La gran mentira de Roma sobre sus gladiadores: los emperadores sufrían muchas más muertes violentas

  16 Enero 2020    Leído: 995
  La gran mentira de Roma sobre sus gladiadores:   los emperadores sufrían muchas más muertes violentas

Los gobernantes del Imperio Romano tenían más probabilidades de ser víctimas de terribles asesinatos que sus propios luchadores en los anfiteatros, a pesar de la sangre que rodea a estas luchas públicas en la cultural popular a causa de las películas.

Son muchos los libros, películas, series de televisión y productos culturales que cada año alimentan la fascinación de la gente por las luchas de gladiadores de la antigua Roma. Seguramente todos ustedes habrán visto en más de una ocasión una de esas clásicas escenas del emperador de turno mostrando el pulgar hacia abajo, luciendo su lujoso e impecable vestido en el palco del anfiteatro, para indicar que uno de los guerreros debe ser ajusticiado. Pero se sorprenderán al saber que, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, todos los luchadores del popular espectáculo salían con vida y por su propio pie de la arena. Como mucho magullados o con algún golpe como si de un combate de boxeo se tratara.

A lo largo de la historia, el cine, la televisión y la literatura han difundido una idea errónea del «munus», como se conocía realmente a estas luchas de gladiadores. Los romanos, de hecho, nunca usaron el gesto del pulgar hacia abajo ni pronunciaron la frase «Ave caesar morituri te salutant» (Ave César, los que van a morir te saludan). Tampoco combatían con el torso desnudo, a pesar de las miles de escenas rodadas en filmes como «Quo Vadis» (1951), «Espartaco» (1960) o «Gladiator» (2000), por citar solo algunas. La muerte era realmente una excepción en este espectáculo, el más famoso del mundo durante los siete siglos.

Un dato aún más sorprendente ha sido revelado ahora en la revista «Palgrave Communications»: los emperadores tenían muchas más probabilidades de sufrir una muerte violenta y horrible que los propios gladiadores, a pesar de la sangre que rodea a estas luchas públicas en el imaginario colectivo. De hecho, un combatiente romano tenía más posibilidades de sobrevivir a este enfrentamiento en la arena que un emperador a morir pacíficamente en su cama por causas naturales, según el estudio publicado por Joseph Saleh, profesor del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta (Estados Unidos).

El 62% de los emperadores, asesinados

Hay un dato sobrecogedor que apoya esta tesis: de los 69 gobernantes que tuvo el Imperio Romano entre el 14 y el 395 d. C., 43 de ellos murieron violentamente. Algunos en batalla y otros asesinados por sus opositores y hasta por sus propios colaboradores dentro del régimen. Eso representa nada menos que el 62% de los emperadores, un porcentaje llamativo que, sin embargo, solo cuenta una parte de la historia del estudio realizado por Saleh.

Según este profesor de Ingeniería Aeroespacial, encargado de evaluar la probabilidades de éxito de las naves espaciales y, a su vez, especialista en la historia de Roma, los factores que intervenían en estos asesinatos podían cambiar según la época y el tiempo que los mandatarios estuvieran en el poder. ¿Cómo llegó a esta conclusión? Saleh partió de su interés por ambos campos para preguntarse si sería posible usar el mismo modelo estadístico con el que se calcula la fiabilidad de las naves para calcular, también, el riesgo de fracaso en el peligroso trabajo de emperador. Es lo que el autor definió como «tiempo de fracaso».

«Ya se sabía que el trabajo de emperador era muy arriesgado, al menos cualitativamente», apuntaba hace unos días el profesor a la web «Live Science», sabiendo que el final de la mayoría de estos fue mucho más horrible que el sufrido por la mayoría de los gladiadores. Publio Septimio Geta, por ejemplo, fue asesinado en los brazos de su madre cuando tenía 21 años por orden de su hermano mayor, Caracalla, en el 211 d. C. Este, a su vez, fue asesinado seis años después mientras defecaba al costado de una carretera, según defendió Michael Meckler, investigador de la Universidad Estatal de Ohio. El emperador Marco Aurelio, por su parte, sufrió una muerte aún más espantosa: primero intentaron envenenarle y, como no funcionó, varios senadores enemigos enviaron a un sicario para que lo estrangulara mientras estaba en el baño, según la teoría del historiador de la Universidad Politécnica del Estado de California, Dennis Quinn.

La «curva de la bañera»
El método estadístico utilizado por Saleh es usado habitualmente para averiguar cuánto tiempo tarda en fallar un equipo. A través de este, hace tiempo se estableció un patrón conocido como la «curva de la bañera», que representa los fallos durante la vida útil de un sistema o una máquina, y en la que diferencian tres etapas: una primera caracterizada por una tasa elevada de fallos que desciende rápidamente con el tiempo, una segunda con una tasa menor y constante debida a causas aleatorias externas, como accidentes fortuitos, y una tercera fase de «desgaste» caracterizada por una tasa de errores que crece rápidamente por el envejecimiento y el paso tiempo.

Partiendo de él, este profesor de tecnología aeronáutica descubrió que los emperadores romanos seguían un patrón similar durante su mandato. Su riesgo de muerte era más alto durante el primer año en el poder, pero si lograba sobrevivir a él, sus probabilidades de morir de forma violenta disminuían considerablemente durante los siguientes siete años. Luego solían tener un período de gracia de cuatro años y, al alcanzar el undécimo, las probabilidades se disparaban nuevamente, según explicó Saleh.

El mencionado Geta, por ejemplo, fue asesinado durante el primer año de su reinado. Caracalla murió antes de cumplir su séptimo año en el poder. Al igual que los dispositivos, todos estos emperadores muertos en los primeros años de su mandato, lo hicieron porque encontraron lo que Saleh llama «fallos de diseño» en la organización de sus gobiernos. Y eso socavaba rápidamente la confianza de sus colaboradores y súbditos. Mientras que los emperadores que morían tras 12 años en el cargo, sufrían algo parecido a los «fallos de desgaste», es decir, eran víctimas de los cambios sociales, del surgimiento de nuevos enemigos o del ataque de los viejos enemigos que reorganizaban. Factores a los que, con el tiempo, el emperador se hace más vulnerable por el desgaste.

Como las artes marciales
Todos estos factores daban a los emperadores, según los análisis realizados por Saleh, unas posibilidades de supervivencia muy escasas. El profesor calculó estas equivalían a las de alguien que juega a la ruleta rusa con cuatro balas en el revólver en lugar de una. Todo ello mientras la práctica totalidad de los gladiadores salían con vida del anfiteatro, tal y como defiende la tesis de Alfonso Mañas Bastida publicada por la Universidad de Granada en 2011. En su investigación, este historiador presentó una imagen mucho más rigurosa que la difundida en la cultura popular, utilizando los testimonios escritos dejados por los médicos que cosieron las heridas de los gladiadores y de los mismos luchadores, además de otros testigos que presenciaron aquellos combates hace dos mil años.

Estos relatos demuestran que este espectáculo masivo no giraba en torno a la muerte. Se trataba más bien de una exhibición de destreza, fuerza y resistencia con la que mostrar los valores de una sociedad altamente militarizada que vivía por y para la guerra. Era, por definirlo de otra manera, uno de los deportes de la antigüedad. Una postura que ha sido avalada por muchos investigadores, quieres equiparan el «munus» a los deportes actuales como el boxeo, la lucha grecorromana y otras artes marciales. Los gladiadores eran, por así decirlo, competidores preparados física y tácticamente para la competición que luchaban de acuerdo a unas reglas. A veces, incluso, con un árbitro de por medio.

«Los deportes sangrientos de Roma (pancracio, pugilato, gladiatura y carreras de carros) eran aceptables para el mundo antiguo porque la violencia estaba institucionalizada en su sociedad. Era la base de su mundo. La victoria de los griegos sobre los persas, el imperio de Alejandro, el Imperio Romano, el control sobre los esclavos... todo estaba basado en el uso de la violencia con derramamiento de sangre. Sin violencia su mundo habría dejado de existir, por lo que era lógico que una determinada cantidad de violencia estuviese presente en todos los aspectos de su sociedad. Y entre ellos, en sus deportes», explica Mañas.

De esta forma, el público que llenaba los anfiteatros no lo hacía para ver morir a gladiadores y aurigas, sino para admirar esos ejercicios ejecutados con la excelencia de la que solo esos profesionales eran capaces. En la mayoría de la ocasiones, sin ese plus de peligrosidad habitualmente asociado. También se llevaba a los niños como parte de su educación militar, para que vieran cómo se ejecutaban ciertos movimientos, ya que no podían acudir al campo de batalla para aprender. Y, además, ofrecía la posibilidad a los plebeyos de olvidarse de su miserable vida e, incluso, salir de la pobreza mediante las apuestas y los sorteos que se realizaban durante la competición.

abc


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