principal negociador europeo, Michel Barnier, del mandato que tienen que aprobar los líderes de los Veintisiete para dirigir las negociaciones sobre la relación futura, que coincidirá con un discurso del primer ministro británico, Boris Johnson, en el que se supone que mostrará cuáles son sus objetivos para el futuro.
Mientras Barnier haga público este mandato negociador, el ministro de Asuntos Exteriores británico, Dominique Raab, estará viajando hacia Japón y Australia, en busca de establecer «nuevas oportunidades» comerciales con estos dos países. Aunque durante el período transitorio que durará hasta el 31 de diciembre de este año los británicos seguirán sometidos a la legislación europea que establece que el comercio exterior es competencia comunitaria, desde el 1 de febrero están habilitados para negociar por su cuenta tratados propios que entrarían en vigor cuando la separación con Europa sea efectiva. En concreto, Japón y Australia son dos países con los que la Unión Europea ya tiene acuerdos comerciales muy ámplios, por lo que en principio la misión de Raab no puede ser más que simbólica, una especie de «sub-Brexit», porque es difícil imaginar que el Reino Unido en solitario pueda pesar más que el conjunto de la UE que acaba de abandonar, sobre todo en materia regulatoria.
Uno de los elementos más importantes del mandato que presenta hoy Barnier es precisamente que se proclamará como completamente inaceptable cualquier posibilidad de otorgar al Reino Unido condiciones especiales o parciales de acceso al mercado único. Todos los países están de acuerdo en que se trata de un elemento indivisible de la negociación y para beneficiarse de las ventajas de acceder al mercado interior europeo, como ahora, deberá aceptar también las mismas regulaciones que han de cumplir las empresas europeas para que estas no se encuentren en condiciones desventajosas respecto a las británicas o aquellas que pudieran entrar en la UE a través de Gran Bretaña. La fórmula que va a enunciar Barnier será más o menos que cuanto más cerca se sitúe el Reino Unido de las regulaciones europeas, más acceso tendrá al mercado interior. Para ello Barnier incluirá, entre otras cosas, la posibilidad de que el Reino Unido y las empresas británicas puedan ser multadas y, por supuesto, que el Tribunal Europeo de Luxemburgo sea la última instancia en la resolución de disputas.
Boris Johnson, por su parte, ya ha descartado esta posibilidad de mantenerse en un alineamiento regulatorio respecto a la UE y ya ha hecho saber que si supone que se reintroduzcan controles fronterizos sobre las mercancías británicas que lleguen al continente, que está dispuesto a aceptarlo.
La principal baza de Londres es la pesca. De las aguas territoriales británicas dependen cientos de pescadores españoles, franceses, holandeses e Irlandeses cuya supervivencia depende de que mantengan el acceso a esas pesquerías. El primer problema ya ha aparecido: 44 pesqueros franceses ya no pueden faenar cerca de la isla de Guernsey, que se encuentra al lado de las costas francesas del Canal pero es una Dependencia Británica.
ABC.es
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