Barça: nuevo entrenador, viejos defectos

  28 Enero 2020    Leído: 550
  Barça:   nuevo entrenador, viejos defectos

El primer tropiezo de Setién descubre que el técnico aún no ha logrado corregir los problemas que lastraban al equipo con Valverde.

La derrota ante el Valencia fue un calco al 2-1 de la final de Copa. Fue la última de la pasada campaña que acentuó la desconfianza de la junta del Barça en Ernesto Valverde. La del sábado fue la primera de Quique Setién. Aquella y esta tienen en común que han erosionado a los entrenadores del Barça. Pero no han librado de responsabilidad a algunos jugadores.

Contar los pases se ha convertido en la tarea para destacar o denostar los planteamientos de Quique Setién. Desde el mismo momento de su llegada. Los mil ante el Granada sirvieron para subrayar la posesión del Barça o su inutilidad para batir a un rival que claudicó con diez jugadores en el campo; los setecientos y pico de Eivissa fueron ridiculizados ante los apuros para ganar a un Segunda B en tiempo añadido y los más de 800 de Mestalla denunciaron la irrelevancia de tanto pase para acabar perdiendo.

Contar los pases pasa a ser la tarea para destacar o denostar los planteamientos de Setién
“Dimos muchos pases sin sentido”, admitió Setién. Había un sentido: el horizontal, paralelo a la portería. La mayoría no sirvieron de nada. La posesión fue absolutamente superflua, carente de intencionalidad. El Barça no abrió espacios multiplicando la circulación de la pelota y el Valencia encontró resquicios con muchos menos pases. Pero eso sí, verticales.

Quique Setién, durante la segunda mitad del Valencia-Barça. / ALBERTO SAIZ (AP)
Los críticos blanden los pases para mofarse de Setién. El Barça usa la posesión como un ejercicio de puro control, que es lo que pretende su nuevo entrenador. Tener el balón es una forma de defenderse, aceptó, en un Mestalla menos intenso y agresivo que otras ocasiones, tal vez porque se jugó a las 16 horas, adormecido entre la siesta y el cansino ritmo.

Quizá sea un nuevo método para aniquilar al rival: narcotizarlo con pases horizontales. A falta de péndulo…

“Tenemos que mejorar en bastantes aspectos”, admitió Marc André ter Stegen antes de marcharse de Mestalla y de garantizar, inmediatamente que “seguiremos trabajando”. No era la primera vez que lo decía.

“Hay unas cuantas cosas para mejorar, algunas cosas que no voy a decir aquí, es algo interno y yo no soy así. Me gusta hablar primero con los que estaban en el campo”. Lo dijo Ter Stegen el pasado 23 de octubre en Praga. El Barça ganó (1-2), sin merecerlo. El Slavia remató hasta 23 ocasiones a su portería. Algo insólito. Récord de la era Valverde. El Barça solo ha superado ese índice de oportunidades solo una vez: 25 al Mallorca en el Camp Nou.

De octubre a enero, el Barça ha trabajado y no ha mejorado. Con otro entrenador tampoco. La falta de contundencia defensiva tiene más que ver con los jugadores y su actitud que con el planteamiento táctico. Gerard Piqué ha visto ya 9 amarillas en la Liga, tres más que en el último campeonato, las mismas que en todo el torneo 17-18. O está menos protegido o lee peor las jugadas o entra más tarde al rival. O todo a la vez.

Ter Stegen ha encajado ya 25 goles en 21 jornadas, cuando en las dos últimas campañas recibió 29 y 36 en las 38. El meta alemán detuvo un penalti en el primer tiempo, pero no pudo evitar la fatalidad final del 1-0. Es un balón centrado tres veces por el área. Cuando el disparo de Maxi Gómez da en el cuerpo de Alba, hay 8 jugadores del Barça y 5 del Valencia.

En la jugada del penalti, Coquelin elude la presión ¡tres! jugadores del Barça: Busquets, Griezmann y Arthur. El acoso al mediocentro del Valencia se produce junto a la divisoria, a unos metros de los banquillos. Pero puede darse media vuelta para encontrar dentro a Kondogbia que, naturalmente, recibe solo. Sin oposición. Tira un mal pase vertical y el rechace, ante la ausencia de cualquier jugador azulgrana, cae a los pies de Soler que ve correr a Gayá. Es el lateral izquierdo, que viene en carrera. Ha superado a Ansu Fati, elude el pie blando de Sergi Roberto y choca con el descoordinado Piqué en el área.

“Hay algunas cosas que no las explicamos bien”, convino Setién. Quizá una de ellas sea la elección de los momentos de presión. Hubo acciones sin sentido y otras desacompasadas. Sucedió que Messi acudió dos veces a presionar al poseedor del balón y Griezmann, en cambio, había retrocedido, con lo que el central del Valencia acabó encontrando una salida para la pelota.

Arthur se encuentra con un balón de oro en la frontal del área. Solo tiene que girarse. Está en la vertical de Jaume Domènech, el portero, y tiene la potencial oposición de Garay, algo desplazado. El otro central, Gabriel Paulista, está pendiente de Messi, que no acaba de separarse para allanar el camino. Arthur no enfila la portería, sino que busca dársela a Messi. Con su lentitud, le acaba dando un pase diagonal que aleja de la portería a Leo mientras Griezmann irrumpe por allí arrastrando consigo a Soler para dificultar la acción.

Cualquier jugador del mundo de cualquier equipo habría probado el disparo, pero Arthur miraba a Messi, el salvador de este equipo desde hace años. Messi, naturalmente, fue el principal creador del juego y el principal rematador, aunando dos funciones que, por otro lado, le eximen de la labor más ingrata de defender y presionar.

Messi, como casi siempre, respondió a las expectativas. Fue el partido en que más veces chutó (11) sin premio desde el 2017. Ahora tiene que multiplicarse porque no está Suárez, Fati está recluido en un costado y Griezmann no tiene muy claros cuáles deben ser sus movimientos. Ni con Valverde ni con Setién. 

elperiodico


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