Durante varios días los representantes de la Fuerza Aérea israelí negaron esta situación, pero al final admitieron que las aeronaves no fueron sacadas de los hangares subterráneos a tiempo. Como consecuencia de ello, cinco de estos cazas quedaron ligeramente dañadas, mientras que las otras tres sufrieron daños más serios.

Según informan los medios locales, el agua se elevó a una altitud de 1,5 metros después de que unos 50 millones de litros de agua cayeran sobre la base aérea, que se ubica en el sur del país. Esta base se inundó en 2013 y 2015, pero nunca con tanta cantidad de agua, destacaron los militares. 

Un oficial de la Fuerza Aérea admitió que era necesario mover las aeronaves de los hangares azotados por el agua y que ha sido un error no haberlo hecho. Sin embargo, también destacó que este incidente no afectó a la capacidad de la Fuerza Aérea en su conjunto y que los cazas serán reparados en las próximas semanas.

Por desgracia, los daños materiales no fueron los únicos infligidos por las dos intensas tormentas que tuvieron lugar en la primera semana de enero, puesto que al menos seis personas han perdido la vida a causa de estas precipitaciones. Aunque parezca insólito que los militares puedan perder frente al mal tiempo unas máquinas cuya reparación puede valer millones de dólares, no es un caso único.

Así, en 2018 la Fuerza Aérea de EEUU perdió una décima parte de sus cazas insignia, los F-22, cuando el huracán Michael golpeó la base aérea de Tyndall, destruyendo varios hangares donde se almacenaban las aeronaves. Ello supuso un serio golpe para la Fuerzas Aérea del país norteamericano, puesto que la reparación de estos cazas de quinta generación es sumamente costosa y duradera. Sputnil

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