A la caída de Carlos Ghosn, protagonista de una cinematográfica evasión de la justicia japonesa hace dos semanas, podría seguirle en breve la de su legado empresarial. Veinte años atrás, el expresidente de Nissan fue el urdidor de la unión de la compañía japonesa con la francesa Renault, una entente de la que Mitsubishi es la tercera pata y que fabrica uno de cada nueve coches del mundo. Esta alianza, sometida desde el principio a constantes turbulencias, podría estar a punto de venirse abajo.
La cúpula de Nissan habría acelerado un plan secreto de contingencia para estudiar el impacto de una posible ruptura, según informa este lunes Financial Times. El programa, que llevaría aparejado una renovación parcial de la junta directiva, pasaría por estudiar qué beneficios obtiene la firma japonesa de acuerdo al arreglo actual, en particular en materia tecnológica e ingenieril, y cómo se vería afectada si se viera obligada a proveer esos elementos de manera independiente.
La crisis por la caída de Ghosn
No es la primera vez que estas ramas industriales son materia de preocupación en Tokio. Incluso durante la época de liderazgo de Ghosn, cuando la alianza vivía sus mejores días, la decisión de entrelazar las divisiones de ingeniería y manufactura de ambas empresas generó descontento entre los ingenieros de Nissan, que lo entendía como una intromisión en el núcleo identitario de la casa japonesa.
La puesta en marcha de este plan se alinearía con los argumentos de la defensa de Ghosn. El empresario, acusado de malversación de fondos, ha mantenido en todo su momento su inocencia desde que fuera detenido por primera vez en noviembre de 2018. Su tesis es que el caso forma parte de un complot en contra, orquestado por la facción nacionalista de Nissan, ante sus planes de llevar a cabo una fusión total con Renault.
Según declaran las fuentes anónimas citadas por el diario británico, todos los esfuerzos por mejorar las relaciones no habrían dado fruto. Una mayoría de ejecutivos de la firma japonesa ya considera que la alianza lastra su marcha económica. En la actualidad, Renault posee un 43,4% de las acciones de Nissan, que a su vez posee un 15% de la automotriz francesa, aunque sin derecho a voto.
Deberán buscar nuevos socios
Una hipotética fractura dejaría a ambos ante la necesidad de encontrar nuevos socios comerciales en una industria que sufre de ventas menguantes y costes emergentes. La urgencia sería aún más acuciante teniendo en cuenta que sus rivales se encuentran aunando fuerzas, con la fusión de Fiat Chrysler –empresa por la que Renault pujó el año pasado en una operación que fracasó en parte a causa de la tensión entre los socios– con PSA a un lado, y la alianza de Ford y Volkswagen al otro.
Esta noticia llega, precisamente, cuando se esperaba que en las próximas semanas el presidente de Renault, Jean-Dominique Senard, anunciara nuevos proyectos conjuntos, destinados a demostrar que el nexo francojaponés sigue siendo fructífero. “No sobreviviremos si no nos movemos con rapidez y cooperamos de verdad”, afirmó el mes pasado en una entrevista con el mismo medio. Uno de esos proyectos es Ariya, un vehículo totalmente eléctrico desarrollado que Nissan pretende lanzar en menos de tres años, desarrollado gracias a la colaboración de Renault.
Senard había expresado su deseo de que el desembarco de un nuevo liderazgo en Nissan contribuyera a mejorar las relaciones entre las dos firmas, muy deterioradas desde la caída de Ghosn. El pasado octubre Makoto Uchida, máximo responsable de las operaciones en China desde 2018, tomó las riendas de la empresa. En su nombramiento, que fue unánime, pesó su experiencia internacional y su dedicación a la alianza con Renault, según declaró entonces el jefe del comité de selección. Pero los planes a veces cambian.