Primero fue el turno de Meghan Markle, que reapareció esta semana ante las cámaras visitando un centro para la atención de mujeres en una zona pobre de Vancouver, y ahora le tocó a su marido el Príncipe Harry, a quien, al igual que a su esposa, se le vio sonriente ayer durante su primer acto público tras la crisis institucional que se abrió cuando la pareja anunció su intención de abandonar su papel como miembros senior de la realeza británica. Harry participó ayer en el Palacio de Buckingham en el sorteo de la Copa Mundial de la Liga de Rugby, entidad de la que es patrono desde el 2016, en el que podría ser uno de sus últimos compromisos oficiales como Duque de Sussex. El Príncipe se mostró relajado y amable en un acto en el que pudo estrechar la mano de los niños que jugaban en los jardines del Palacio y además se reunió con los representantes de los 21 países que participarán en el torneo.
Este acto, como otros en los que Harry está aún pendiente de participar, forman ya parte del « período de transición» que les otorgó la Reina Isabel II tras la «cumbre de Sandringham», es decir, la reunión que mantuvo en la casa de campo de esa localidad con su hijo el Príncipe Carlos y sus nietos Harry y William, para buscar una solución a los deseos de los duques de Sussex de alejarse de la monarquía y vivir entre Canadá y Reino Unido. Se espera que Harry se reúna con Meghan y el hijo de ocho meses que tienen en común, Archie, la próxima semana en el país norteamericano.
Por su parte, Meghan está poniendo ya en marcha una agenda propia separada de su papel como parte de los Windsor. Así, tras la visita al Downtown Eastside Women’s Center, que se dedica a la atención de mujeres en riesgo social y de sus hijos, la duquesa visitó las instalaciones de la organización Justice For Girls. Su codirectora, Zoe Craig-Sparrow, aseguró que «la duquesa se reunió con nuestros codirectores, así como con representantes de nuestra junta directiva y personal» y añadió que «mantuvo una discusión muy activa durante 90 minutos sobre nuestro trabajo y los derechos de las adolescentes que viven en la pobreza».
El que vuelve a salir a la palestra informativa es el Príncipe Andrés, que abandonó también sus deberes reales pero por motivos más escabrosos: su relación con su íntimo amigo el pedófilo Jeffrey Epstein, que fue encontrado muerto en su celda de una cárcel de Nueva York el verano pasado. La Fiscalía general de las Islas Vírgenes estadounidenses anunció el miércoles que ha demandado por la vía civil al patrimonio del fallecido magnate así como otras seis entidades, por tráfico de seres humanos y abuso sexual. La demanda incluye pruebas de que Epstein utilizaba una base de datos para rastrear a mujeres y niñas, algunas de tan solo 11 años, a quienes llevaba a la isla Little Saint James, propiedad suya, para ser violadas. Epstein y sus cómplices «traficaron, violaron, agredieron sexualmente y mantuvieron cautivas a niñas y mujeres menores de edad» en sus propiedades en las Islas Vírgenes, sostiene la denuncia.
abc
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