“¡Nunca más!”. Los mandatarios y delegados de medio centenar de países han reiterado este jueves en Jerusalén su compromiso en el 75º aniversario de la liberación del campo de Auschwitz, donde fueron exterminados más de un millón de judíos. Ha sido lo único en lo que han coincidido, pues cada uno ha puesto la conmemoración al servicio de su propia agenda: el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, han colocado en la diana a Irán, convertido en un trasunto del régimen nazi. Por su parte, el ruso Vladímir Putin ha pedido para este año una cumbre de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, secundado en su ánimo apaciguador por el francés Emmanuel Macron, para “defender la paz y la civilización”.
El escenario del Foro Mundial del Holocausto, Yad Vashem, museo y centro de la memoria del holocausto, y la presencia de algunos de los últimos supervivientes de los campos de exterminio invitaban a la emoción y a la reflexión. También las apelaciones a “lo innombrable, lo impensable, lo imperdonable”, como se refirieron varios oradores al abismo de maldad y horror que el nazismo abrió en la civilizada Europa.
El primero en hacer añicos el espíritu de consenso fue Netanyahu quien, a poco más de un mes de afrontar sus terceras elecciones en menos de un año, convirtió parte de su intervención en un acto más de campaña electoral y puso en la diana a Irán, al que calificó como “el régimen más antisemita del planeta, que busca abiertamente desarrollar armas nucleares y aniquilar al Estado judío”.
Netanyahu pidió a todos los países que se unan en la confrontación que abandera contra Teherán. “El pueblo judío ha aprendido las lecciones del Holocausto: no tomarnos a la ligera las amenazas de aniquilarnos, hacerles frente cuando son pequeñas y, aunque apreciamos la ayuda de nuestros amigos, defendernos a nosotros mismos”, advirtió, tras recordar que cuando los nazis emprendieron persecución de los judíos, el mundo les dio la espalda.
Netanyahu agradeció a Macron, quien la víspera se había encarado con agentes israelíes durante su visita a la Ciudad Vieja de Jerusalén, que afirmara que el antisionismo y la negación del Estado de Israel son también formas de antisemitismo. Elogió con más énfasis aún al presidente estadounidense, Donald Trump, y al vicepresidente Mike Pence por “hacer frente a los tiranos de Teherán”. Pence –con quien visitó horas más tarde el Muro de las Lamentaciones en la Ciudad Santa--, no le decepcionó en su intervención: “Debemos mantenernos firmes contra el único gobierno que niega el Holocausto como política de Estado y amenaza con borrar a Israel del mapa. El mundo debe mantenerse firme ante Irán”.
Putin subrayó a continuación el “enorme precio” que pagó la Unión Soviética por la derrota del régimen nazi antes de lanzar la iniciativa de una cumbre entre EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido, una forma poco velada de intentar devolver a Rusia al sanedrín global tras su exclusión del G-8.
Putin, que aspira a reunir en mayo a numerosos dirigentes mundiales para conmemorar en Moscú el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, sostuvo que “los estados que más hicieron para crear el orden mundial de la posguerra pueden buscar respuestas comunes a los desafíos que presentan las crisis contemporáneas”. Antes de acudir, ya empezado el acto, al Foro del Holocausto, el presidente ruso obtuvo el reconocimiento a la creciente posición estratégica de su país en la región en un acto diferenciado en Jerusalén, en el que inusualmente participaron tanto el presidente, Reuven Rivlin, como el primer ministro de Israel. La inauguración en un céntrico parque de una escultura en homenaje a las víctimas del asedio de Leningrado (actual San Petersburgo) por las tropas alemanas entre 1941 y 1944 fue la constatación de su consideración como invitado más distinguido.
Revisionismo histórico ruso
Como viene haciendo últimamente, el jefe del Kremlin insistió en las complicidades que la Alemania nazi tuvo en los países que ocupó. Los pasos de revisionismo histórico sobre la Segunda Guerra Mundial dados por el Kremlin han generado en las últimas semanas profundo malestar en Polonia, cuyo presidente, Andrzej Duda, canceló su participación en el foro de Jerusalén.
Macron recogió el guante lanzado por Putin y, en alusión velada a Israel, dijo que “nadie tiene derecho a convocar a sus muertos para justificar odios contemporáneos”. El presidente francés reconoció “la responsabilidad irreparable del Estado francés [el Gobierno colaboracionista de Vichy] en la deportación de miles de judíos”, pero puso el acento en el resurgimiento del racismo y la xenofobia. “No es solamente el problema de los judíos. Es el problema de 'los otros'. El discurso del odio está por todas partes”, advirtió.
El príncipe Carlos, el más alto representante de la Familia Real británica que ha visitado Israel desde la independencia del país, en 1948, alertó del riesgo de que el Holocausto acabe tratado como un hecho histórico más, igual que las campañas napoleónicas o la Guerra de los 30 Años. Y el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, reconoció la responsabilidad histórica de su país en la Soah –“El mayor crimen de la historia de la humanidad fue cometido por compatriotas míos", dijo–, ante de confesar: “Quisiera poder decir que hemos aprendido la lección de una vez para siempre, pero no puedo”.
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