El Partido Republicano batalla por asegurarse de que el juicio a Donald Trump se cierre con una absolución rápida, y sin la declaración de testigos, ante la creciente presión para que testifique al menos John Bolton, exconsejero de Seguridad Nacional. Las revelaciones del manuscrito de su próximo libro incriminan al presidente de forma directa y han abierto grietas en el muro que protege al mandatario, pues varios senadores republicanos desean escuchar hablar a Bolton, bajo juramento, en el Senado. Mientras, la Casa Blanca ha advertido contra la publicación de la obra alegando que contiene información secreta.
El impeachment contra Donald Trump entró este miércoles en la fase de preguntas de los senadores a las partes, acusación y defensa, pero la vista estaba puesta sobre todo en las matemáticas de los votos y en un libro de memorias políticas inédito que puede cambiar el guion preescrito para este juicio. En el manuscrito de la obra, cuyo contenido avanzó el domingo The New York Times, el exconsejero de Seguridad Nacional sostiene que Trump le comunicó personalmente su pretensión de congelar las ayudas militares a Ucrania hasta conseguir que el Gobierno de este país anunciase investigaciones que perjudicaban a los demócratas (en concreto, unas sobre los Biden, a raíz del trabajo de Hunter es una empresa gasista en el país mientras el padre era vicepresidente).
Esa supuesta coacción es el cuerpo del cargo de abuso de poder que pesa sobre Trump y este sería el primer testimonio directo que incrimina personalmente a Trump. Bolton envió el manuscrito al Consejo de Seguridad Nacional, dependiente de la Casa Blanca, con el fin de que revisase su contenido y este ha advertido de “las grandes cantidades de información clasificada que contiene” la obra, alguna en la categoría de “alto secreto” y, que no puede salir a la luz pública sin, por lo menos, suprimir esos pasajes. Lo dice así en una carta del 23 de enero, recogida este miércoles por el Times, sin especificar si se refiere al episodio crítico para este impeachment.
Pero lo importante es lo que el exconsejero declare en el Senado bajo juramento y no está claro si esa comparecencia va a tener lugar. Los republicanos controlan el Senado, con 53 de los 100 escaños, lo que les ha permitido marcar la pauta del impeachment y, hasta ahora, tumbar todas las intentonas demócratas por llamar a declarar a testigos. La hora de la verdad llegará este viernes, cuando está prevista la votación sobre esas posibles comparecencias: si los demócratas, que suman 47 votos, logran convencer a cuatro miembros del partido rival, alcanzarán la mayoría necesaria.
Mitch McConnell, el líder de los republicanos en el Senado, admitió el martes por la tarde, en una reunión a puerta cerrada con miembros de su partido que no sumaban aún los votos suficientes, es decir, que sí había cuatro senadores republicanos dispuestos a apoyar a los demócratas. Lo han expresado abiertamente Mitt Romney, de Utah; Lisa Murkowski, de Alaska; y Susan Collins, de Maine, aunque esta última lo planteó este miércoles como un intercambio de testigos, es decir, que si los demócratas llamaban a declarar a Bolton, los republicanos también deberían poder convocar a alguna persona que puede resultar incómoda a los demócratas, como Hunter Biden.
Bolton, un halcón de la era Bush, resulta poco sospechoso de conchabanza con los demócratas, pero salió entre llamas de la Administración el pasado septiembre, despedido por sus crecientes discrepancias con el presidente.
Trump ha atacado su credibilidad. “¿Por qué no se quejó Bolton de esta ‘tontería’ hace mucho tiempos, cuando fue cesado públicamente? No es que importe, ¡pero no dijo NADA!”, escribió el mandatario el martes por la noche en su cuenta de Twitter. "Fue despedido porque, francamente, si lo escuchara, ya estaríamos en la Sexta Guerra Mundial, y sale e INMEDIATAMENTE escribe un libro desagradable y falso. Todo clasificado de Seguridad Nacional", añadió en otro mensaje.
El presidente también se dirige a los republicanos y les pide que “no permitan a los demócratas jugar con ellos”, asegurando que da igual el número de testigos que se les concedan, “nunca estarán satisfechos”.
La Casa Blanca alega que en la fase previa del impeachment, la investigación que desarrolló en la Cámara de Representantes, ya contó con el testimonio de 17 personas -que prestaron declaración voluntariamente-, pero Trump bloqueó la comparecencia de otra docena, entre ellas, cargos clave de la Administración con información de primera mano sobre el caso que se juzga, como Mick Mulvaney, jefe de gabinete de Trump y director de la oficina de presupuesto. También rechazó la entrega de decenas de documentos alegando que este proceso es un “fraude”. El boicoteo a la investigación le ha supuesto el segundo cargo de este impeachment, la obstrucción al Congreso.
Ambas cuestiones se juzgan ahora en un Senado que con toda probabilidad absolverá al mandatario, pues su destitución requeriría el apoyo de dos tercios de la Cámara alta y no hay una veintena de republicanos dispuestos a dar semejante paso. La incertidumbre se centra ahora en si al menos habrá suficientes senadores que se desmarquen del bloque del partido y reclamen la declaración de Bolton y si esta marca un punto de inflexión en este histórico juicio.
A la una de la tarde (hora local) comenzó, como cada día, la octava sesión del proceso público contra Trump. Los senadores empezaron la primera de dos jornadas de preguntas, que fueron presentadas por escrito, en tarjetas que identifican su nombre y la parte a la que dirigían la cuestión -los gestores del impeachment, es decir, la acusación, o la defensa, los abogados de Trump-, y que el juez John Roberts, que preside el juicio, fue leyendo en voz alta.
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