Este jueves la NASA ha puesto punto y final a la misión del telescopio espacial Spitzer, uno de los cuatro grandes observatorios de la agencia estadounidense y un instrumento que ha estado 16 años observando el universo por medio de la radiación infrarroja, permitiendo ver detrás de nubes de polvo y gas.
El Spitzer ha estado trabajando hasta este mismo miércoles pero ayer los ingenieros lo pusieron en una hibernación permanente, a espera de que su órbita aleje a este satélite del Sol, en teoría sin suponer un riesgo para otros aparatos.
«Aunque sería genial poder operar todos nuestros telescopios para siempre, sencillamente no podemos hacerlo», escribió para « Phys.org» Paul Hertz, director de la división de astrofísica de la NASA.
Uno de los cuatro pesos pesados
El Spitzer (un telescopio de infrarrojos) se lanzó en 2003, entrando a forma parte de la categoría de los cuatro grandes observatorios espaciales, junto al Hubble (de radiación ultravioleta, visible e infrarrojo cercano) y los observatorios Compton (de rayos gamma) y Chandra (de rayos X). Solo el Hubble y el Chandra están operativos en este momento.
Su misión estaba programada para durar 2,5 años, si bien se contemplaba extenderla otros cinco años hasta que se agotasen sus reservas de helio líquido, un refrigerante esencial para mantener las bajas temperaturas que necesitan sus instrumentos.
Este líquido se agotó el 15 de mayo de 2009, de modo que muchos de los instrumentos de Spitzer quedaron fuera de servicio. Sin embargo, se arrancó una prórroga, llamada « Spitzer Warm Mission», en la que se siguió usando uno de los instrumentos.
No obstante, el telescopio llevaba ya varios años alejándose de la Tierra, con lo que las operaciones eran cada vez más difíciles. Tanto que finalmente se ha decidido no extender sus observaciones, que han costado alrededor de 12 millones de dólares por año, por la falta de garantías.
La NASA pierde su «ojo» infrarrojo
Con el final del Spitzer, la NASA se queda sin un «ojo» fundamental para observar el universo en el rango de la radiación infrarroja. De hecho, el plan inicial era que el ambicioso telescopio espacial James Webb (JWST), que se lanzará en 2021, sustituyera al Spitzer. Los retrasos que ha tenido esta compleja y cara misión han impedido que el JWST cogiera el testigo.
El Spitzer, especializado en captar la radiación infrarroja, ha observado la energía procedente de galaxias, estrellas y nebulosas. La gran ventaja es que esta radiación puede atravesar nubes de polvo y gas, de forma que hace visible cosas que están ocultas en el rango de la radiación visible. Al ver a través del polvo «levantamos el velo cósmico que cubre el universo», ha dicho Suzanne Dodd, anterior manager de la misión.
En total, la misión ha observado 800.000 objetivos y ha obtenido más de 36 millones de imágenes en bruto, y todo ello con un coste de 1.400 millones de dólares. Según la NASA, alrededor de 4.000 científicos de todo el mundo han trabajado con datos recabados por Spitzer y han publicado unos 9.000 estudios.
«Tienes que estar orgulloso cuando miras atrás y miras al equipo que ha estado operando Spitzer y al equipo que ha contribuido a hacer toda esta fantástica investigación», ha dicho en «Phys.org» Joseph Hunt, actual manager del proyecto.
Los logros del Spitzer
El Spitzer ha observado un objeto llamado GN-z11, la galaxia más distante nunca observada y que se formó cuando el universo tenía apenas 400 millones de años. Ha ayudado a descubrir la presencia de moléculas orgánicas complejas, posibles precursores de vida, en el medio interestelar. También ha sido útil para observar exoplanetas, como los situados en el importante sistema solar de TRAPPITS-1, donde hay siete mundos a una distancia de 39,6 años luz, algunos de los cuales podrían albergar agua líquida.
abc