Los secretos de la fortaleza de Jaca: la historia del Pentágono español

  31 Enero 2020    Leído: 1154
  Los secretos de la fortaleza de Jaca:   la historia del Pentágono español

El ingeniero italiano Tiburzio Spannocchi, emparentado con el Papa Paulo V, eligió unos terrenos extramuros, conocidos como Burnao, para establecer esta fortaleza considerada hoy Bien de Interés Cultural.

El Castillo de San Pedro de Jaca, conocida como la Ciudadela de Jaca o el Pentágono español, es una fortaleza militar construida en el siglo XVI para defender esta posición estratégica enclavada en los Pirineos. La fortaleza oscense fue construida por Felipe II tras los graves desórdenes acaecidos durante la Rebelión de Aragón (1591), con la huida de su secretario Antonio Pérez,​ y como parte de la estrategia defensiva contra Francia. Junto al Fuerte de Santa Elena o la Ciudadela de Pamplona, el castillo oscense formaba parte de una red pirenaica pensada para defender a la Monarquía hispánica de las cíclicas invasiones desde Francia e impedir, de paso, la influencia de los hugonotes.

El ingeniero italiano Tiburzio Spannocchi, emparentado con el Papa Paulo V, eligió unos terrenos extramuros, conocidos como Burnao, para establecer esta fortaleza considerada hoy Bien de Interés Cultural, cuyas obras tardaron más de un siglo en concluirse y más tiempo en artillarse. Su planta era una estrella de cinco puntas rodeada de un foso, con contraescarpa que se adapta a los planos de los baluartes. Los baluartes disponen de cuatro cañones y otros dos para defender las cortinas y escarpas. El acceso principal a la ciudadela se hace mediante un camino cubierto que llega al puente levadizo.

Desde su construcción, una guarnición militar siempre ha estado presente dentro de sus muros, aunque el emplazamiento apenas ha protagonizado episodios bélicos. Durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas tomaron la plaza el 21 de marzo de 1809 tras la capitulación de la ciudad y debido al escaso número de tropas que defendían la fortaleza. Al mando del General Espoz y Mina, tropas españolas recuperaron el castillo el 17 de febrero de 1814 tras varios meses de un asedio extremo.

Espoz, en sus Memorias, recuerda las durísimas condiciones de vida que tuvieron que soportar las tropas de su división mientras bloqueaban este pentágono española:

«Acampados frente al enemigo, en un país que a bastantes leguas á la redonda los nueve meses del año por lo común está cubierto de nieves, y en la estación más cruda, solo su decisión y espíritu podía darles fuerza para resistir con tanta constancia tamaños trabajos; y agréguese á la fiereza de los elementos la carencia de bastimentos, que raro era el dia que podía suministrárseles ración completa».

A partir de entonces, el castillo perdió casi toda su importancia estratégica. En 1968, fue ampliamente restaurada siendo merecedoras las obras del premio «Europa Nostra» y conservando, a pesar de todo, cada una de sus partes características: foso, baluartes, escarpas, cuarteles, polvorines, túneles… En su interior se aloja en la actualidad una exposición permanente de miniaturas militares.

La traza italiana
El Castillo de San Pedro está considerado uno de los máximos exponentes en España de lo que se llamó fortificaciones de traza italiana. Un tipo de fortalezas surgidas al calor de la Edad Moderna que anuló, al menos momentáneamente, la ventaja adquirida por la irrupción de las armas pólvora. Estas construcciones renacentistas buscaron así contrarrestar el poder de las nuevas armas de fuego usando muros defensivos más bajos y anchos y salteados con bastiones y revellines.

La idea era que, incluso cuando se derrumbaran partes de una muralla, los defensores pudieran esconderse en los puntos fuertes que dejaban las formas geométricas y evitar el asalto. Asimismo, la artillería defensora gozaba de una situación privilegiada desde donde disparar. Como bien pudieron constatar los Tercios españoles en los Países Bajos, la superioridad numérica servía de poco frente a este tipo de construcciones de traza italiana, siendo necesario iniciar un largo cerco para rendir por hambre la plaza.

El diseño surgió en el norte de Italia entre los años 30 y 40 del siglo XVI. Sin embargo, pronto fue ampliamente utilizado por toda Europa, especialmente en el norte de Francia y en los Países Bajos. Pocas ciudades del centro de Europa se podían permitir no contar con una de estas redes defensivas. A finales del siglo XVII, los arquitectos Vauban y Menno van Coehoorn llevaron el diseño de este tipo de fortificaciones a otro nivel con ciudadelas pentagonales plagadas de bastiones, revellines, reductos y fosos. El caso de Breda o Bourtange son el mejor ejemplo de hasta dónde llegó el «arte» militar.

Algunas de estas antiguas fortalezas han quedado como monumentos e incluso están considerados Patrimonio de la Humanidad. Lo espectacular de la estructura de Palmanova, en Italia, hizo que, en 2017, fuera, junto a las fortificaciones de Stato da Terra y Stato da Mar Occidental (Croacia, Italia y Montenegro), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

abc


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